VENDER LA PIEL DEL OSO ANTES DE CAZARLO

Martin Mosebach, El príncipe de la niebla,
Trad. de José Aníbal Campos,
Acantilado, Barcelona, 2012, 357 págs.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

por Anna Rossell

Tomando como punto de partida un hecho histórico de la alemania Guillermina y ubicando la acción en los últimos años del siglo XIX, Martin Mosebach (1951, Frankfurt del Meno, alemania) pergeña una fábula que es a la vez un retrato de época y de todos los tiempos, en tanto que saca a la palestra actuaciones universales del comportamiento humano. Éste es el mayor mérito de una novela que airea los entresijos de la mentalidad y la actuación del prototipo del estafador moderno, tan real en los años de aquel cambio de siglo como en la actualidad. El príncipe de la niebla, sobrenombre del protagonista Theodor Lerner, muestra los mecanismos más clásicos de hacer negocio a base de la especulación. Condensando en su nombre la esencia de su personaje –lerner significa en alemán aprendiz- Mosebach construye en el dueto de los principales protagonistas –la señora Hanhaus y Theodor Lerner- una relación maestra-alumno de la estafa. Ella, una mujer frívola de oscuro pasado, vividora a la caza y captura de cualquier negocio imaginable, consigue captar para sus fines al pupilo Lerner, un periodista ocasional cuya ingenuidad y ambición maneja a su placer. Así es como ambos se embarcarán en la aventura de hacerse con la propiedad de la Isla del Oso, un arrecife situado al norte de Noruega, con la expectativa de hacer allí negocio con el carbón y con lo que se pueda. Este objetivo sirve a Mosebach para sacar a la luz el funcionamiento de la actuación especulativa, que vende la piel del oso antes de cazarlo (nunca mejor dicho) y se sirve de los medios que sean necesarios utilizando a este fin la imagen de exotismo y el espíritu de aventura fomentado por las revistas y diarios de la época colonial: con la excusa encubridora de un rescate humanitario uno consigue la financiación de su viaje, aprovechando la laguna legal se apropia de una isla desconocida que supuestamente se encuentra en el camino, se inventa riquezas del subsuelo y una empresa explotadora para la que sabe atraer algunos capitales, mueve políticos a través de sobornos y relaciones y así sucesivamente. Los trazos básicos de la conducta de los personajes están diseñados con realismo y también está lograda la connivencia de la prensa en la creación de los tópicos que alimentan un imaginario de lo exótico, que es capaz de igualar el Sáhara con el Polo Norte. Ello queda bien retratado con claro ánimo crítico y humor sutil en una escena de circo en que una mujer de color culmina un espectáculo de nieve con osos polares incluidos. Sin embargo la novela muestra algunas carencias que, si bien en algunos casos pueden ser entendidas como una virtud al logrado servicio de la economía narrativa, en otros impide entender situaciones y relaciones entre los actores de la historia, lo cual repercute en la coherencia y la credibilidad y puede poner en entredicho la concesión al autor del Premio Georg Büchner 2007. Las razones del jurado, que adujo «esplendor estilístico“, son difícilmente comprobables en la traducción y hay en la crítica alemana quien opina lo contrario –para Sigrid Löffler, en una entrevista en la emisora Deutschlandradio el 5 de octubre del mismo año, su léxico es afectado, ampuloso y anticuado-. La historia se lee como un caso de tantos de suprema actualidad en el marco de la imperante Nueva Economía neoliberal, y la novela podría ser calificada como aguda crítica social si no fuera porque acaba con el encarcelamiento de alguno de los actores y el fracaso estrepitoso de la estafa, lo cual no casa con la expectativa que el autor ha ido creando, ni con la realidad.

De Mosebach, autor prolífico, que cultiva casi todos los géneros, se han publicado, además, en España, en el sello El Tercer Nombre, «El temblor» (2008) y «La luna y la niña» (2009).

