Nació en Königsberg el 24 de enero de 1776, y murió en Berlín el 25 de junio de 1822. Separados muy pronto los padres, pasó el primer período de su existencia con los abuelos maternos. Destinado a la carrera judicial, estudió jurisprudencia en su ciudad de origen, pero sus inclinaciones le inducían a la pintura, la literatura y la música. En 1796 hallábase en Glogau, tranquilo por haber conseguido librarse del ambiente familiar; allí permaneció dos años, repletos de experiencia mundana, y se convenció cada vez más de que la vida de juez no era precisamente la más adecuada a su temperamento, aun cuando sí la que le daba el pan. En 1798 fue a Berlín con uno de sus tíos, consejero secreto del tribunal supremo, y estuvo un par de años en esta ciudad; volvió a los estudios jurídicos, pasó el «Rigorosum», examen requerido para el desempeño de los más altos cargos de la administración de justicia, y obtuvo tal aprecio que se le escogió para ser enviado a Polonia, entonces denominada Prusia meridional, en calidad de asesor gubernativo y con residencia en Posen.
Tal misión encerraba muchos peligros para un joven con autoridad y dinero en una pequeña población donde se solía holgar y beber excesivamente, y H. no fue suficientemente fuerte para resistir la atracción de una vida fácil. La estancia en Posen viose interrumpida bruscamente luego de una especie de escándalo provocado por algunas de sus caricaturas. En dicha ciudad conoció y unióse en matrimonio con una muchacha católica polaca, María Michaelina Rorer, que fue para él la más paciente, inteligente y fiel de las esposas. Trasladado a Plock, permaneció aquí durante dos años, entregado asiduamente a su labor; en esta localidad vio impresa por vez primera una obra literaria suya, y dedicóse a la composición de música religiosa y profana. La estancia en la pequeña ciudad, empero, resultábale pesada, y sintióse muy satisfecho cuando unos amigos de Berlín obtuvieron su traslado a Varsovia, donde vivió intensamente a lo largo del trienio 1804-1807, ocupado en las obligaciones inherentes a su cargo, en la organización de conciertos y de una orquesta, y en la composición de música de cámara y óperas; a este período pertenecen, entre otras producciones, la partitura para la tragedia de Zacharias Werner La cruz en el Báltico (v.).
Los acontecimientos políticos, el avance del ejército napoleónico y su ocupación en Varsovia pusieron fin a este régimen ideal de vida. En 1807, y luego de muchas dificultades, H. se hallaba de nuevo en Berlín, donde, abrumado por el fracaso de numerosas tentativas y por la miseria, pasó el año más infeliz de su existencia. Prácticamente, abandona la carrera judicial, y cree poder realizar su sueño de vivir para el arte al ofrecérsele la posibilidad de obtener el cargo de director de orquesta en el teatro de Bamberg. Allí se dirigió con su esposa en los primeros días de 1808; pero los principios fueron desalentadores y le llevaron a abandonar un proyecto de escuela de canto y la esperanza de una verdadera actividad musical para la escena, así como a intentar más bien la composición de obras literarias: Kreisleriana (v.), Beethoven instrumental Musik. Más tarde, empero, llegado su amigo Holbein a la dirección del teatro, H. pudo ver hecho realidad durante algún tiempo su ideal de vida y actuar como organizador, escenógrafo, maquinista, director de orquesta y compositor, y vivir entre los artistas.
En tales años cabe situar su amor hacia Julie Marrk, discípula suya de canto; fue éste un sentimiento desesperado, que el autor evocaría luego en la fantasía Las aventuras de la noche de San Silvestre [Die Abenteuer der Sylvesternacht] y en otras obras, más o menos transfigurado. Los últimos años de la estancia en Bamberg lo fueron nuevamente de incertidumbre y de humillante penuria de dinero. En 1813 aceptó con renovada esperanza un puesto de director de orquesta en el teatro de Dresde; sin embargo, como no llegara a ningún acuerdo positivo, pasó de aquí a Leipzig, aun cuando con el mismo resultado. Su amigo Hippel le salvó de una situación cada vez más desastrosa: convencióle de que debía regresar a Berlín y reanudar su antigua labor de funcionario. H. se avino a ello, siempre y cuando las nuevas ocupaciones le dejaran tiempo suficiente para seguir dedicándose al arte. Empezó entonces — 1814 — la última etapa de la existencia del autor, quien, a través de Hitzig, amigo suyo de los tiempos de Posen, acercóse a los poetas de la segunda escuela romántica: Chamisso, Fouqué y otros.
Es la época de la vida desordenada y de las noches pasadas junto a una mesa de taberna; los cuentos se suceden con prodigiosa frecuencia, y H. es, en adelante, uno de los escritores solicitados por los editores de almanaques. Llegó asimismo, empero, el momento de la decadencia y la enfermedad, que se presentó ya en 1819 y agravóse progresivamente en el curso de los tres años sucesivos. Hasta el fin, empero, y aun cuando la prolongada dolencia le inmovilizara en el lecho, el autor siguió dictando narraciones, conversando con los amigos y deseando vivir a toda costa, incluso en las más atroces condiciones de mengua física. Sin embargo, no pudo superar la tabex dorsalis que le minaba lentamente.
G. Calzecchi Onesti