Nació el 4 de agosto de 1874 en Cérilly en el Bourbonnais (hijo, como él mismo cuenta en una carta a Maurice Barrés, de dos mendigos) y murió en la misma localidad el 21 de diciembre de 1909. Sólo Gide, Valéry Larbaud y E. Guillaumin representaron, en sus funerales, a aquel París literario al que había llegado a los veinte años desde Moulins, donde había estudiado, para desempeñar en la capital un modestísimo empleo municipal hasta su muerte. Menos de un año bastó, sin embargo, para que fuera descubierto el escritor. Los simbolistas, desde René Ghil hasta Mallarmé, lo estimularon a la poesía; pero el «pequeño poeta de las cloacas» dejaría en la novela una huella muy fuerte de sí mismo : en los patéticos relatos en los que transponía dotándolos de una luz que procedía quizá solamente de su corazón, las más amadas figuras de su vida, junto a aquellas en las que Fargue vio la imagen «desdoblada» del autor: Bubu, Raphael, Croquignole, «imágenes del bárbaro que Philippe no podía ser, brutalmente amados por las mujeres, a las que Pierre, Jean y Claude, más semejantes a él, no lograban retener…».
Los rostros más conocidos, los inolvidables, se llamarán Charles Blanchard en la novela homónima, en la que vuelve a crear, a su manera poética, la vida desesperada y mísera de su padre; y Berthe Méténier, en su más célebre libro Bubu de Montparnasse (v.), en donde la prostituta enferma que encontró en 1898, y que fue su compañera, es elevada a símbolo, iluminada por la piedad y redimida por su profundo amor humano, por su despierta conciencia social, por su fuerza poética. Quatre histoires de pauvre amour (1897), La Bonne Madeleine et la Pauvre Marie (1898) y La madre y el niño (1900, v.) habían precedido al Bubu, publicado en 1901; entre las nueve novelas que siguieron figuran María Donadieu (1904, v.), Croquignole (1906), Charles Blanchard (póstumo, 1913); un volumen de Lettres à Vandeputte (1911).
Siempre aparece viva la silenciosa provincia francesa, desoladamente auténtica, en las páginas del primer escritor «populista» de finales de siglo. Philippe se extinguió, a consecuencia de una inesperada meningitis, subsiguiente a un tifus, murmurando «es hermoso, es hermoso», quizá refiriéndose a la niebla que velaba ahora dulcemente sus ojos a la vida, de la que había visto sobre todo las plagas más dolientes. También aparecieron póstumamente Dans la petite ville (1910), Lettres de jeunesse (1911) y Lettres à sa mère (1928).
G. Veronesi