© Anna Rossell

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LA RAZÓN PERSONAL, ÚLTIMA INSTANCIA DE LA MORALIDAD

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Bernhard Schlink, Mentiras de verano
Trad. Txaro Santoro
Anagrama, Barcelona, 2012, 258 págs.
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por Anna Rossell

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Después de la famosísima novela El lector, que catapultó a Bernhard Schlink a la fama –traducida a 39 lenguas, fue el primer libro alemán que encabezó los más vendidos en la lista del New York Times-, cualquier nueva publicación del autor es esperada con impaciencia y hasta acogida con exagerada generosidad. Es difícil superar o incluso igualar el logradísimo equilibrio entre la acertada selección de ingredientes que reunía El lector: polémico por excelencia, sobre todo en su país, por poner el tema del nacionalsocialismo una vez más en la palestra bajo una óptica osada y renovada, el arte de saberlo prolongar planteándolo en su vertiente filosófica universal, una buena dosis de suspense en el desarrollo y la habilidad para suscitar una porción de mórbido interés a través de la relación sentimental entre sus protagonistas, un joven alumno de instituto y una mujer madura. Mentiras de verano, publicado en alemania en 2010, que desde abril cuenta ya con la segunda edición en España, no ha sido concebido con la ambición de la novela, ni tan siquiera con la algo más modesta de la serie del inspector Selb del mismo autor, de la que el lector hispanohablante puede gozar también en lengua española. El acertado título parece querer no llevar a nadie a engaño, anuncia la intención de una serie de textos sin desmesuradas pretensiones, de fácil lectura y temática desenfadada, ideal como entretenimiento de verano. Y cumple con este objetivo esta colección de siete cuentos, que, con todo, sigue teniendo el sello filosófico que caracteriza todos los escritos de su autor, que tampoco ahora renuncia a plantearse preguntas y a confrontar a sus lectores con la complejidad del comportamiento humano.
Bernhard Schlink (1944, Großdornberg –alemania-), parece querer compensar en la ficción literaria el espinoso realismo de la práctica de su profesión de juez, pues todas sus obras giran en torno a la dicotomía ley versus justicia como dos planos diferentes condenados a no coincidir. Y si bien el autor pretende plantear el tema de modo imparcial y lanzar al aire la pregunta sin arriesgar una respuesta, se insinúa claramente la tesis de que la injusticia es inherente a cualquier sentencia. Así tanto en la serie policíaca de Selb como en El lector la ley se nos presenta como un instrumento inapropiado para administrar justicia y en este último se hace evidente que la moralidad y la legalidad siguen caminos propios y trabajan con materiales distintos. A Schlink le interesa estudiar esta temática, que a menudo le hace plantearse la moralidad de la verdad y la mentira. Ya El lector partía de una mentira en el desarrollo de la trama. En Mentiras de verano Schlink explora las consecuencias de la mentira (o de silenciar la verdad) en la vida de los protagonistas de sus siete historias –algunas algo forzadas- y en sus relaciones. En este caso el autor alemán sale airoso en su intención de no juzgar a sus personajes, la voz narradora se abstiene de cualquier opinión, ni siquiera insinuada, y se limita a su papel de observador imparcial que transmite los hechos tal y como supuestamente sucedieron. Tampoco existe en lo narrado un intento de introspección sicológica, si hay que arriesgar alguna tesis, quizá entonces la de que todos los seres humanos nos servimos en la vida de la mentira, más o menos consciente –también del autoengaño-, para compensar nuestra debilidad y encontrar el propio equilibrio en situaciones de otro modo insuperables o superables sólo con dolor y dificultad. Ante la imparcialidad del narrador cada historia –una breve incursión en la vida cotidiana de individuos corrientes- lleva al lector a plantearse por sí mismo el por qué de la mentira, incluida la propia; a cada lector le corresponderá en cada caso la respuesta. Vistas las Mentiras de verano como una parte del conjunto de su obra, diríase que el autor subraya la motivación personal como único y auténtico referente moral.

© Anna Rossell

LA NOSTALGIA ETERNA COMO IDEAL POÉTICO

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Felipe Sérvulo, La niña de la colina
Prólogo de Enrique Badosa
In-Verso Ediciones de poesía, Barcelona, 2012, 62 págs.

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por Anna Rossell

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Un regalo este nuevo poemario de Felipe Sérvulo y también la noticia de la creación del nuevo sello editorial que lo publica, que dirige Amalia Sanchís, dedicado exclusivamente al género. La intención de Sanchís de dar acogida en in-Verso a la poesía de calidad se cumple con el primer poemario que publica, el último de Felipe Sérvulo, La niña de la colina, que, siguiendo su habitual trayectoria, mantiene el listón al nivel al que nos tiene acostumbrados.
La de Sérvulo es sin duda poesía amorosa. Sin embargo el epíteto, que se ha ganado a pulso las reservas de muchos lectores, recupera en este caso la inocencia de sus orígenes. Felipe Sérvulo es poeta elegíaco por excelencia, escribe sobre el dolor de la ausencia, es escritor de la nostalgia. En este sentido es heredero directo de la más pura actitud romántica, actualizada. Lejos de cualquier floritura lingüística, Sérvulo cultiva un lenguaje sencillo, pero nada simple, que devuelve a la palabra humilde la profundidad significativa que tiene cuando se usa con honradez, precisión y renovada frescura. Su poesía se lee con la fluida naturalidad que sólo consiguen los maestros de calado y reconcilia con el género, tan a menudo maltratado por la artificiosa afectación petulante de quien equipara lo ininteligible a la aptitud.

