Nació en Tobolsk, en Siberia, último de catorce hijos, el 7 de febrero de 1834; murió en Petersburgo el 2 de febrero de 1907. Su padre, director de Instituto, y su madre, de familia de comerciantes, eran de ideas abiertas y liberales y acogían en su casa tanto a las autoridades como a los intelectuales desterrados, llamados decembristas. El padre se volvió ciego y la madre ocupó entonces la dirección de una fábrica, sin dejar de cuidar la educación moral e intelectual de sus hijos, con especial amor por el último, Dimitri, el cual, aunque muchacho precoz por su inteligencia y por su espíritu de observación, no se mostró, en cambio, diligente estudiante. Sin embargo, aun profundamente reacio al latín, logró pasar con éxito en 1850 el examen de aptitud. Muerto el padre, se trasladó con la madre, que había abandonado los negocios, a Petersburgo, donde en el mismo año se matriculó en la Facultad de Física y Matemáticas del Instituto Padagógico de aquella ciudad.
Muerta al poco tiempo su madre, el Instituto vino a ser, como solía afirmar, su casa y su familia. Conseguida la licenciatura a los veintiún años con una excelente disertación sobre isomorfismo, aunque no gozaba de buena salud — lo que le obligó a una estancia de unos meses en Crimea — se preparó para el examen del Magisterio con una memoria sobre «volúmenes especiales». En otoño de 1856 fue nombrado profesor de Química en la Universidad de Petersburgo, donde enseñó hasta su muerte. Mendeleev fue uno de los químicos más geniales del siglo XIX: realizó importantes investigaciones de Física y Química, formuló teorías sobre la naturaleza de las soluciones, sobre el origen del petróleo y estudió los yacimientos de carbón fósil del Donetz. Debe su fama sobre todo a la «Ley periódica de los elementos», conocida con su nombre, ley que enunció independientemente de L. Meyer, influenciado como éste por las ideas de Cannizzaro. Mendeleev publicó la tabla de los elementos, compilada por él, en la revista de la Sociedad Físico-Química rusa.
Y no sólo comprobó la periodicidad en las propiedades físicas y químicas de los elementos en función de su peso atómico, sino que dedujo algunos principios que sirvieron para ulteriores descubrimientos. El más importante de estos principios es el de la «atomanalogía», que, además de corregir el peso atómico de un elemento, en el caso de que estuviera equivocado, permitió prever la existencia de otros elementos todavía no descubiertos. Las incertidumbres y las lagunas que presentaba la clasificación de Mendeleev pronto fueron aclaradas y llenadas por los estudios de varios científicos. Mendeleev escribió los Principios de Química (1868- 69, v.), que contribuyeron a difundir su teoría y que fueron traducidos a muchas lenguas. Abandonada la enseñanza, dedicó su atención a la formación de la juventud, a la organización de los estudios académicos y al estudio de la organización social del pueblo ruso, recogiendo sus observaciones en los volúmenes últimos pensamientos (1905) y Noticias sobre Rusia (1906).
M. Gina