Fernando de Rojas

Nació en La Puebla de Montalbán (Toledo) en fecha descono­cida y murió en Talavera de la Reina, siendo su testamento de 3 de abril de 1541. Sobre su vida y su obra existen numerosas dudas y controversias, de las que por adelantado excluimos que es el autor de los actos 2 a 16 de La Celestina (v,). Citamos a conti­nuación cuantos documentos se dispone so­bre Fernando de Rojas y las opiniones más autori­zadas sobre ellos, para al fin extraer nues­tras conclusiones. Hay una primera y des­conocida edición de La Celestina. La pri­mera conocida es la de Burgos del año 1499. De esta edición faltan la primera y última hojas. Carece de prólogo y añadidos y con­tiene dieciséis actos precedidos del argu­mento particular. Una segunda edición co­nocida es de Toledo de 1500. Una tercera edición llegada hasta nosotros es la de Se­villa de 501; se conserva un único ejem­plar con los dieciséis anteriores actos y el siguiente título: «.Comedia de Calisto y Me­libea.

Con sus argumentos nuevamente aña­didos, la cual contiene además de su agra­dable y dulce estilo muchas sentencias filo­sofales e avisos muy necesarios para man­cebos, mostrándoles los engaños que están encerrados en sirvientes y alcahuetas»; en el reverso del primer folio hay además una carta de «El autor a un su amigo», unos versos acrósticos, un incipit, el argumento general y los particulares, y al final seis octavas reales del editor Alonso de Proaza. En la carta declara el autor que encontró escrito el primer acto de autor descono­cido, decidiéndose a continuar la obra, lo que realiza en quince días de vacaciones; dice además ser jurista y alaba el estilo del primer acto ««jamás en nuestra caste­llana lengua visto ni oído»; en los versos acrósticos se lee: «El bachiller Femando de Rojas acabó la comedia de Calysto y Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalban». La edición de Sevilla de 1502 introduce las siguientes modificaciones, co­piadas en las ediciones sucesivas: el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea y además de cuanto contiene la de 1501 un nuevo prólogo, tres nuevas octavas añadi­das a las del final y cinco actos más (en total 21).

Una edición de Valencia de 1514 copia una de Salamanca, perdida, de 1500 y contiene todo lo anterior. Finalmente hay ediciones con veintidós actos. Además de estas referencias, sobre Fernando de Rojas tenemos los siguientes documentos: La Historia de Talavera de Cosme Gómez de Tejada en la que puede leerse «Fernando de Rojas, autor de La Celestina fábula de Calixto y Meli­bea, nació en la Puebla de Montalbán, como él lo dice al principio de su libro en unos versos de arte mayor acrósticos: pero hizo asiento en Talavera: aquí vivió y murió y está enterrado en la iglesia del convento de monjas de la Madre de Dios. Fue abo­gado docto, y aún hizo algunos años de Alcalde mayor. Naturalizó en esta villa y dejó hijos en ella»; en un documento de la Inquisición de Toledo en 1517 y 1518, Fernando de Rojas figura como testigo de descargo en un proceso instruido contra el judai­zante Diego de Oropesa, vecino de Tala- vera. Igualmente aparece en otro proceso también de la Inquisición en Toledo contra Álvaro de Montalván, acusado de judaísmo, de sesenta años de edad; éste declara tener una hija llamada «Leonor Álvarez mujer del bachiller Fernando de Rojas que compuso a Melibea, vecino de Talave­ra».

Añade que Leonor tenía ahora treinta y cinco años. Finalmente nombra como letrado al «bachiller Fernando de Rojas, su yerno, vecino de Talavera». En 1583 ejerció en esta ciudad el cargo de alcalde mayor; otorga testamento el 3 de abril de 1541, realizando su viuda inventario de sus bienes el 8 del mismo mes. Por testamento de su cuñada conocemos a Catalina Rojas hija del autor, y por partidas del bautismo a Álvaro de Rojas y Francisco de Rojas, probablemente hijos del mismo. En una pro­banza de hidalguía de 1588 un nieto de Fernando de Rojas dice que el señor de La Puebla daba mal trato a los hidalgos, motivo por el que Fernando de Rojas se trasladó a Talavera. Hasta aquí la exposición de los documen­tos. Añadimos ahora las conclusiones que de ellos parecen deducirse. En primer tér­mino la obra hubo de terminarse forzosa­mente antes de 1499, fecha de la primera edición conocida; pero anterior a esta hubo de haber otra, negada sin embargo por al­gunos autores; ello se deduce de que en la edición de 1501 de Sevilla se lee: «con los argumentos nuevamente añadidos», lo que hace suponer la existencia de una edi­ción anterior al 99 sin argumentos.

