Nació el 20 de julio de 1754 en Paray-le-Frésil (Bourbonnais) y murió en París el 9 de marzo de 1836. Destinado por su noble origen a la carrera militar, pronto llegó a coronel.
En 1789 es elegido diputado por la nobleza del Bourbonnais e ingresa en la Asamblea Constituyente con la mayoría de los nobles; una vez miembro de tal organismo, aproximóse a Lafayette y votó casi todas las propuestas orientadas al establecimiento del nuevo régimen.
Al estallar la guerra con Austria y Prusia, actuó de nuevo en el ejército como coronel y, nombrado luego mariscal de campo, fue puesto al frente de la caballería de las fuerzas del Norte, dirigidas por Lafayette. Cuando éste abandonó las tropas y pasó la frontera, Destutt no quiso seguirle; no obstante, se había hecho firmar por él un permiso ilimitado, por lo que, vuelto a París, retiróse a Auteuil con su familia.
Durante el Terror, acusado de ser partidario de los aristócratas y adversario del pueblo, se le encarcela. Tras la caída de Robespierre, fue libertado (1794) y llamado al Instituto Nacional, donde leyó algunas memorias, esbozo de su futura gran obra acerca de ¿a ideología. En 1799 se le nombra para el Consejo de Instrucción Pública.
Después del golpe de estado llevado a cabo con el apoyo de los ideólogos, llegó a senador. La Constitución del año VIII, sin embargo, no le satisfizo, aunque prosiguió la obra emprendida en el Consejo de Instrucción Pública y presentó allí un Informe sobre el estado de la cultura francesa y los mejoramientos que en ella podían efectuarse; tal relación, aprobada por el Consejo, fue enviada al ministro, aun cuando sin éxito, porque Napoleón veía ya con malos ojos a los ideólogos y, tras las conjuraciones y atentados contra su persona, disolvió el Consejo de Instrucción Pública, integrado por aquéllos, y más tarde suprimió en el Instituto la sección de Ciencias Morales, a la cual pertenecía Destutt A pesar de ello, éste no interrumpió sus elaboraciones pedagógicas, que ordenó en Observaciones acerca del sistema actual de educación pública (v.).
En 1801 publica la primera parte (la Ideología propiamente dicha) de su gran obra Elementos de ideología (v.), en 1803 la segunda, Gramática, y en 1805 la tercera, Lógica. En 1806 y 1807 elaboró el Comentario acerca de «El espíritu de las leyes» de Montesquieu (v.), que, a causa de las alusiones al gobierno napoleónico y de la simpatía que revelaba por la Constitución liberal, no pudo ver la luz en Francia, pero fue traducido por Jefferson en los Estados Unidos. En 1814 propuso y votó la deposición de Napoleón, con la esperanza de un retorno a las ideas de la Asamblea Constituyente.
Fue nombrado miembro de la Cámara de los Pares, pero se opuso a la reacción de 1815. Aquel año publicó la cuarta parte de los Elementos, el Tratado de la voluntad y de sus efectos; sin embargo, la segunda sección de este último, la Moral, quedó incompleta. La obra de nuestro autor es el fruto maduro de la escuela de los ideólogos. En la ideología pretendió reducir toda la vida psíquica al sentir (= conciencia), del que consideró modos la sensibilidad propiamente dicha, la memoria, el juicio y la voluntad.
Según él, mediante estas funciones forjamos todas las ideas. Para explicar cómo juzgamos la existencia, en el mundo externo, de seres distintos de nosotros (cuerpos), recurrió al sentimiento del esfuerzo voluntario y demostró que cuando éste queda impedido o detenido, imaginamos la presencia de una oposición ajena a nosotros (obstáculo o cuerpo). De este modo, abrió el camino a Maine de Biran.
En la gramática defendió como elementos indispensables del lenguaje el nombre y el verbo; presenta los restantes como innecesarios y accesorios, utilizados por los hombres para hacer más fácil y completa la expresión del pensamiento. En la lógica juzgó verdad primera y fundamental nuestro sentimiento (estamos seguros de sentir lo que sentimos), o sea el «cogito, ergo sum» cartesiano.
Denomina verdad de experiencia o de hecho los juicios que expresan nuestros sentimientos, de los cuales deduce, mediante el razonamiento, las verdades de razón o de raciocinio; de esta forma, el razonamiento no es sino una serie de juicios sucesivos, por lo cual cabe afirmar que el primero comprende el segundo, éste el tercero, etc. (Se trata, pues, de lo que los antiguos denominaban «sorites»).
G. Capone Braga