Poeta arabigoespañol. Nació en 1003 y murió en Sevilla en 1071. Gracias a sus facultades ingénitas, desde muy joven alcanzó el favor de Ibn Djawar, el que tras haber sido guardasellos del último rey Omiada, fue poderoso presidente del Senado y jefe del ejército de la república de Córdoba. Durante largos años, A. Z., protegido por el citado Ibn Djawar, actuó como embajador de Córdoba en diversas cortes de al-Andalus. Parece ser que llevó a cabo brillantemente su cometido, ahorrándose además con la lejanía, el peligro de caer víctima de las intrigas de los envidiosos de su talento. Pero no pudo evitar que le viniera la desgracia por las intrigas de los envidiosos del amor que había sabido despertar en Walada, durante una de sus cortas entancias en Córdoba.
Era Walada una hermosa e inteligente princesa de la familia de los Ben Humeya, amante y cultivadora de la poesía, que entre sus numerosos admiradores dio la preferencia a Z. Un rival despechado intrigó contra el favorecido cerca de Ibn Djawar, que prestó oídos a la acusación y mandó encarcelar a su antiguo protegido. Resultaron inútiles las súplicas de Z. para ser escuchado; y ya perdidas las esperanzas, ayudado por unos amigos, pudo escapar de la prisión y huir de Córdoba, de donde faltó durante algún tiempo. Pero el deseo de volver a ver a su amada le hizo regresar finalmente, y, desafiando los peligros que ello implicaba, vagar por los jardines de Az-Zahra con la esperanza de encontrarla, cosa que no se sabe si realmente consiguió. Pasó después algún tiempo recorriendo la España musulmana, y fue a parar, al fin, a la corte del príncipe poeta Al Mu’ Tamid, en Sevilla, quien le acogió calurosamente y le protegió.
J. R. Manent