Los poemas de Felipe Sérvulo evocan a menudo la expresión de las fotografías antiguas de algunas mujeres, el sugestivo misterio de su mirada, y de la contemplación de estos retratos parece que se nutra el autor para escribir. Su blog Inventario de silencios – http://inventariodesilencios.blogspot.com.es/-, en el que da fe de su afición al coleccionismo fotográfico, así parece sugerirlo. Si bien de modo diferente, la escritura del poeta bebe como la de Winfried Georg Sebald o Alexander Kluge en otros géneros literarios, de lo que Barthes ha llamado el punctum de una fotografía, de aquel detalle que atrae la atención de quien la contempla en una clave íntima y personal, que deviene algo proustiano: “Percibo el cansancio en tu mirada / y tus párpados llevan / el íntimo secreto de tantos domingos / domados por la vida” (Son como la propia floración), “En tu pequeño escritorio / encuentro fotos oscurecidas // Parecen fotos de muertos / […] // Tantos ojos que me observan // Yo les aparto la mirada / y les digo que la vida es eso: / una ilusión” (El gato maúlla). O bien: “Como un regalo inesperado, / entre las páginas de un libro, iluminan / una carta y una foto: ‘María, / queridísima e inolvidable María’ // […] / María’: ojos grandes / y hoyuelo en la barbilla, / guapa, sin más alhajas. / Boca sin besos. / Ecos lejanos que duermen. // […]” (María). La voz poética es puro lamento de anhelo inalcanzado, en cualquiera de sus variantes, a menudo una ensoñación lejana, nunca cumplida: “Caminas por el infinito / mar de los sueños, / donde brota la aguamiel / para los labios / […]” (Mechas de oro viejo), pero también el plañido del desamor: “Ya sabes que no hay perdón / para el olvido. Nos deja / en los confines de un mar inmenso / que no tiene desenlace. // […] somos náufragos sin faro / […]” (Náufragos), o por la distancia espiritual de los amantes: “[…] pero, en ciertas tardes, tú / caminas a lugares lejanos. / Lo veo en el exclusivo / brillo de tus ojos. // Y te vuelves península, / porque tu mente –eso pienso- / se ha ido a la ciudad / de los corzos. // […]” (Tu cuerpo como península). O la indiferencia: “Tu mirada es un paisaje / donde no me reconozco. // […]” (Una pareja se besa). El amor es para la voz poética sinónimo de vida, un estado casi místico, que anula los destructores efectos del tiempo: “[…] // La niña se pudre de pena / en la colina. / […] // Si sé de ti, me vuelvo / casi joven. // ¿Adónde vas con la boca / encendida de musgo? / […] / ¿Por qué me dejas / tan temprano? // […]” (Nos reímos tanto).
Altamente recomendable este volumen, preclaro heredero de la mejor poesía española. Del autor, galardonado entre otros con los premios de poesía Blas Infante (1986, 1987, 1988), Sant Jordi (1986, 1987), Salvador Espriu (1992) y Ciudad de Ponferrada (1997) y finalista en otros tantos, se han publicado, además, Hasta el límite de las violetas (Ed. La Mano en el Cajón, 1995), Las noches del Sur (Diputación Provincial de Jaén, 1996), Casi la misma luz (Tágilis Ediciones, 1999). Cartografía de la materia (Diputación Provincial de Jaén, 2005).

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EL FINAL DE LA UTOPÍA

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Uwe Tellkamp, La Torre
Trad. Carmen Gauger
Anagrama, Barcelona, 2011, 887 págs.

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Por Anna Rossell

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Como avanza el subtítulo, Sobre un país desaparecido, La Torre es la epopeya del hundimiento de la República Democrática Alemana. Uwe Tellkamp (Dresden, alemania, 1968) conoce por experiencia los ambientes que recrea y sabe transmitir con verosimilitud diálogos y situaciones: sitúa la acción en un barrio residencial de su ciudad natal y sus protagonistas representan la burguesía intelectual entre la que él creció, uno de los cuales –Christian- comparte con el autor rasgos biográficos. La novela –Deutscher Buchpreis 2008- arranca en 1982, un mes después de la muerte de Brezhnev, y acaba el 9 de noviembre de 1989-, con la caída del muro. En casi novecientas páginas Tellkamp se despacha a gusto con un diferenciado y amplio repertorio de personajes, todo un espectro de actitudes y posiciones ideológicas en los últimos años de la RDA.
La arquitectura de tan amplia panorámica se sustenta sobre todo en tres caracteres: el adolescente, bachiller y soldado Christian Hoffmann, su padre, Richard, médico, y su tío Meno Rohde, biólogo de formación, investigador frustrado por no cumplir con los obligados requisitos de estricta fidelidad a la nomenklatura, y lector en una editorial. En torno a estos tres pilares, que le permiten dar cuenta sobre todo del mundo de la edición y la censura, de la sanidad y del militar en el antiguo satélite de la Unión Soviética, el autor despliega otro sinfín de personajes, que nos acercan a los sombríos matices de una sociedad burguesa intelectual que cree en el humanismo y en el librepensamiento y se encierra en sí misma para protegerse de la atmósfera hostil que reina en su país entre los muros de las decadentes mansiones, otro tiempo esplendorosas, que ahora se ven obligados a compartir por imposición socialista. A ello remite el título, que alude a la vez al aislamiento en la torre de marfil y a la Sociedad de la Torre del Bildungsroman de Goethe Los años de formación de Wilhelm Meister. Es patente la intención de dejar constancia de los rasgos más negros característicos de la RDA, así como el esfuerzo de hacerlo con objetividad y sin ira: los problemas de las viviendas compartidas, la dolorosa desconfianza de todos hacia todos por el espionaje generalizado en el estado policial, la censura editorial, las separaciones familiares, los intentos de huída, los chantajes, los entresijos de la propaganda, los mecanismos de defensa -desde la sutileza en la escritura hasta el cinismo-, las concesiones hasta la humillación de todo aquél que pretende estudiar una carrera, los constantes sobornos integrados en la vida cotidiana, el deterioro medioambiental por la grave contaminación.
El lector agradecerá sin duda la pormenorizada prolijidad de los ambientes que le permitirán hacerse una idea ajustada del panorama político, social y humano de la alemania del Este. Sin embargo la novela peca a mi modo de ver de innecesaria reiteración, sin la cual se mantendría igualmente la visión panorámica.
Estilísticamente la novela se sirve de la técnica de montaje: cada uno de los personajes principales narra desde su punto de vista personal, se alterna el estilo indirecto con las extensas entradas del diario de Meno Rohde y con el flujo de conciencia, sobre todo hacia el final, en que el realismo predominante da paso a algunas escenas surrealistas. Asimismo Tellkamp compagina momentos de escueta sintaxis en los diálogos con otra larguísima y enrevesada, a su vez con largos incisos intercalados.
Tellkamp se ganó el reconocimiento literario en su país sobre todo a partir de la concesión del Premio Ingeborg Bachmann 2004 precisamente por su soberano manejo de los estilos lingüísticos, con un capítulo de su proyecto de novela Der Schlaf in den Uhren. Posiblemente sea la capacidad para desarrollar diferentes registros, –argot funcionarial, el grosero de algunos soldados o el dialecto sajón, entre otros- , una de las mejores cualidades de la novela original, que se pierde forzosamente en la traducción española. Al lector en español no familiarizado con la historia de la RDA y las claves de su vida cotidiana, sirven de gran ayuda las frecuentes aclaraciones a pie de página con que la traductora dota a su versión. No sale tan airosa, sin embargo, en la tarea de la difícil traducción a la que se enfrenta, contaminada demasiado a menudo de calcos alemanes léxicos y sintácticos. La Torre es la primera novela de Tellmann que se publica en España, también en catalán (Empuries 2011).

© Anna Rossell

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LA POESIA TAMBÉ POT SER NAIF

LA POESIA TAMBÉ POT SER NAIF

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«Vers un país de poesies»,
Maica Duaigües,
Parnass Ediciones, Barcelona, 2011
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per Anna Rossell

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He conegut la Maica Duaigües fa tot just una setmana i l’he conegut a través d’aquest poemari que avui presentem, «Vers un país de poesies». A ella mateixa la vaig veure divendres passat per primera vegada. Amb ella no m’uneix cap llaç d’amistat. De moment.

