UN AUTORRETRATO

CARTAS DE KAFKA. UN AUTORETRATO

Franz Kafka, Cartas a Milena
Trad. Carmen Gauger
Alianza Editorial, Madrid, 2015, 381 págs.

Es de agradecer una reedición cuando, siendo de interés literario, perfecciona las anteriores publicaciones facilitando el trabajo filológico a los investigadores. Es el caso de estas Cartas a Milena, de Franz Kafka, que, publicadas por Alianza Editorial en 1995 y 2010, reaparecen ahora en una edición, que por primera vez en España se basa en la alemana, ampliada, de Fischer 1983. Las precedentes, basadas en la de 1949, de Willy Haas, a quien Milena entregó las cartas en 1939 para salvarlas de los nazis, presentaban algunas flaquezas que ahora se han subsanado: errores de datación, 62 pasajes eliminados y 10 cartas suprimidas. Según la traductora (cf. nota introductoria), ésta, a excepción de tres artículos periodísticos de Milena que no recoge la traducción, respeta la edición de Fischer; hay que añadir alguna diferencia en el aparato de notas que Gauger ha adaptado al lector en español.

Milena Jesenská (Praga, 1896-Ravensbrück, campo de concentración nazi, 1944), periodista y traductora checa, conoció a Kafka (Praga, 1883-Kierling/Austria, 1924), de quien se había propuesto traducir unos relatos, en abril de 1920. De su encuentro nació una intensa correspondencia –durante el primer año Kafka le escribía a diario, a menudo hasta tres veces, desde fines de 1920 gradualmente con menor frecuencia- que duró hasta marzo de 1922 y que interrumpió por propio deseo.
La relación epistolar de Kafka –también mantuvo correspondencia con Felice Bauer, su primer amor, publicada igualmente por Alianza (1997) y Nórdica (2013 y 2014)- aporta luz sobre una compleja y seductora personalidad, que, más allá de acercarnos al hombre, nos aproxima a su mundo literario. Las cartas documentan la extrema sensibilidad de un hombre altamente observador, de exquisito refinamiento intelectual, lo cual, en opinión de Milena, le incapacitaba para la vida y habría de incidir en la tuberculosis que le llevó a la muerte.
Kafka, que entonces tenía 38 años, encontró en Milena, de 24, el ideal de mujer en la que depositar la inmensa ternura que necesitaba encauzar. Tenían en común intereses literarios, la difícil relación con la figura paterna y la enfermedad pulmonar, a lo que se unía la crisis matrimonial (con Ernst Pollak) por la que ella atravesaba. Estas cartas se leen como una vehemente relación amorosa, tanto más favorecida por el hecho de que se mantenía sobre todo en el plano ideal –Kafka tuvo dificultades en la relación física estable con mujeres y los encuentros con Milena fueron muy esporádicos-.
El hecho de que las cartas de Milena se hayan perdido, dificulta obviamente la comprensión, lo cual no desmerece lo mucho que aportan en otros aspectos. Los ingeniosos comentarios del autor checo sobre la vida cotidiana o sobre conocidos comunes, casi siempre acompañados de símiles o parábolas y con finísimo humor, son impagables y dan cuenta del genio imaginativo de Kafka, el mismo que plasma en su universo literario. Una larga relación de temas recurrentes, también presente en su obra y en sus diarios, se hace patente: sus miedos, su recelo hacia la carne (en sentido concreto y metafórico), la grave situación de los judíos, el insomnio pertinaz, su enfermedad pulmonar, que él considera una “extensión de mi enfermedad psíquica”, sin que ninguno de ellos sea tratado con victimismo.

Las cartas documentan asimismo el peculiar estilo de escritura de Kafka, cuya lengua materna era el alemán, aunque no conviviera nunca entre alemanes, lo cual no afecta únicamente al léxico sino también a la sintaxis: largas oraciones con interrupciones apositivas y paréntesis. Ello, unido a la inexistencia de las correspondientes respuestas de Milena, dificulta sustancialmente la lectura y, por consiguiente, la traducción. La fluidez cambia radicalmente en la parte dedicada a las 8 cartas de Milena a Max Brod, amigo de Kafka, que incluye este libro y que arrojan alguna luz sobre la relación desde la perspectiva de ella. En 2015 Tusquets ha publicado la novela de Michael Kumpfmüller La grandeza de la vida, que toma el testigo de la biografía de Kafka en el punto donde la deja su correspondencia con Milena hasta su muerte.

