Nació en Yu-ch’i (Fu- kien) en 1130 y murió en 1200. Es uno de los grandes filósofos chinos de nuestra era y vivió en la época de los Sung meridionales (1127-1279), habiendo nacido veinte años después de la muerte del último de sus precursores, Ch’eng I-ch’uan.
El cambio político ocurrido en esos veinte años había sido profundo. La dinastía Sung, aunque eminente desde el punto de vista cultural, no fue nunca fuerte en lo militar, como las dinastías Han y T’ang, y sufrió el mayor desastre cuando en 1127 perdió la capital K’ai-fêng a manos de los Jurcet, tribu tungusa del Nordeste, siendo obligada entonces a establecerse al sur del río Azul.
Este acontecimiento marcó la división de la dinastía Sung en dos ramas: los Sung septentrionales (960-1126) y los Sung meridionales (1127- 1279). Culturalmente, las escuelas filosóficas de los hermanos Ch’êng (v. Chang Tsai) prepararon a Chu el terreno para definir el neoconfucianismo racionalista y monístico-realista que, después de su muerte, triunfó y sobrevivió hasta 1905.
Chu siguió la «Escuela de la Norma» [«Li Hsüeh»], el monismo realista de Ch’ên I. Su amigo Lu- Chiu-yüan (1139-1193), habiéndose separado de él, perfeccionó la «Escuela de la Mente» [«Hsin Hsüe»], de Ch’ûng Hao (v. Chang Tsai), el monismo intuicionista, esforzándose por valorizar la iluminación o intuición interior, que Wang Shou-jén llevará más tarde al ápice de su perfección. De todos modos, ambos son monistas.
Desaparece entonces el dualismo tradicional, llamándose ambos confucianos para eludir quizá la censura. El neoconfucianismo, en resumen, es la síntesis elaborada «ex novo» de la antigua doctrina del Sabio, del budismo, del taoísmo filosófico (a través del ch’anismo) y del taoísmo religioso.
Hijo de un empleado, Chu fue un muchacho precoz y a los diecinueve años consigue el doctorado. Habiendo alcanzado un empleo del Estado (fue también gobernador del Kiangsi), estudió el budismo y el taoísmo y se dice que durante cierto tiempo fue bonzo, pero que posteriormente, bajo la guía de un profundo filósofo, Li T’ung (1093-1163), se transformó en ardiente confucionista, aplicándose a poner en práctica sus teorías.
Solía retirarse a menudo a la «gruta del Ciervo Blanco» [«Pai Lu Tung»], en las montañas del Ku-ling, que se convirtió en un cenáculo de estudiosos. Pero sus doctrinas no fueron aceptadas, sino, por el contrario, combatidas mientras vivió, y él mismo fue atacado de muchas maneras, como suele ocurrir a todos los grandes pensadores.
El desaliento le llevó a la tumba en 1200; pero veintiún años después de su muerte, fue admitido su obelisco en el Templo Confuciano, y él mismo venerado con el nombre de Wen Li [«Razón Literaria»]. Más que innovador, fue un genial sistematizador de doctrinas anteriores, enriqueciéndolas, sin embargo, con su argumentación sutil, pensamiento clásico y vasta cultura. Su producción literaria es copiosa (v. Chu Tzü Ch’üan Shu).
Pero su fama la debe, sobre todo, a la revisión de la historia de Ssû- ma-Kuang titulada T’ung Chien Kang Mu (v.) y a sus Comentarios a los Ssû Shu, que fueron obligatorios bajo los Yüan (1113, siendo emperador Jen Tsung) y confirmados de nuevo bajo los Ming (1368-1643) y los Ch’ing (1644-1912), hasta la abolición de los exámenes estatales en 1905.
Bajo la dinastía Ch’ing resurge la «Escuela de los Han» contra la «Escuela de los Sung» de nuestro autor. Hubo una histórica y larga controversia entre las dos divergentes interpretaciones, pero las circunstancias -dieron también, en esta ocasión, la razón a Chu, hasta la introducción de la filosofía occidental en China.
B. Fedele