Dic això perquè no és una situació que es doni massa sovint, que faci la presentació d’un llibre algú que coneix tan poc la seva autora. Però això precisament pot resultar un avantatge a l’hora d’apropar-se objectivament a un llibre seu. Perquè la mirada del lector llavors no va carregada de prejudicis, no hi ha una expectativa concreta, no hi ha preconcepció, i l’objectivitat -en la mesura que l’objectivitat és possible- pot ajudar a valorar-ne el contingut. Però també és cert que conèixer la persona directament, i no només a través de la seva obra, pot il·luminar la interpretació dels seus textos, pot afegir-hi aquell què que amb la lectura sola se’ns esmuny. Però sigui com sigui, no hi ha dubte que cadascuna de les vies té els seus avantatges i els seus inconvenients. I he de dir que és amb la distància que dóna el desconeixement -amb aquesta mirada innocent- que m’he apropat als seus textos.

Com bé diu al pròleg en Josep Colet i Giralt, a qui la Maica reconeix com el seu mestre,  aquest poemari és una invitació al joc, a jugar amb les paraules. En Josep Colet, que coneix personalment la Maica, diu d’ella en aquest pròleg que “juga dins la seva vida –es posa reptes i dificultats a vèncer–, i escriu com viu, amb la fresca sinceritat de l’espontaneïtat, i sempre de viatge per un món de monotonies, que ella, però, sap fer singular, jugant amb les idees, amb la mirada i amb els mots. I, repeteixo: ‘jugant’, perquè em penso que aquesta és la clau del llibre.”

Certament, coincideixo plenament amb Josep Colet que la fresca sinceritat de l’espontaneïtat i el joc -el joc en general i amb les paraules- són la clau del poemari. Ella mateixa ho anuncia quan, per encapçalar alguns dels seus poemes, fa servir cites que evoquen el món fabulós amb què els infants s’apropen a la literatura, com ara «Alícia al País de les meravelles», o algun conte dels germans Grimm.

A la Maica Duaigües no li agraden els poemes críptics, ella prefereix les paraules senzilles i planeres, les que es fan entenedores a la gent, a ella li agrada arribar sense complicacions al lector, defuig l’ambigüitat i s’oposa radicalment a aquella poesia que pretén fer de la pseudointel·lectualitat un sinònim de qualitat. Ella és directa i parla sense embuts, es presenta sense màscara de cap mena, tal qual és i pensa. Això que dic no només es desprèn de l’esperit general que traspua el poemari que presentem avui, sinó que, a més, ella dedica humorísticament un poema a aquesta qüestió, un poema que penso és tota una tarja de presentació de l’estil d’escriptura que la caracteritza, un estil fictíciament càndid i picardiós, que es serveix tot sovint del rodolí per afrontar la vida amb optimisme i compensar les dificultats que ens reporta.
El poema és la rèplica que la Maica li va escriure a un amic, també poeta, el qual li havia dedicat a ella una poesia, amb què es va haver de barallar, perquè no aconseguia entendre.

Al poema li precedeix el següent aclariment:

«(Estrany) poema dedicat a un amic
per respondre a un poema (ben estrany)
que em va dedicar.»

I el poema mateix diu així:

«Déu-n’hi-do, quin embolic més gros,
llegir-te un tros
i no saber el que em dius
i cercar més avall
per trobar algun detall
que em faci entenedor
el to
d’aquest poema que
m’has dedicat.
Ai, quin esglai, m’agafarà un desmai,

I miro de llegir-te de costat [vers escrit en diagonal al poemari]

per veure si li trobo l’entrellat,
Però, Rubén, per a mi ets massa modern,
i el teu profund missatge se m’esmuny,
per més que premo el vers dintre del puny

Un xic picada, també estic,
i això que et dic va de debò :
ja sé que sóc carrossa, però no tant,
perquè m’engeguis a Fontainebleau:

Brindem per l’Orson Wells, que és al cantó!»

