Nació en Corinto entre el 365 y el 360 a. de C. y murió en Atenas después de 292. Todavía joven, marchó a esta última ciudad para estudiar retórica en la escuela de Teofrasto y en otras.
En la capital ateniense permaneció siempre en la condición de «meteco», o sea de extranjero, por lo cual no pudo gozar allí de la plenitud de los derechos políticos y hubo de limitarse a escribir discursos para otros.
Sin embargo, durante el gobierno filomacedonio que dominó Atenas tras la muerte de Alejandro Magno (323), llegó a ser un logógrafo muy apreciado. Libre de nuevo el país gracias a Demetrio Poliorcetes (307), Dinarco fue acusado de amistad con Macedonia, por lo que juzgó oportuno desterrarse de manera voluntaria a Euba, siendo condenado a muerte en rebeldía.
Cuando en 292, y por intervención de Teofrasto, pudo regresar a la patria, hubo de entablar un proceso contra su huésped Proxeno a fin de recuperar el dinero que le había confiado. Aun cuando no poseyera la originalidad de los grandes oradores y hubiera sido borrado por Dionisio de Halicarnaso del canon helenístico de aquéllos, logró, sin embargo, vivir cómodamente de la redacción de innumerables discursos (ciento sesenta entre auténticos y apócrifos), en los que la inspiración artística se halla superada por una buena estructura técnica.
De este conjunto oratorio conservamos sólo tres textos enteros y títulos y fragmentos de los perdidos (v. Discursos).