Eginardo

Nació en tomo al 770 en Maingau, de una familia acomodada, y murió en Seligenstadt el 14 de marzo de 840.

Incli­nado al estudio en el monasterio de Fulda, la Escuela de San Bonifacio, donde tuvo por condiscípulo a Rabano Mauro, su nota­ble inteligencia le llevó a la corte de Carlomagno hacia 796; allí conoce a los literatos más ilustres del primer renacimiento carolingio y traba amistad con Alcuino.

Des­pertó general atención por su viva cultura, elocuencia natural y carácter agudo y bon­dadoso. Muy apreciado por el soberano, que le confió la superintendencia de los edificios imperiales, no desarrolló, empero, acción política alguna de relieve.

A la muerte de Carlomagno mantuvo la amistad de Ludo- vico Pío, quien debió de utilizarle como secretario y que le entregó tierras en Maingau (Michelstadt, Mülinheim), concedién­dole cuatro monasterios, de los que fue opu­lento abad seglar (estaba casado con una mujer llamada Emma).

En 830 abandonó la corte para retirarse a Mülinheim. Can­sado y desalentado por el torbellino de los acontecimientos políticos, fundó la abadía de Saligenstadt y pasó los últimos años de su vida en meditación y orando. Su nom­bre se halla particularmente vinculado a la Vida de Carlomagno (v.), escrita, según parece, entre 817 y 822.

De inspiración suetoniana, dicho texto ofrece, empero, un acusado carácter personal. Aun cuando no siempre digno de crédito debido a que fre­cuentemente algunas de sus noticias están influidas por la simpatía del autor hacia el protagonista, marca, sin embargo, un fran­co progreso respecto de la historiografía de los anales y crea un nuevo tipo de héroe, el «señor» Carlos, que no dejará de pesar en el sucesivo conjunto de la historia y la literatura medievales.

G. Vinay