(«Kin Kas»)

Crec que aquest poema es força representatiu de l’escriptura de la Maica: el tema que aborda és un estil d’escriptura poètica del qual ella es desmarca fent amb aquesta poesia la seva pròpia contraproposta, amb simpatia i amb gràcia. I ho fa buscant expressament la rima fàcil, que posa al servei de l’humor -tot el poema en va ple, d’humor-. També és representatiu d’ella dir les coses clares, sense replecs, com les pensa: «Un xic picada també estic, / i això que et dic va de debò: / ja sé que sóc carrossa, però no tant, / perquè m’engeguis a Fontainebleau […]». El joc és constant: juga amb la rima, amb la imatge (quan posa esbiaixat el vers «I miro de llegir-te de costat»), amb l’humor… . Tot plegat són trets estilístics que ella empra molt sovint en altres poemes del llibre. A la Maica li agrada trencar regles i equilibris; juga, a més, amb llengües estrangeres: tradueix un poema a diferents llengües o bé els composa directament en una altra llengua que no és la catalana i ens l’ofereix tal qual, sense traducció.

Tot fent un recorregut per aquest registre humorístic i enjogassat hi trobem, però, al seu torn, variacions d’estil que donen fe que la Maica el conrea amb subtilitat:

Per exemple, jugant amb la intertextualitat, fent servir de rerefons «Alicia al País de les Meravelles», de Lewis Carroll, evoca el poder de la literatura per incitar la imaginació i suggerir-nos que la fantasia ens permet de viatjar allà on voldrem:

«Vaig arribar-hi per atzar;
era una tarda quan, llegint,
vaig veure córrer un vers molt blanc
i, curiosa, el vaig seguir.

En cada plana i cada mot
era, el poema, tan sentit,
que jo vaig caure al pou profund
on, rere d’un enreixat d’or
hi havia, clos, un bell jardí.

[…]

Hi havia allà mateix la clau.
Si fossis tu, la giraries?
Jo sí ho vaig fer: ja hi puc entrar…!
¿Vols venir amb mi
vers un país de poesies?»

(«Vers un país de poesies»)

O bé s’acosta al gènere de la cançó popular infantilitzant conscientment el text, com per exemple en el poema que dedica a una estada a Mallorca, que ella mateixa bateja amb el subtítol de «cançoneta«, on fa servir amb agilitat la rima de rodolí i la repetició, que la defineixen:

«A Mallorca tornaria
ni que fos per un sol dia
i si algun cop em perdés,
a Mallorca qui em cerqués
em trobaria.»

(«Tornaré a Mallorca, Cançoneta»)

O aquesta variant del proverbi popular:

«Ni home ni dona;
això ve després.
Primer, ser persona,
i no a l’inrevés.

[…]

Guanyar intel·ligència,
guaitar l’infinit,
lluitar amb paciència
per qui és oprimit.
Diferents, els sexes?
Això s’ha acabat.
Viure com persona,
aquesta és la fita
i la dignitat!»

(«Gènere»)

El joc entre paraula i imatge es manifesta també tot sovint, de vegades de manera discreta, com és el cas del primer poema que he llegit, «Kin Kas«, aquell on un vers esbiaixat ens suggeria una proposta de lectura per mirar d’entendre un text; d’altres vegades amb un protagonisme clar de la imatge, com en el poema que duu el títol de «Clau de sol«, on el “sol” és un pentagrama amb la corresponent clau musical i on la imatge substitueix repetidament el text i juga amb la polisèmia de la paraula “sol” i fins i tot amb les síl·labes de paraules que, casualment, compten amb un “sol”, com ara «soliloqui», «sòlid» o «solitària«.

O bé, en aquest altre, de títol «Queda… (repressió)», on juga amb el disseny allargat d’un punt de llibre, trencant les paraules per les síl·labes escaients per aconseguir la musicalitat que li interessa i embotir-les en l’estretor del punt de llibre:

«I queda tot
en un impuls
que ràpid tor-
na al seu indret
i no s’allu-
nya del meu front;
és com un nú-
vol molt espès
que ningú mai
no pot desfer.

[…]»

(«Queda…
(repressió)»)

O se’n riu d’ella mateixa i de les batalles que lliura amb l’ordinador i els seus programes, que li declaren la guerra bel·licosament, com per exemple en el poema que titula amb punyent ironia «Cantata al WP 5.1.»:

«He decidit
de fer un escrit
seguint les normes del Wordperfect
perquè m’han dit
que és més polit
de fer-ho així
que a la Olivetti.

I m’he posat
a treballar
amb tarannà
de lluitador
sense parar:
ja premo ací…
reculo allà…
i ara, la coma… , se me’n và… ,

Em        quedo        sola
dins           l’espai     ,
ai!
Vull suprimir…
vull esborrar…
VULL ACABAR!

