Nació en Venecia en 1483, de noble familia; murió en Blois el 8 de mayo de 1529. Fue discípulo predilecto de los más insignes maestros que había en la Venecia de aquel tiempo, como Sabellico, Musuro y Pomponazzi. De su fiel colaboración con el viejo Aldo Manucci nacieron algunas bellas ediciones de clásicos latinos. Famoso orador, obtuvo de la Serenísima el encargo de pronunciar discursos en honor de Caterina Cornaro, de Bartolomeo d’Alviano y del dux Loredan; fue también encargado de la custodia de la biblioteca del cardenal Besarion, con la finalidad de continuar la Historia de la República Veneciana (v.) que Sabellico dejara incompleta.
En 1525 fue embajador cerca de Francisco I con la misión de persuadirle a que fuera a Italia; y al año siguiente lo encontramos presente en el tratado de Madrid que liberó al mismo Francisco I, hecho prisionero en Pavía. Estando en Granada, en el verano de aquel mismo año, Navagero estimuló a Juan Boscán a intentar en castellano los metros italianos; tentativa que tanta importancia había de tener para la poesía española. A su estancia en España se deben también las cinco cartas a Ramusio, que figuran entre los primeros testimonios italianos sobre la vida y costumbres de la España del siglo XVI.
De su producción, que comprendía comentarios a la Poética aristotélica, estudios de Botánica, escritos históricos y «silvas» de varia lección, nos quedan las Orationes, algunas incoloras composiciones en lengua vulgar y los Lusus (v. Solaces), galanos poemas latinos de carácter bucólico y amoroso de finura catuliana. Tales Lusus, además de figurar en la Opera omnia preparada por sus amigos en 1530, fueron reimpresos en la célebre recopilación Carmina quinqué illustrum poetarum (Venecia, 1548). Gran amigo de Fracastoro, éste tituló con su nombre el diálogo Naugerius (v. Navagero).
A. Altamura