Nació en Kolozsvár (Transilvania) el 6 de julio de 1879 y murió de hambre en marzo de 1945, durante el asedio de Budapest. Realizados los estudios en las universidades de esta ciudad y París, fue profesor de segunda enseñanza, y, tras el primer gran éxito literario, alcanzado en 1919, abandonó la profesión docente. Antes de darse a conocer como escritor en las columnas de la revista de vanguardia Nyugat, había publicado varios estudios lingüísticos notables. Su novela inicial, No hay salvación, apareció en 1917; hasta la segunda, empero, La aldea trastornada (v.), no se manifestaron plenamente las virtudes y los defectos del vigoroso genio romántico de Szabó. Burgués por nacimiento y educación, y hombre de una vasta y refinada cultura europea, se hallaba, sin embargo, obsesionado por la idea según la cual sólo en el campesino persistían aún las energías y los valores originales de su raza, en tanto las otras clases sociales no eran sino una torpe deformación del primitivo carácter nacional, consecuencia del influjo de la civilización occidental y, en particular, del cristianismo.
Esperaba de la revolución que siguió a la primera Guerra Mundial la redención del labrador oprimido, y, a causa de ello, simpatizó con los extremistas de izquierda; pronto, no obstante, desilusionado, pasó al campo opuesto. Como tampoco la contrarrevolución llevara a cabo la regeneración en la cual soñaba, libró una encarnizada batalla contra todas las esferas directivas del país. Las visiones apocalípticas de La aldea trastornada, las crueles acusaciones y los desenfrenados insultos de la novela ¡Auxilio 1 (1925), e incluso la obra artísticamente más completa del autor, Vida maravillosa (1921), se inspiran no tanto en el noble desprecio del idealista como, sobre todo, en el odio diabólico del escritor, morbosamente egocéntrico, y cuya frenética pasión sólo en raros momentos de gracia se calma y deja brillar sus admirables dotes poéticas.
La abundante y viva fantasía de Szabó, la fuerza sugestiva de sus descripciones y la vigorosa belleza de su estilo expresivo y dinámico le hubieran convertido en el narrador húngaro más ilustre de su época de no haberle faltado la armonía interna, la disciplina y la conciencia de la proporción, facultades inconciliables con su temperamento, intolerante incluso con las limitaciones que él mismo, en cuanto artista consciente, procuraba imponerse de vez en cuando. De tal suerte, pues, el poeta y el artista iban quedando superados progresivamente en Szabó por el polemista y el agitador, cuyas ideas y actitudes proféticas ejercían una atracción irresistible sobre la juventud húngara. Y así, las grandes inspiraciones se hicieron cada vez más raras, y sólo bastaban ya para algunos hábiles cuentos o fragmentos de novela, en tanto la actividad de ensayista continuaba abundante y alcanzó su punto culminante en el período 1934-39. Su producción de este género está reunida en tres grandes tomos titulados Todo el horizonte.
E. Várady