Anna Rossell

(Publicado en Quimera. Revista de Literatura, núm. 389, abril 2016, p. 62)

UN AUTORRETRATO

libro_1446811736Franz Kafka, Cartas a Milena

Trad. Carmen Gauger

Alianza Editorial, Madrid, 2015, 381 págs.

por Anna Rossell

Es de agradecer una reedición cuando, siendo de interés literario, perfecciona las anteriores publicaciones facilitando el trabajo filológico a los investigadores. Es el caso de estas Cartas a Milena, de Franz Kafka, que, publicadas por Alianza Editorial en 1995 y 2010, reaparecen ahora en una edición, que por primera vez en España se basa en la alemana, ampliada, de Fischer 1983. Las precedentes, basadas en la de 1949, de Willy Haas, a quien Milena entregó las cartas en 1939 para salvarlas de los nazis, presentaban algunas flaquezas que ahora se han subsanado: errores de datación, 62 pasajes eliminados y 10 cartas suprimidas. Según la traductora (cf. nota introductoria), ésta, a excepción de tres artículos periodísticos de Milena que no recoge la traducción, respeta la edición de Fischer; hay que añadir alguna diferencia en el aparato de notas que Gauger ha adaptado al lector en español.

Milena Jesenská (Praga, 1896-Ravensbrück, campo de concentración nazi, 1944), periodista y traductora checa, conoció a Kafka (Praga, 1883-Kierling/Austria, 1924), de quien se había propuesto traducir unos relatos, en abril de 1920. De su encuentro nació una intensa correspondencia –durante el primer año Kafka le escribía a diario, a menudo hasta tres veces, desde fines de 1920 gradualmente con menor frecuencia- que duró hasta marzo de 1922 y que interrumpió por propio deseo.

La relación epistolar de Kafka –también mantuvo correspondencia con Felice Bauer, su primer amor, publicada igualmente por Alianza (1997) y Nórdica (2013 y 2014)- aporta luz sobre una compleja y seductora personalidad, que, más allá de acercarnos al hombre, nos aproxima a su mundo literario. Las cartas documentan la extrema sensibilidad de un hombre altamente observador, de exquisito refinamiento intelectual, lo cual, en opinión de Milena, le incapacitaba para la vida y habría de incidir en la tuberculosis que le llevó a la muerte.

Kafka, que entonces tenía 38 años, encontró en Milena, de 24, el ideal de mujer en la que depositar la inmensa ternura que necesitaba encauzar. Tenían en común intereses literarios, la difícil relación con la figura paterna y la enfermedad pulmonar, a lo que se unía la crisis matrimonial (con Ernst Pollak) por la que ella atravesaba. Estas cartas se leen como una vehemente relación amorosa, tanto más favorecida por el hecho de que se mantenía sobre todo en el plano ideal –Kafka tuvo dificultades en la relación física estable con mujeres y los encuentros con Milena fueron muy esporádicos-.

El hecho de que las cartas de Milena se hayan perdido, dificulta obviamente la comprensión, lo cual no desmerece lo mucho que aportan en otros aspectos. Los ingeniosos comentarios del autor checo sobre la vida cotidiana o sobre conocidos comunes, casi siempre acompañados de símiles o parábolas y con finísimo humor, son impagables y dan cuenta del genio imaginativo de Kafka, el mismo que plasma en su universo literario. Una larga relación de temas recurrentes, también presente en su obra y en sus diarios, se hace patente: sus miedos, su recelo hacia la carne (en sentido concreto y metafórico), la grave situación de los judíos, el insomnio pertinaz, su enfermedad pulmonar, que él considera una “extensión de mi enfermedad psíquica”, sin que ninguno de ellos sea tratado con victimismo.

Las cartas documentan asimismo el peculiar estilo de escritura de Kafka, cuya lengua materna era el alemán, aunque no conviviera nunca entre alemanes, lo cual no afecta únicamente al léxico sino también a la sintaxis: largas oraciones con interrupciones apositivas y paréntesis. Ello, unido a la inexistencia de las correspondientes respuestas de Milena, dificulta sustancialmente la lectura y, por consiguiente, la traducción. La fluidez cambia radicalmente en la parte dedicada a las 8 cartas de Milena a Max Brod, amigo de Kafka, que incluye este libro y que arrojan alguna luz sobre la relación desde la perspectiva de ella. En 2015 Tusquets ha publicado la novela de Michael Kumpfmüller La grandeza de la vida, que toma el testigo de la biografía de Kafka en el punto donde la deja su correspondencia con Milena hasta su muerte.

