Nació el 28 de octubre de 1466 (o quizás en 1469, aunque como todas las noticias referentes a la familia y la infancia de Erasmo son discutibles, nos atenemos a los datos tradicionales) y murió el 12 de julio de 1536, en Basilea.
Su padre, Gerardo de Praét, era natural de Gouda, y su madre, Margarita, hija de un médico de Sevenbergen. Como no existiera unión legítima, el niño hubo de llamarse Geert Geertsz (Gerardo hijo de Gerardo). Más tarde, empero, adoptó el nombre grecolatino Desiderio Erasmo (de Desiderius, deseado, y Erasmios, amable o amado).
Aunque en aquella época un nacimiento irregular no fuera considerado cosa deshonrosa, tal origen sirvió luego a los numerosos enemigos del gran sabio para difamarle. Se le creyó también hijo de un cura que, luego de abusar de su sirvienta, le hizo dar a luz en Amsterdam el fruto del pecado.
Más probable resulta la afirmación según la cual el padre abandonó los Países Bajos, marchó a Italia y, ante la falsa noticia de la muerte de Margarita, se ordenó de sacerdote en Roma. En cuanto al cambio de nombre, se trataba de algo frecuente en aquella época: los humanistas solían entonces adoptar uno procedente del griego o del latín.
El celebérrimo erudito pasó los primeros tiempos de su vida en Utrecht, donde figuró entre los pequeños cantores del coro de la catedral. A los nueve años se le envió a Deventer; allí estudió con provecho. Vuelto ya de Italia, su padre murió casi al mismo tiempo que Margarita y antes de haber podido legitimar su matrimonio, quedando Erasmo huérfano a los catorce años. Sus tutores le mandaron al seminario de Bois-le-Duc y luego, cuando el joven cumplió los diecisiete años, a un convento de Steyn, junto a Gouda.
Seguramente vestiría el hábito. Sin embargo, la vida propia del cenobio, repartida entre largos oficios y buenas comidas, no era lo que deseaba. De todas formas, tuvo ocasión de aumentar considerablemente su cultura literaria con la lectura de las obras de Lorenzo Valla, que había editado numerosos clásicos latinos, y de adquirir el dominio del latín.
Ejercitóse asimismo en la pintura. Posiblemente hubiese permanecido allí de no haber sido recomendado por el obispo de Utrecht al prelado de Cambrai, Henri de Bergues, quien manifestó la intención de tenerle junto a sí y llevarle a Roma, proyecto que, sin embargo, no llegó a realidad. En compensación, Erasmo obtuvo una beca en el colegio Montaigne de París. Obligado a dar lecciones particulares para ganarse el sustento, tuvo la fortuna de conocer a un gentilhombre inglés, lord William Mountjoy, de quien se convirtió en preceptor y amigo.
Sus éxitos universitarios atrajeron la atención de sus compatriotas, por lo que la marquesa de Nassau erigióse en protectora suya y le aseguró una pensión. De esta suerte, Erasmo pudo viajar por Inglaterra, y en Oxford prosiguió sus estudios de griego. Vuelto a Francia, publicó Adagiorum collectanea, primera edición de los Adagios (v.), y luego marchó a Lovaina; allí se relacionó con el futuro papa Adriano VI.
Dirigió también la publicación de las Adnotationes de Lorenzo Valla al Nuevo Testamento (1505), texto que apareció con un interesante prólogo. En su segunda estancia en Inglaterra, enseñó griego en Cambridge. En 1506 emprendió el viaje más importante de su vida, y obtuvo en Turín el doctorado en Teología (4 de septiembre de 1506).
Estuvo en Bolonia y Florencia, y pasó un año en Roma, donde conoció a los cardenales Pietro Bembo, Domenico Grimaldi y Giovanni de’ Medici (el futuro León X). Logró de Julio II la dispensa de los votos monásticos y rechazó las excepcionales ofertas del Vaticano, que le proponía la aceptación del cargo de penitenciario, empleo gracias al cual hubiera podido alcanzar las más altas dignidades eclesiásticas. Sólo del propio Erasmo dependía su ascensión al cardenalato, deseada por su compatriota, amigo y condiscípulo Adriano VI.
Al final de su vida, también Paulo III trató en vano de elevarle a la púrpura cardenalicia: el candidato seguía rechazando tales propuestas, con el pretexto de su salud y de los estudios. Desde Roma se dirigió a Venecia, donde hizo publicar por Aldo Manuzio la segunda edición de los Adagios; luego reside en Padua, como preceptor del hijo natural de Jacobo Estuardo.
En 1509, llegado Enrique VIII al trono de Inglaterra, Erasmo, que le había conocido cuando príncipe, marchó a Londres, donde fue recibido por Tomás Moro, entonces canciller. Allí escribió, según parece, en siete días y sin consultar ningún libro, su Elogio de la locura (v.), que juzgaba de escasa importancia, pero que obtuvo un extraordinario éxito. Vuelto a los Países Bajos, estuvo a punto de ser escogido como preceptor del futuro Carlos V, de quien, sin embargo, sólo fue nombrado consejero; en calidad de tal recibió una pensión.
Por aquel entonces surgió una polémica entre Erasmo y Reuchlin acerca de la pronunciación del griego. Sostuvo otra con los humanistas italianos, Bembo entre otros, quienes consideraban el latín de Cicerón el único digno de ser empleado; Erasmo no era tan purista como para darles por completo la razón, y defendió el lenguaje de los otros clásicos latinos en su Ciceronianus. En 1521, y tras una vida errante, establecióse en Basilea, donde Froben publicaba las obras completas de nuestro autor.
Desde tal ciudad mantuvo una densa correspondencia — equiparada por su interés, ya que no en extensión, a la de Voltaire — con los grandes de Europa, reyes y pontífices. Francisco I hubiera deseado colocar a Erasmo en la dirección del Collège de France, fundado por entonces; sin embargo, y a pesar de la insistencia de Budé, el gran humanista juzgaba imposible la aceptación del ofrecimiento, toda vez que era súbdito y beneficiario de Carlos V, monarca rival del francés.
En Basilea, por otro lado, Erasmo podía vivir más tranquilo que en parte alguna. Como todos sus contemporáneos, se interesó por las cuestiones religiosas, objeto de ardientes discusiones en aquel tiempo, y mantuvo una larga correspondencia con Lutero, con el cual sólo se hallaba de acuerdo de manera superficial. Erasmo consideraba necesaria una reforma de las costumbres, no de la fe. Asustado por la violencia de Lutero, compuso contra sus doctrinas la Diatriba sobre el libre albedrío (v.), a la que el heresiarca respondió con Del servil arbitrio (v.). A pesar de esta moderación, que le atrajo duras críticas tanto de los católicos como de los protestantes, en 1527 vio condenadas por la Sorbona treinta y dos proposiciones contenidas en los Coloquios familiares (v.).
En Basilea vivió en compañía de hombres eminentes y de intelectuales como Froben y Holbein. Su «gabinete» era una de las principales curiosidades de la ciudad. Aun cuando deseara permanecer allí hasta el fin de sus días, no pudo cumplir sus anhelos: los progresos conseguidos por la Reforma en la ciudad le obligaron a trasladarse a Friburgo de Brisgovia, donde los magistrados comunales le hospedaron en el palacio que anteriormente ocupara el emperador Maximiliano. Allí vivió seis años llenos de melancolía. Finalmente regresó a Basilea. Paulo III concedióle importantes beneficios eclesiásticos, de los que la muerte no le permitió disfrutar. Sepultado en Basilea, se le grabó en la tumba su divisa «Nulli cedo».
J. Grenier