Antón Pavlovich Chejov

Nació el 17 de enero de 1860 en Taganrog y murió el 2 de julio de 1904 en Badenweiller. Cabe con­siderarle el epígono más representativo de la gran narrativa rusa del siglo XIX y, al mismo tiempo, el más abierto a las corrien­tes modernas.

Procedente de una familia de hábitos sencillos y escasos medios, cuya cabeza, el modesto mercader Pavel, era nie­to de un siervo de la gleba, Chejov acabó los estudios secundarios en Taganrog, donde permaneció solo tras la marcha de sus fami­liares a Moscú.

Entre 1879 y 1884 cursa Medicina en la Universidad de la capital; pero, más interesado en la literatura que en la ciencia médica desde hacía algunos años, pospuso ésta a aquélla, y pronto difun­dió su nombre a través de varias narracio­nes humorísticas, en 1886, en un libro con el título Cuentos de varios colores (v.).

Alentado por el escritor Grigorovich y el director del periódico Novoe vremja [Tiem­po nuevo], Suvorin, con quien estableció una cordial y duradera amistad, y librado ya de las formas un tanto forzadas del cuen­to humorístico, a partir de 1886 encontró Chejov su verdadero camino de narrador inte­resado en los más candentes problemas de la vida y de la personalidad humana. En 1887 aparece el característico relato La es­tepa (v.), escrito al mismo tiempo que el drama Ivanov (v.), primera obra suya tea­tral reconocida por él mismo y conseguida tras varios intentos frustrados.

En adelante, la existencia del autor careció de aconte­cimientos relevantes, excepto un viaje a la isla de Sakhalin, realizado a través de Siberia a la ida, y a lo largo de las costas de la India al regreso; de tal expedición dejó constancia en el libro La isla de Sakhalin (1891). Durante la penuria de 1892-93, que azotó a la Rusia meridional, Chejov participó en la obra de socorro sanitario.

Luego vivió largo tiempo en la pequeña propiedad de Melichovo, no lejos de Moscú, donde escri­bió la mayor parte de sus narraciones y de sus textos teatrales más famosos. Enfermo de tuberculosis, hubo de trasladarse a Cri­mea, y desde allí, por razones de la cura, realizó frecuentes viajes a Francia y Ale­mania. En los últimos años del siglo se pro­dujeron en su existencia dos hechos que sin duda modificaron su curso: la nueva orientación del escritor hacia la izquierda, que le alejó de su amigo Suvorin, conser­vador, y el éxito de su drama La gaviota (v.) en el Teatro de Arte de Moscú, de Stanislavski y Nemirovich-Danchenko.

A sus nuevas tendencias y al ejemplo de Korolenko se debió también su dimisión de la Academia, que, tras haber nombrado miem­bro honorario a Gorki, acató la orden del gobierno y tuvo que anular el nombra­miento. La fortuna de La gaviota conven­ció inesperadamente a Chejovde su capacidad como escritor dramático tras sus propias dudas acerca de ello debidas al fracaso del mismo drama en el Teatro Aleksandrinski de San Petersburgo. A la obra citada siguie­ron, con no menor éxito, El tío Vania (v.) en 1898-99, Tres hermanas (v.) en 1901 y El jardín de los cerezos (v.) en 1904. Mien­tras tanto, el número de sus narraciones había aumentado considerablemente y a al­gunas de ellas se debió su progresiva fama como representante asimismo del humor y el espíritu de su época y del característico producto de ésta, la «inteligentzia» (así Mi vida [v.], La sala n.° 6 [v.], Relatos de un desconocido [v.], El monje negro [v.], Una historia aburrida [v.], etc.).

Como en los dramas, también en las narraciones resulta posible percibir una atmósfera determinada: la que fue llamada precisamente «chejoviana», particular estado de ánimo definido por Korolenko como el de un alegre melancó­lico.

Cabe advertir que existe un nexo entre el Chejov jovial e irreflexivo de la adolescen­cia y la primera juventud, interesado, según describe su hermano, en la recopilación de anécdotas destinadas a facilitar su colabo­ración en las revistas humorísticas, y el de la madurez, inquieto —según la bella ima­gen empleada por la actriz Olga Knipper, que en 1898 llegó a ser su esposa— cual una gaviota que, en vuelo sobre el mar, no sabe dónde posarse.

La aguda intuición de la tristeza de la vida que muchos atri­buyen erróneamente sólo al Chejov de los años maduros, se hallaba ya en él precisamente tras la alegría y la despreocupación del joven estudiante de Medicina, oculto, como si de revelar su propia naturaleza se aver­gonzara, bajo algunos seudónimos.

De la misma forma, la capacidad de ver a las cria­turas humanas en envolturas hechas adrede para provocar la risa, continuó caracteri­zando su estilo, aun cuando atenuada en matices de parodia, fantasía o espejismo, y de transposición, finalmente, fuera de la realidad cotidiana, hacia un hipotético fu­turo lejano.

Dentro de su diversidad, efec­tivamente, Chejov, en cuanto a los aspectos artístico y espiritual, resultó uniforme. Con ello queremos decir, como lo afirmó él de la existencia, que se mostró a la vez extra­ordinariamente simple y complejo, y si, no juzgándose pesimista, puso de relieve los pliegues más tristes y ocultos de la natu­raleza humana, fue precisamente porque, según dijo él mismo, amó la vida.

Todo ello, como es natural, quedó también reflejado en la forma, o sea en el estilo propiamente dicho, que Tolstoi determina cuando, tras haber afirmado que, en cuanto artista, nues­tro autor no podía ser comparado con los precedentes escritores rusos Turguenev, Dostoievski o él mismo, observa: «Chejov po­see, como los impresionistas, una forma pro­pia.

Veamos: el artista va poniendo los colores sin haber establecido, aparentemen­te, una selección previa, es decir, al buen tuntún y como si las pinceladas no guar­daran relación mutua alguna. Alejémonos, empero, un tanto; contemplémoslo nueva­mente, y recibiremos del conjunto una im­presión extraordinaria: ante nosotros se halla un cuadro evidente e indiscutible».

Sin embargo, la plena conciencia del valor artístico de la obra de Chejov no se alcanzó hasta más tarde; sea como fuere, cabe re­cordar la admiración que hacia ella expe­rimentó asimismo Gorki y la influencia ejercida por nuestro autor, fuera de Rusia, en Katherine Mansfield.

E. Lo Gatto