Anna Rossell 

 (Publicado en «Quimera. Revista de Literatura«, núm. 389, abril 2016, p. 62)

El visionario, de Julien Green

El visionario, Julien Green

Está muy bien traducida, pero el título no es del todo exacto: el héroe de esta obra no es en realidad un «espiritista» (título alemán: «Der Geisterseher» = El espiritista) sino un visionario, un profeta. Ve visiones, no espíritus. De nuevo esta obra ardientemente intensa que se queda grabada y actúa sobre el lector como un sueño de profundos significados se desarrolla en la provincia francesa en una atmósfera de conservadurismo sofocante, de beatería fatal, de burguesía arrogante y de una moralidad muy degenerada y rancia, pero severa y consecuente. Quien conozca y aprecie al escritor de Praga Franz Kafka recordará ya en las primeras páginas de la novela de Green el «Castillo» de Kafka y a medida que vaya leyendo pensará a menudo tanto sobre la afinidad como sobre las grandes diferencias de estos dos grandes autores. «Le visionnaire» es un joven huérfano que es recogido por su tía, una viuda severa y beata que a pesar de toda la severidad lo quiere mucho pues su padre fue el amor de su ju ventud. El joven trabaja en una librería y en la casa de la tía crece junto a él una prima más joven con la que el adolescente tímido y enfermizo vive todos los peligros, tentaciones, seducciones, convulsiones y luchas de un enamoramiento pubertario, y no es sólo un muchacho tímido, asustado y educado en la beatería cuya pubertad es un infierno para su conciencia, sino que está además enfermo, mortalmente enfermo. Tiene un pulmón enfermo y fiebre diaria, y tiene que trabajar duramente, se encuentra además en el fuego de las experiencias sexuales y amorosas, y en la lucha espiritual por una fe que ha de sustituirle la fe en la Iglesia que se desvanece. Cuando la enfermedad lo asalta con mayor violencia, su tía lo mete en la cama, se sienta a su lado, le lee oraciones, le hace beber té y sudar; no cree en cosas como tuberculosis y se ríe de los médicos. Este pobre joven inventa en su infierno un «castillo», un castillo kafkiano imaginario en el que vive aventuras y evoluciones imaginarias y simbólicas: el tema en diversos ropajes, es el encuentro temido y deseado con la muerte: toda la historia del castillo y el libro entero son una conjuración ardiente de la muerte. Pero el joven no sólo sueña estas aventuras del castillo: también las escribe. En la escuela de su desgracia ha aprendido a escribir su diario que es su refugio y su consuelo, su justificación y su apoyo en la cruel soledad y angustia mortal de su juventud. Se ha acostumbrado a describir exacta y sobriamente su vida cotidiana, con el deseo de objetividad y expresión precisa anota día, hora, tiempo, temperatura etc., con la misma cuidadosa exactitud que las ofensas que le hace su patrón y los insultos de los chicos de la calle. Y entonces aplica esta técnica de un detallismo pedante, de unas anotaciones de diario empeñadas concienzudamente en la perfección y la objetividad, a algo completamente opuesto al «Castillo» y el mundo de sus sueños, fantasías febriles, deseos del alma y visiones de los sentidos. Lo fantástico es dominado con la técnica del ejercicio cotidiano, lo que parece aparentemente imponderable es medido con la balanza. Es como una visión del misterio sagrado, tan objetivo como demencia] del trabajo literario. Y lo que se crea es de una superrealidad terriblemente intensa, penetrante, es una visión que resiste la comparación con las obras más fuertes de la literatura fantástica y oculta. Este francés Julien Green, de nombre inglés, es un mago objetivo, y cada obra suya parece descubrir con más exactitud y magia el núcleo amargo de su filosofía vital: que el sufrimiento es el corazón y el alma de la vida.

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La Praga de Kafka (Klaus Wagenbach)

Pocos autores de la Literatura Universal pueden identificarse con una ciudad de manera tan estrecha como Kafka con Praga. Él mismo señalaba que "Praga no te deja. […].Esta madrecita tiene garras".

Las especiales circunstancias de la Praga de finales del siglo XIX y principios del XX siempre han sido citadas como el caldo de cultivo de una especial sensibilidad que afloraría en diversas artes, entre ellas la Literatura, con figuras brillantes entre las que destaca por encima de todas ellas Franz Kafka.

