Eugenio D’Ors y Rovira

Escritor y filósofo español. Nació en Barcelona el 28 de septiembre de 1882, murió en Villanueva y Geltrú (Garraf) el 25 de septiembre de 1954. Estudió en la universidad catalana hasta doctorarse en Derecho y Filosofía y Letras.

En 1906 viajó por Europa; en París frecuento la Sorbona y el Colegio de Francia; visitó Bélgica, alemania y Suiza; en Gine­bra escuchó las lecciones de Flournoy y Claparéde. En 1908 participó en el Congreso de Filosofía de Heidelberg, en el cual pre­sentó dos trabajos que llamaron fuertemen­te la atención y que más tarde el autor refundió en la obra Religio est libertas.

Desde sus tiempos de estudiante se in­corporó D’Ors decididamente al movimiento renacentista de la cultura catalana y en 1906 había iniciado la publicación en La Veu de Catalunya de su sección diaria Glossari (v. Glosario).

En estas «glosas», gene­ralmente breves, se examinan todos los te­mas de interés de nuestro tiempo, con un criterio en el que lo anecdótico trasciende a la categoría y en el que la unidad de pensamiento no disminuye la gracia de la exposición en una forma original, con una agilidad muy periodística; su estilo adopta un tono magistral harto visible y una es­tructura barroca muy personal.

Con ello establecía D’Ors las doctrinas filosóficas y estéticas que fueron la base del movimiento novecentista catalán, del que Xénius (con esta forma familiar de Eugeni, firmaba nuestro autor sus crónicas) fue la figura más relevante.

La publicación del Glossari en esta primera etapa duró doce años y es indudable que ha ejercido un decisivo in­flujo sobre los sectores más vivos de la inte­lectualidad catalana, en una reacción con­tra la corriente modernista de fin de siglo, de la que había partido el propio D’Ors Las vastas y hondas lecturas, el espíritu euro­peo, la curiosidad universal, la sorprendente originalidad de las actitudes estéticas y mo­rales de nuestro autor, abrieron a la rena­cida cultura horizontes aireados y nuevos y más ambiciosos caminos hacia el mundo.

Como creación literaria sobresale una colec­ción de sus glosas, publicada en 1912 bajo el título de La ben plantada (v. La bien plantada); obra de fuerte unidad, ha sido calificada de «representación y símbolo de la Cataluña naciente» y de «breviario de la Raza» y contiene las líneas esenciales del pensamiento dorsiano como núcleo genera­dor de toda su producción posterior, en ca­talán y en castellano.

Escrita en un mo­mento aún vacilante de la lengua, apenas iniciada la obra depuradora y normativa que había de llevar a feliz término la sec­ción filológica del Instituto de Estudios Catalanes, el estilo de D’Ors se resiente de ello, por cuanto éste no poseía la penetrante in­tuición y el seguro gusto lingüístico de un Josep Carner y carecía asimismo del mesu­rado sentido histórico y del espíritu de fide­lidad al habla popular de un Pompeu Fabra, dos figuras señeras de la nueva corriente capitaneada por nuestro autor.

Bajo la se­suda inspiración del presidente Prat de la Riba, el «glosador» secundó y aun modeló la política cultural y pedagógica de la Man­comunidad: fue secretario del Instituto de Estudios Catalanes; en 1917 era director de Instrucción Pública y en 1918 organizó y dirigió un seminario de Filosofía. Con todo, pocos años después, por motivos que no han sido bien esclarecidos, dejaba el cargo y al mismo tiempo desertaba de las letras cata­lanas para proseguir en lengua castellana su carrera de escritor.

Las obras más conoci­das de D’Ors, pertenecientes a esta etapa catalana, además de La ben plantada y el Glossari ya citados, son Gualba la de mil veus, Oceanografía del tedi (v. Oceanogra­fía del tedio), Flos sophorum, La valí de Josafat (v. El valle de Josafat), Tina i la Guerra Gran (v. Tina y la Gran Guerra), aparte sus ensayos publicados en Quaderns d’estudi, revista fundada por él.

A partir de aquel momento, el Glosario fue conti-nuado en las páginas de El Debate y luego de ABC, diarios derechistas y particular­mente hostiles al movimiento catalanista; en los últimos años, las glosas aparecieron en La Vanguardia de Barcelona. Pronto la influencia de D’Ors se hizo sentir intensa­mente en el ámbito peninsular e hispano­americano, y también en ciertos círculos de Italia y Francia, y con Ortega y Gasset — si bien en distinta dimensión y muy diversos modos y tonos —, nuestro autor contribuyó a lo largo de muchos años a la regenera­ción intelectual de España.

Sus ideas filo­sóficas aparecen expuestas principalmente en Filosofía del hombre que trabaja y que juega y más tarde en Filosofía de la inteli­gencia — como razón sensibilizada —, en cursos dados en Buenos Aires y, en 1950, en su libro El secreto de la Filosofía, en el que profundiza el desarrollo completo de un pensamiento basado en la «fórmula bio­lógica de la lógica», en la concepción entró- pica y cíclica del Universo, con lo que ten­día a crear un nuevo racionalismo con deri­vaciones importantes, especialmente en el campo de la estética.

Apasionado por el arte, dedica a la crítica artística, sobre todo pic­tórica, gran parte de su actividad: organiza exposiciones, desempeña de 1937 a 1939 — en plena guerra civil— la Dirección General de Bellas Artes y publica libros sobre temas concomitantes: Tres horas en el Museo del Prado (v.), Goya, Cézanne (v.), Pablo Pi­casso (v.), Poussin y el Greco, Teoría de los estilos (v.), Arte de entreguerras, Tres lecciones en el Museo del Prado, Lo barro­co; en este último libro sostiene por pri­mera vez el criterio del barroquismo como constante estilística histórica.

Desarrolla cursos en España y en el extranjero — ha­blaba con soltura el francés, el italiano, el inglés y el alemán — sobre la llamada «cien­cia de la cultura», basada principalmente en la teoría de los elementos permanentes a través de las sucesivas etapas de la civi­lización, ideas que compendió en un breví­simo escrito, La historia del mundo en qui­nientas palabras.

Otro aspecto de su tra­bajo es, por así decirlo, el de moralista, que se refleja en libros como Catecismo de la vida sencilla, Aprendizaje y heroísmo, De la amistad y el diálogo, Grandeza y ser­vidumbre de la inteligencia, etc. Iniciador, como se ha dicho, del novecentismo, man­tenedor del espíritu clásico, cuyo imperio soñaba con restablecer en nuestro siglo XX, conversador y conferenciante de fuerte su­gestión y expertas habilidades retóricas, es­critor castellano de sólido oficio, D’Ors ha sido un personaje de excepcional relieve en la vida intelectual española del último me­dio siglo, con proyecciones en Europa (par­ticipó brillantemente en las «Rencontres des Écrivains Méditerranéens» y en las «Ren­contres Internationales de Genève»).

Do­tado de fina ironía y de insólita sensibilidad imaginativa — véase, como ejemplo, la interpretación de la leyenda homérica en «El poeta ciego» de Cinco minutos de silen­cio —, fue para muchos un maestro del pensar y el gustar. Tuvo y sigue teniendo no pocos detractores, pero no hay duda que el balance de su obra y de su vida arroja en definitiva una cifra en que lo positivo y fecundo se impone decisivamente sobre lo fallido e incompleto.