Personaje de la novela Teresa de Urbervilles (v.) de Thomas Hardy (1840-1928), viene a ser el «pendant» de la protagonista, aunque como figura artística tiene mucho menor relieve.
El mero hecho de que en la extraña disposición de «moralidad medieval» con que se agrupan los personajes (Tess es como el alma humana disputada entre los espíritus buenos y malos), Ángel Clare ocupe el lugar del personaje bello y angélico, prejuzga de todo su desarrollo, invistiéndole de un aura sentimental, solemne y pedantesca de la que jamás logra liberarse.
Además, en el plan de las desdichas de Tess que el oscuro destino parece haber trazado — aunque aquí no sea tan oscuro por cuanto bajo su máscara asoma el propio Hardy—, se da ya por sentado que Clare, a pesar de que ama a Tess, contribuirá a su ruina y por lo tanto, quiéralo o no, todos sus actos deben responder a aquella finalidad. De ahí la impresión de que sus movimientos son artificiosos y sus intervenciones se aceleran o se demoran según los casos. Hijo de un pastor puritano, sus ideas iluministas, que por otra parte el novelista no nos da jamás a conocer, le alejan de la familia aunque le abandonen cuando se trata de perdonar a Tess una falta de la que no es culpable (y ello sería humano en cualquier otro tipo que no fuera el de él).
En algún momento, esta artificiosidad de Ángel roza casi el ridículo, como cuando antes del matrimonio Tess insiste en confesarle la pesadumbre de su pasado y él se obstina en no quererla saber. Teniendo en consideración todo ello, incluso su intervención final parece haber sido retrasada adrede. Pero el colmo del absurdo se alcanza en una última escena, muy sentimental, en la que, según parece querernos sugerir Hardy, Ángel logra encontrar, aun antes de que Tess expire en la horca, un fácil consuelo en la etérea hermana de la desventurada.
N. D’Agostino