Capital del reino de Bohemia e integrada en el Imperio Austrohúngaro, con una minoría de población de lengua y cultura alemana -muy activa social y económicamente-, y otra minoría judía (dentro de la cuál volvía a repetirse la división anterior, si bien con un mayor peso del componente alemán), Praga era un ciudad en cuyas calles se cruzaban las manifestaciones de los trabajadores de los barrios obreros periféricos, de los nacionalistas checos o las esporádicas explosiones de persecución antisemita.

Su centro histórico ha sido conversado en bastante buen estado, pese a los bombardeos durante la II Guerra Mundial y el urbanismo que la siguió, lo que nos permite hacernos una idea cabal de cómo era esa Praga en la que vivió Kafka. Aclararemos que este interés va poco más allá de la curiosidad del lector que desea conocer algo mejor a uno de sus autores favoritos, ya que contemplar el portal de su casa natal o la fachada del edificio al que acudió como estudiante de instituto, apenas si nos dice algo de su escritura.

Hecha esta salvedad, volvemos al libro escrito por Wagenbach para satisfacer esa curiosidad histórica y acercarnos más al hombre, que no a su obra, para lo que desglosa metódicamente todos aquellos lugares que tuvieron cierta relevancia en la vida del autor checo, acompañando una foto de la época cuando es posible, ubicándola en un mapa (de hecho dos, uno con lel nombre de las calles en alemán y otro en checo) y describiendo su situación y estado actual.

El texto, como no puede ser de otra manera, recoge ciertas notas biográficas esquemáticas que permiten seguir adecuadamente a aquellos que no estén familiarizados con la vida de Kafka. La relación de lugares descritos. Asimismo, se acompañan algunos textos del propio Kafka (tomados de su correspondencia, diarios o incluso de obras de ficción como Descripción de una lucha) con los que se pretende dotar de mayor viveza y realismo las descripciones de Wagenbach.

Este breve libro se organiza temáticamente en cuatro bloques. El primero de ellos (“Las casas") enumera las diferentes viviendas en las que Kafka vivió o escribió, tratando de aclarar en cada caso qué obras principales fueron escritas en cada uno de esos inmuebles. Wagenbach no deja escapar la oportunidad de hacer precisiones en los lugares debidos. Por ejemplo. la vista desde la ventana de la habitación de Kafka en la casa del Barco pudo ser tomada para la confección de la escena final de La condena.

Wagenbach llega hasta el punto de aclarar la situación actual de muchos de esos inmuebles o de facilitar información sobre cómo acceder a algunos patios interiores de las viviendas (en ocasiones, el acceso es más fácil desde otros portales) o en destacar la belleza de las escaleras centrales para acceder a los diferentes pisos.

Por supuesto, que en este apartado aparecen también las casas de Max Brod, el salón literario de Berta Fanta o los diferentes locales en los que Hermann Kafka regentó su floreciente negocio de comercio al por menor y posteriormente al por mayor, así como la temible ubicación de la fábrica de asbestos que tanto problemas y angustia ocasionó al escritor. Kafka era socio capitalista con el fin de completar la participación de su cuñado (proviniente de la dote de su esposa, Elli Kafka) y de poder controlar los aspectos económicos de la misma. La participación de Kafka (con dinero prestado de su padre) fue sugerida por éste mismo (a fin de cuentas, había estudiado Derecho) por lo que no es muy correcto afirmar como hace Wagenbach, que aceptó dicha participación después de mucha insistencia de su padre.

El segundo bloque temático (La carrera de funcionario) visita las sedes de las diferentes instituciones educativas por las que pasó Kafka (escuela primaria, instituto, las diversas dependencias de la Universidad alemana e incluso los lugares en los que realizó el año de prácticas obligatorio).

De ahí pasamos a la sede de la Assicurazzioni Generali, entidad de seguros de origen italiano, en la que Kafka comenzó a trabajar gracias a una recomendación, y cuya larga jornada laboral resultaba incompatible con sus aficiones literarias lo que le llevó a buscar otro empleo, como funcionario, en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo, la temible "oficina" de la que ya escapó hasta su jubilación anticipada por su tuberculosis.

En ambos empleos (y en la fábrica de asbestos) se forjó la representación de la Vida, frente a Literatura, del mundo real, frente al mundo en el que Kafka soñaba, esa idea según la cuál, las condiciones perfectas para desarrollar su escritura, se daban en lo más profundo de un túnel, sin ruidos y al que la comida fuera colocada por un sirviente silente al otro lado de una puerta en el extremo del túnel.

Pese a los agrios comentarios de Kafka sobre su vida laboral, no debemos olvidar que en el Instituto alcanzó puestos de cierta responsabilidad y gozó de la confianza de sus superiores. