Nació en Londres, probablemente en septiembre de 1660, y murió el 26 de abril de 1731 en Ropemaker’s Alley, Moorfields. Hijo de un cerero, más tarde carnicero, llamado James Foe (Daniel, en efecto, cambió el apellido paterno por De Foe hacia 1703), a pesar del origen modesto de su familia pudo estudiar en el seminario disidente de Stoke Newingt’on.
Sin embargo, se dedica luego al comercio y, según parece, a causa de tal actividad viajó por España, Francia, Italia y Alemania. A su regreso, en 1683, establece en su país un negocio de mercería, y casi un año después contrae matrimonio con Mary Tuffley, de la cual tuvo siete hijos. Al mismo tiempo empieza a interesarse por la política, toma parte en la sublevación de Monmouth y favorece el advenimiento de Guillermo de Orange. Víctima en 1692 de un fracaso financiero, trató de salir de apuros mediante la intriga, hasta el punto de que parece haber tenido contactos incluso con el mismo rey. En 1701 publicó El verdadero inglés (v.), poema que satiriza el prejuicio del pueblo respecto a un monarca extranjero, y en 1702, The Shortest Way with the Dissenters, libelo en que el autor se finge disidente y pide a toda costa la supresión total del «disentimiento».
Esta obra, nada grata, y la muerte de Guillermo de Orange empeoraron notablemente la posición del escritor, quien, al final, fue encarcelado (mayo-noviembre de 1703) y puesto en la picota. Convencido de que el deshonor de la cárcel había provocado su ruina, se dedica a una verdadera actividad de mercenario sin escrúpulos. En 1704, y después de haber publicado numerosos opúsculos abiertamente contradictorios, fundó el periódico The Review.
Agente secreto en Escocia a sueldo de Harley y Godolphin y con la misión de trabajar en favor de la unidad, al llegar Jorge I al trono se prestó a otras maniobras un tanto turbias. A causa de algunos escritos antijacobitas hubo de sufrir la persecución de los «whigs», quienes lograron tenerlo encarcelado durante cierto tiempo acusándole de traición. A partir de 1713, The Review cambia su título por The Mercator, nombre, como se advierte, bastante significativo. Sin embargo, hasta casi los sesenta años no manifestó De Foe una verdadera vocación literaria.
En 1715 había escrito ya The Family Instructor, texto fundado completamente en la moral puritana, y muchas biografías más o menos novelescas de personajes célebres; no obstante, el primer éxito importante dentro de un ambiente literario ávido en particular de obras de aventuras fue Robinson Crusoe (v.), de 1719, al que siguieron Memorias de un caballero (v.), Las aventuras del capitán Singleton (v.), Moll Flanders (v.), La peste de Londres (v.), El coronel Jack (v.), Lady Roxana (v.) y otras producciones.
La misma estructura de esas novelas muestra el carácter singular de nuestro autor, inclinado más bien a la fácil ganancia que a una seria labor literaria. De Foe, en efecto, sometía a la consideración del editor un esquema de la obra que pensaba escribir y luego procedía a su redacción de acuerdo con el número de páginas previamente establecidas en el contrato. Jamás dejó pasar ocasión alguna de hacer su propia publicidad y logró incluso, tras haber escrito la biografía de un delincuente, que éste, en el día de su ejecución, le entregara directamente un ejemplar del mencionado texto ante la muchedumbre reunida para contemplar el cumplimiento de la sentencia. Además de sus novelas cabe citar Un viaje alrededor de toda la isla de Gran Bretaña (v.), especie de guía de Inglaterra; The Political History of the Devil, ensayo sobre el ocultismo, y El perfecto comerciante inglés (v.).
Nuestro autor, de vida moralmente equívoca como se deduce de lo expuesto, representó con sus obras la nueva fuerza de la burguesía inglesa y escribió siempre en un lenguaje concreto y realista; sin embargo, en todas sus novelas se dan evidentes incongruencias psicológicas. Es considerado por muchos como el precursor de la narrativa realista moderna y del periodismo; pero, en realidad, el verdadero fundador de la gran tradición de la novela inglesa fue Henry Fielding.
R. Sanesi