César Vallejo

Poeta peruano nació en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, en 1893, y murió en París en 1938. Hizo su elogio fúnebre el poeta francés Louis Aragón. Mestizo y provinciano, su familia pensó en dedicarlo al sacerdocio: era el menor de los once hermanos; este pro­pósito familiar, acogido por él con ilusión en su infancia, explica la presencia en su poesía de abundante vocabulario bíblico y litúrgico, y no deja de tener relación con la obsesión del poeta ante el problema de la vida y de la muerte, que tiene un indudable fondo religioso. Hizo los estudios de se­gunda enseñanza en el Colegio de San Ni­colás (Huamachuco), los de Filosofía y Le­tras en la Universidad de Trujillo y los de Derecho en la Universidad de San Marcos (Lima).

Trabajó como maestro y a los vein­ticinco años, un desengaño amoroso lo im­pulsó a abandonar la provincia y a estable­cerse en Lima. Según cuenta Antenor Orre- go, parece que fue muy difícil evitar que el joven hiciera uso de una pistola para vengar el agravio. Estuvo en la cárcel de Trujillo varios meses, acusado de robo e incendio en una revuelta popular (1920-1921), y se fue a París en 1923, donde se casó con una francesa; expulsado por la policía, después de dos viajes a la Unión Soviética (1928 y 1929), vivió en Madrid de 1930 a 1932, vol­viendo después a París, donde malvivió hasta su muerte; murió en la miseria o, como observa René Bazin, quizá de miseria. Vallejo es un poeta que arranca del modernismo (v. Poesías de Vallejo) para recorrer el camino del ultraísmo, del creacionismo y del surrealismo en una carrera de rebeldía que lo hace estar en constante lucha con la métrica, con la gramática, con los con­vencionalismos y con la vida misma; pero su instrumento de lucha es la poesía, por­que es un poeta extraordinario.

Sería inte­resante trazar su paralelo con otro poeta de América, el mexicano López Velarde: uno y otro arrancan del modernismo, los dos murieron jóvenes y los dos evoluciona­ron hacia una poesía de esencias nacionales y humanas, aunque Vallejo deriva hacia un con­tenido social que lo lleva hacia exotismos políticos muchas veces incompatibles con la propia inspiración. El análisis que de su obra y su significación poética hace José María Valverde en el Diccionario Literario (v. Poesías de Vallejo) es de gran interés. En prosa, aparte sus artículos sueltos, reco­gidos muchos de ellos en Escenas Melogra- fiadas le debemos tres narraciones : el cuento Más allá de la vida y de la muerte, pre­miado en 1921; Fabla Salvaje, que Ander- son Imbert llama «historia de una neuraste­nia» (1923), y Tungsteno (1931), una novela breve de ambiente minero y peruano, y de propósitos antinorteamericanos, para lo que el militante comunista encuentra abundante tema en la explotación minera del indígena y el servilismo conseguido con dinero por los explotadores.

Mas siempre el interés social y político aleja al interés literario. No debe quedar sin mención el trabajo de tesis con que se graduó el estudiante con el tema El romanticismo en la poesía cas­tellana (1915). Pese a todo, está en lo cierto Valbuena Briones cuando afirma que la obra poética de Vallejo representa un firme pilar en las letras hispánicas contemporáneas. Y es más: a nuestro juicio, en la historia de los «ismos» poéticos de la primera mitad del siglo XX, entre la infecunda hojarasca propia del crecimiento ,y de la rebeldía, a la que no es ajeno el poeta, sería difícil en­contrar un lírico de mayores proporciones.

J. Sapiña