En el acto III de la comedia se lee: «¿Qué tanto te marauillarias, si dixesen: la tierra tem­bló ó otra semejante cosa, que no olluidares luego? Assi como: elado esta el rio, el ciego vee, ya muerto es tu padre, un rayo cayo, ganada es Granada, el rey entra oy, el turco es vencido, eclise ay mañana, la puente es lleuvada…». Identificados es­tos sucesos con hechos históricos concretos queda sin embargo la duda de la interpre­tación como futuro o pasado del pasaje a partir de «assi como» que de tener sentido adversativo significaría que los hechos ci­tados son pasados, debiendo en este caso fecharse después del 1492. Advierte Menéndez y Pelayo que el hecho de que unos sean pasados y otros por venir hace que nada aprueben. En verdad que las deducciones a base del texto no son nada concluyentes. Se especula también con la edad del autor para fechar la obra, sobre la base que ofre­ce el documento inquisitorial de la edad de la mujer de Fernando de Rojas que en 1525 era de treinta y cinco años y suponiendo que el autor le llevara algunos años. El pro­blema planteado ahora es el de admitir la posibilidad de que fuera una obra de ju­ventud, en cuyo caso difícilmente podría remontarse a fecha anterior a 1492, fechas en que la edad del autor sería poca.

En este sentido la opinión de Cejador es tajante, creyendo imposible que una obra de tal envergadura lo fuera de un estudiante: «O Rojas el del proceso no es autor de La Ce­lestina o tuvo que escribirla después de 1492». Foulché-Delbosc opina por el con­trario que se escribió antes de 1492 y des­pués de 1482. En cuanto a la declaración de la carta del autor que vemos en la edi­ción de 1501 en Sevilla y en la que de­clara los compuso en quince días de vaca­ciones, lo que evidentemente significaría la escribió siendo joven, las opiniones son de nuevo harto dispares: Bonilla cree que, en efecto, puede ser así. Pero no pocos auto­res ni siquiera admiten que semejante car­ta, al igual que los versos acrósticos, sean del autor de Proaza. Desde luego las noti­cias son ciertas, sencillamente porque concuerdan con los documentos inquisitoriales y demás estudiados.

Pero en efecto no pa­rece que el Fernando de Rojas incurriera en las nume­rosas contradicciones y rectificaciones (véa­se la edición de 1502 introduciendo a Mena y a Cota) que implican ambos escritos. Pa­rece confirmar esta suposición el que en efecto el estilo, que tanto recuerda a Mena, de la Carta, no coincide con el de la obra, al igual que el prólogo, absurda imitación de uno de Petrarca, de la edición de 1502. ¿Es cierto por lo tanto que el autor encontrara escrito el acto I tal y como se dice en la carta? La divergencia de opiniones continúa prevaleciendo; sin embargo, la creencia en la perfecta unidad y trabazón del acto I con los quince siguientes (Ceja­dor, Menéndez y Pelayo, Foulché-Delbosc), aunque en realidad este criterio estilístico no es suficiente para rechazar la dualidad de autores, entre los cuales y en todo caso deben rechazarse Mena y Cota tal y como advierte la edición de 1502. Pero, ¿y los actos añadidos? La diferencia con el núcleo de la obra aparece más evidente y sobre todo, ahora, el espléndido desarrollo del drama según la disposición de los 16 actos se echa, sencillamente, a perder. Menéndez y Pelayo opina que son del mismo autor. Bonilla admite disparidad de autores.

Hasta aquí el resumen del estado actual de la crítica sobre la fecha y autor de La Celes­tina. Autorizadas y bien razonadas estas críticas en cuanto es posible, la verdad es, sin embargo, que nada deciden. En reali­dad poco se sabe de Fernando de Rojas, de su carác­ter, que a falta de otros, sería el documento más preciso. Nada hay en contra de la po­sibilidad de que la obra no pudiese ser es­crita en una época de juventud ni que el autor, por motivos publicitarios, modificase, incluso a costa de su calidad, la obra. Nos quedamos con la edición de los dieciséis actos; probablemente éstos pertenezcan a un mismo autor, sin que en último término sea muy extraño existiese el acto primero; también él, quizás despreocupado autor, ajeno al mundo de la literatura e, incluso ya, a su misma obra, añadiese los actos finales.

En cuanto a la fecha de redacción, muy en rigor, la tesis más probable es la de Foulché-Delbosc (1483-84), quien con­sigue fechar los datos de la cita del acto II por esta época, incluso el hundimiento de un arco del puente de Alcántara (1484), el eclipse de sol (1482), etc. Si la obra pudo o no ser escrita en edad temprana nos parece un inútil cálculo, atento como debe estar a la peculiaridad de un espíritu que nos es desconocido. Más importante nos pa­rece insistir en que el bachiller no nos dejó otra obra y que un día se perdió en los extraños mundos de la vida práctica. Y desde estos indescifrables mundos sí que son posibles cuantas soluciones se den al largo debate.