Nació el 4 de marzo de 1869 en Coimbra, donde murió el 17 de agosto de 1944. Realizó sus estudios en la ciudad natal y allí doctoróse en Letras en 1888. Se le nombró agregado de la legación de Portugal en Viena, pero pronto dejó la diplomacia, que pospuso a la carrera docente, en cuyo desempeño alcanzó una cátedra universitaria en Coimbra.
Entregado aún muy joven a la actividad literaria, publicó sus primeros versos, Cristalizaçóes da morte y Cançóes de abril, en 1884; luego aparecieron Jesús de Nazaré (1885), Per umbram (1887) y Horas tristes (1888). En 1889, una estancia en París habría de influir profundamente en su gusto y su obra; como escribió más tarde, le indujo a pasar «del ómnibus de la Vulgaridad al rápido de la Originalidad».
Tal experiencia dio lugar en 1890 a la publicación de los Oaristas (v.), decadentes, preciosistas y opulentos, que marcan la fecha inicial del simbolismo portugués; en su prólogo, y con orgullo de «nefelibata», C. subrayaba la novedad de su intento y de sus conquistas, el ritmo libre, la adaptación del «rondel», las rimas insólitas, la selección y riqueza del léxico, las aliteraciones y, sobre todo, el estilo, rebuscado y abundante en matices.
Como ya él mismo deseaba, la obra provocó escándalo e hizo escuela. Otros poemas o colecciones líricas de este autor, entre ellos Horas (1891), Sylva (1894), Interlunio (1894) y Belkiss (1894), confirmas su adhesión a los aspectos más aparentes de la corriente simbolista: el pesimismo al estilo de Schopenhauer, el tedio, la evasión fantástica, la sabia ingenuidad, el culto a una belleza vistosa y exótica; el ambiente irreal, la apoteosis de un tipo femenino estéril, enigmático y frñio,o de reprimida sensualidad, y el catolicismo decorativo, invadidopor la voluptuosidad del sonido y del color.
En realidad, C. era más artista que poeta y, por su temperamento, más parnasiano quizá que simbolista. El año 1895 lleva consigo el principio de una etapa más sincera, de gusto clásico, en la producción del autor, con temas impersonales, a veces suaves, pureza de estilo, equilibrio y retorno a la tradición nacional. Según ocurrió en Francia con Moréas, se trata asimismo, en este caso, de una evolución del simbolismo al neoclasicismo.
A tal período pertenecen las obras Sagramor (1895), Salomé (1896, v.), El rey Galaor (1897, v.) y Audades do Céu (1899), donde C. sigue captando, sin embargo, con extremado refinamiento lo particular y efímero. Constança (v.), de 1900, poema en verso libre y original en cuanto a la elección del tema, puesto que sitúa como protagonista a la esposa de Pedro I en lugar de su rival Inés de Castro, es, posiblemente, la obra más perfecta de esta larga y fecunda etapa clásica, en cuyo activo figuran además, entre otras, las producciones Depois da Ceifa (1901), Camafeus Romanos (1921), A tentação de São Macário (1922) y Últimos versos (1938).
Autor cosmopolita, C. conoció una gran notoriedad aún en vida: su nombre atravesó las fronteras y su obra fue traducida a varias lenguas. Recibido en las principales academias nacionales y extranjeras, se le consideró con D’Annunzio, «mago de la palabra». Dejó también numerosos textos en prosa de carácter erudito y anecdótico.
J. Prado Coelho