Nació el 8 de septiembre de 1832 en Cádiz y murió el 25 de mayo de 1899 en San Pedro del Pinatar (Murcia).
Estudió Derecho en la Universidad Central y Filosofía en la Escuela Normal de Alicante, donde se graduó en 1853. Luego fue redactor de El Tribuno (1854), La Soberanía Nacional (1855) y La Discusión (1856-64). Nombrado profesor de Historia en la Universidad de Madrid en 1858, su franca oposición al gobierno de la reina Isabel II, manifestada a través del periódico antidinástico por él fundado y dirigido en 1864, La Democracia, le costó la cátedra.
En 1865 fue condenado a muerte, pero logró huir al extranjero y permaneció en París hasta la revolución de 1868. Vuelto a la patria, convirtióse en jefe del partido republicano opuesto a los generales Serrano y Prim, quienes pretendían establecer la monarquía constitucional y al duque Amadeo I de Saboya, que ocupó el trono de España durante tres años.
Ministro de Negocios Extranjeros tras la abdicación de éste, presidente de las Cortes y luego de la República en 1873, vio disminuida paulatinamente su influencia y abandonó el poder al año siguiente. A fines de 1874 era elegido rey Alfonso XII; C., quien hasta entonces había pensado en establecer, junto con el jefe del partido liberal, Sagasta, un régimen republicano de carácter conservador, se opuso inicialmente a la monarquía; pero al cabo de varios años reconcilióse con el nuevo orden de cosas.
Su oratoria ampulosa y arrogante y el movimiento y el ritmo musical de su prosa hicieron de C. el tribuno español más ilustre del siglo pasado. Por otra parte, su temperamento abierto y pronto al entusiasmo, y la influencia ejercida sobre él por el grupo krausista en el cual se formó espiritualmente, le convirtieron en una personalidad eminente en el campo de la Filosofía, la Historia, la Literatura y el Arte, y en uno de los hombres más interesantes de su época.
Fue intensamente religioso y, aun cuando racionalista, se mantuvo siempre cristiano; tampoco su carácter europeo hizo disminuir un ápice su españolismo. Poseyó una excepcional capacidad de trabajo e incluso durante su fecunda vejez se entregaba por espacio de hasta ocho o diez horas diarias a la composición de obras diversas de historia, filosofía, narrativa y viajes, y a la colaboración en revistas nacionales y extranjeras.
Citemos La civilización en los cinco primeros siglos del Cristianismo (1859- 62), Crónica de la guerra de África (1859), Retratos históricos (1884), Galería histórica de mujeres célebres (ocho vols., 1886-89, v.), y entre las obras narrativas, Ernesto (1855), La hermana de la Caridad (1857) y El suspiro del moro (1885). Son también interesantes los libros escritos sobre temas italianos durante los viajes y el destierro: Fra Filippo Lippi y Recuerdos de Italia (véase).
A. Bianchini Fales