Nació en Estocolmo el 29 de enero de 1688 y murió en Londres el 29 de marzo de 1772. Hijo del obispo luterano y predicador de la corte Jesper Swedberg, estudió Teología, Filología, Matemáticas y Ciencias naturales. En Inglaterra (1710) experimentó la influencia de la escuela neoplatónica de Cambridge y la de Locke. Viajó por Holanda, Francia y Alemania y recibió influjos cartesianos, a consecuencia de los cuales empezó a plantearse el problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo. La publicación (que llevó a cabo a los veintisiete años) de la revista científica Daedalus hyperboreus le atrajo la atención de Carlos XII de Suecia, quien nombróle consejero de minas. Tras sus descubrimientos en los campos de la metalurgia y la mecánica fue elevado a la nobleza, con el nombre de Swedenborg por la reina Ulrica Leonor.
A un período de intensa actividad científica en su país (Opera philosophica et metallurgica, 1734), durante el cual estableció la cristalografía como sección de la filosofía de la naturaleza y empezó a intuir la importancia del cerebro; siguieron otra etapa de viajes al extranjero (1736-41), nuevas publicaciones (CEconomia regni animalis, 1740-41) y más viajes todavía. En 1744, en Londres, recibió la visión que le orientó hacia la actividad religiosa: «Yo soy el Señor, Creador y Redentor; te he escogido para que des a conocer a los hombres el significado interior, espiritual, de la Sagrada Escritura». En adelante, y aun cuando sin abandonar las investigaciones científicas, se dedicó principalmente a la especulación religiosa y teosófica (De cultu et amore Dei, 1747; Los arcanos celestes, 1749-58, v.).
Swedenborg une a un concepto mecanicista de la naturaleza la intuición de la unidad de los seres espirituales del universo (almas, ángeles, demonios) y la convicción de sus continuas relaciones mutuas; cree que de la calidad de los vínculos mantenidos con el mundo espiritual por los hombres depende el progreso o el retroceso en el camino del bien de cada uno de éstos. En dicho criterio general Swedenborg interpreta de una manera personal y no siempre ortodoxa los dogmas tradicionales cristianos; y así, aun cuando ajeno a la institución de un nuevo organismo eclesiástico, y tendente más bien a la renovación interior de la cristiandad de su tiempo, constituyó, en la práctica, otra comunidad: la «Nueva Iglesia», que tuvo adeptos en Escandinavia, en Alemania y, sobre todo, en Inglaterra.
G. Miegge