Escasas y discutidas son las noticias biográficas de este fabulista, y ello a pesar de su fama; no se tiene una certeza absoluta ni aun sobre la forma latina de su mismo nombre, que algunos siguen opinando haber sido «Phaeder».
Nació en Macedonia y llegó a Roma en calidad de esclavo, no sabemos en qué circunstancias, y posiblemente aún muy joven; los códices le hacen «Augusti libertus», o sea liberto de Augusto. Sea como fuere, en la capital del Imperio pudo completar su formación y muy pronto llegó a considerar el latín como su segunda lengua madre. Ferviente admirador de los grandes poetas coetáneos y animado por vivos afanes literarios, dedicóse al cultivo de un género nuevo para los romanos: la fábula.
Durante el gobierno de Tiberio publicó los dos primeros libros de las Fábulas (v.); no obstante, algunas de las composiciones pudo interpretarse como sátira de actualidad, y ello debió atraer sobre el poeta la enemistad del poderoso ministro Seyano. El prólogo al libro III pretende ser una pública disculpa; en él niega intención o significaciones recónditas a sus apólogos.
Se cree, sin embargo, que pudo ser condenado por delito común. En el epílogo del citado libro, en efecto, se dirige a Eutico, personaje desconocido y difícilmente identificable con el favorito de Calígula, para alcanzar la plena absolución. Como los libros IV y V no aluden a sus desventuras judiciales, es posible creer que dicha súplica alcanzaría éxito.
En este epílogo, Fedro dice ser «languentis aevi»; cuando compuso el quinto libro era (cfr. V, 10) ya, sin duda, de avanzada edad. Nada más sabemos acerca de él. Según parece, escribía aún durante la época de Claudio; de esta suerte, cabría situar su vida entre los años 15 a. de C. y 50 d. de C. El carácter del autor, que sólo a través de su misma obra podemos vislumbrar, resulta muy impreciso; en efecto, carece de los rasgos de una acusada personalidad.
M. Manfredi