I l’F11 m’ha explicat
que tot això,
l’ordinador,
ja ho porta ben codificat,

Quina vergonya! M’ha enxampat!
Hauré d’anar
tecles enrere
i desfer tota la renglera.

Un tab amunt
un tab avall,
toc manual,
i blocs marcats
per tots costats…

Ara veurem
com quedarà:
shif, F7
desprès el sis…
Quin enrenou!
Això no és res
del que jo he escrit,
és un pastís
de Sant Mateu!

Jo plego. Adéu!,
Sabeu que us dic?,
que vull deixar
ben subratllat
que ja estic negra,
i no sé pas
si tornaré
a escriure res
tot aquest mes.
(o al menys avui)

Una postdata, si més no,
car ben mirat, ja és divertit
aquest bullit d’ordinador!»

(«Cantata al WP 5.1.»)

De la tònica iconoclasta de la Maica, de la seva voluntat de desmitificació i del seu esperit pragmàtic i planer en dóna testimoni, a més del que ja he anat enumerant, la manera com tracta l’haiku, aquesta forma poètica tradicional japonesa dedicada a la naturalesa, fruit de la meditació d’un esperit elevat, la qual la Maica fa baixar del núvol de la mística contemplativa per deixar-la allà on ella creu que ha d’estar, tocant de peus a terra. I sense pensar-s’ho dues vegades bateja els seus haikus amb el títol d’ «Haikus d’un dia feiner» i en fa tot un rosari descriptiu de les activitats quotidianes més prosaiques.

Per l’ample ventall de registres que aplega, el llibre sembla fet amb la voluntat conscient de reunir en un volum una mostra molt variada d’estils i de temàtiques poètics, a diferència de com és tradicional de presentar un poemari: que es fa en un registre estilístic uniforme i amb un fil temàtic que recorre tot el conjunt. Aquesta intenció de no actuar de la manera habitual ve subratllada pel fet que el criteri que segueix per presentar els poemes és –contràriament al costum- d’ordre alfabètic, segons la primera lletra del títol. Però l’originalitat i l’humor que caracteritzen l’autora la porten a ordenar-los del revés, és a dir, no de l’A a la Z, sinó de la Z a l’A. També aquest és un gest que la presenta a ella com a poeta, un gest amb què es desmarca conscientment de la tradició i que atorga a la Maica la seva original empremta personal; i és alhora una manera de dessacralitzar el gènere poètic, de desmitificar-lo i apropar-lo als lectors de tota edat, mena i condició. La poesia de la Maica és assequible i fresca, i gairebé sempre, divertida. La Maica seria una gran pedagoga de poesia a les escoles. Reuneix totes les condicions per ser-ho i crec que no m’equivoco si dic que sabria despertar en els més joves el gust per a la lectura i l’escriptura.

Però per bé que la tònica joguinosa i humorística hi predomini, la Maica no utilitza aquests trets com una màscara; quan cal -perquè la temàtica ho exigeix- deixa l’humor de banda com a eina principal, sap canviar el registre, i no defuig abordar temes com l’amor i la mort, per bé que mai no ho fa des del tremendisme i el postís dramatisme; ho fa amb naturalitat, tal com els seus poemes em permeten d’imaginar que ella afronta la vida: no s’esmuny de res que en formi part, però en defuig les complicacions innecessàries. I els poemes, de tons tan diferents –per bé que ara jo els tracti en dos blocs per separat per raons metodològiques-, en el seu poemari no ho estan de separats; s’alternen el divertiment enjogassat i la seriositat transcendental, per les mateixes raons atzaroses que aquests dos estats d’ànim es donen a la vida, també alternats. I així ens anem trobant els uns i els altres i anem passant del predomini del joc al predomini del profund sentiment. Encara que a voltes els dos, que de natura sembla que s’excloguin, saben conviure en un mateix text.

Perquè cal destacar la facilitat de la Maica per escriure poesia en registres tan diferents, i la facilitat que té de fer-ho de vegades coquetejant amb l’humor fins i tot quan escriu sobre temes transcendents, passant de l’humor a la seriositat en el mateix poema, gradualment, de la mateixa manera gradual com el camaleó canvia de color i s’adapta al medi per fer-se mimètic.

En una bona pila de poemes la Maica abandona completament la clau de l’humor:

«Última cita de la meva agenda:
Sra. Mort;
Data desconeguda.

Misteriós viatge sense postals ni lletres,
l’adéu en un sospir que no s’escoltarà,
en enfrontar-me, sola,
a tot l’ignot,

[…]

Sorprenentment, Amor i Mort s’assemblen
Tot parlant: Amor…mort….amor…mort….amor… mort…,
i estimant i morint acomplim
el cicle assenyalat.

Sento la consciència; equipatge invisible
que m’acompanyarà quan l’anima s’escapi
del meu cos rovellat.

La vida, aquesta vida;
aquesta banda del mirall que ens enlluerna.
Darrere del vitrall: un altre joc,
amb altres regles…,
potser.»

(«Última cita»)

O bé aquest:

«[…]

I un final de tenebra,
quan, decidida,
vindré a buscar-te,
amor, arran de mort,
com he vingut avui,
arran de vida.»

(«Primavera i tardor»)

O encara aquest, que ve precedit d’una cita del poema «El Somni«, de Carles Duarte, a qui sembla anar dedicat el poema, poeta que és sovint punt de referència per a l’autora:

«Somnia, bon amic…,
que a l’Univers dels Somnis,
hi vius acompanyat
de tantes solituds
que avui escrius,
i que et descriuen
com un ésser ben tendre…

[…]»

(«Somnia, bon amic!»)

La Maica arriba molt endins quan conjuga el sentiment profund amb el seu credo de lírica senzillesa, igualment profunda:

«Estrenyo el teu record
amb els meus braços buits,
sens tenir-te la veu,
sens tenir-te ni l’ombra,

[…]

Estrenyo el teu record,
i, ja tranquil·la, dormo,
pensant que potser tu
m’abraces igualment,
més enllà de l’absència.»

(«Estrenyo el teu record»)

I aquest altre:

«Immortal, l’home;
és l’ésser, quan recorda,
i troba el mar,
la sal, el llibre de la vida.

La nit… és nit encara.

Recobra forces, tot llegint
les pedres enfosquides
de la història,
mentre el peu nu,
damunt el terra, cerca
nodrir-se de la seva
persistència.

La pedra… és pedra encara.

El cervell i la oïda
s’enlairen, i s’allarguen,
s’estiren com el coll
dúctil d’un cigne
volent captar el darrer vestigi
de la paraula sàvia.

La veu… és veu encara!»

(«Immortal, l’home»)

Tot i que, com he dit, els poemes no estan cohesionats per un leitmotiv, l’autora torna sovint sobre imatges que apareixen de manera recurrent i que ens donen pistes de les seves claus: el sol, la lluna (i el nas de la lluna), la mort, el silenci, el desig de viatge vers l’ignot…, el somni, els estels, el mar, el cel, allò sublim i intemporal, el color blau…, símbols i metàfores que defineixen la Maica com a una dona que enyora els paratges naturals, lluny del neguit de la gran ciutat, uns paisatges que la fan retornar amb fruïció al seu Calafell per trobar-hi la pau que la reconcilia amb el món, el lloc on, entre llibres, amics i silenci, es retroba amb ella mateixa i amb la poesia, el lloc on se sent créixer i enriquir-se, el lloc on tot l’espera per escriure:

«Me’n vaig: adéu sol,
hores de reflexió…
Deixaré els somnis,
la solitud i els llibres.

Em cal reaparèixer
al món d’ahir, de sempre,
i bescanviar paraules.

Jo he de tornar, però,
a l’íntim univers,
silenciós,
on sols hi ha:
el nas de la lluna,
el lladrar d’un gos,
i els estels, tots estesos…»

(«Retorn a ciutat»)

O bé aquest, on s’hi fa palès el desig d’endinsar-se en terrenys desconeguts:

«Com una barca sobre el blau,
desplego veles.

Que el vent em dugui mar enllà,
i que el timó sigui l’atzar;
no vull mes brúixola ni far
que el sol tancant-me les parpelles.

[…]»

(«Desplego veles»)

Vull destacar també el valor de les il·lustracions que acompanyen el poemari, en un intent reeixit de donar un toc de calidesa i qualitat afegida al llibre, pel fet que les seves autores – Rosa Galceran, Maria Ara, Gemma Sales i Rosa Maria Esteller- tenen una estreta relació amb l’autora. I també el regal que se’ns fa del CD amb els poemes recitats per la poeta mateixa, que ens podem baixar des de la seva pàgina web.

Només em resta desitjar-vos que gaudiu dels poemes de la Maica viatjant amb la fantasia amb què ella ens convida a fer-ho sobre la catifa encantada de les seves lletres.

© Anna Rossell

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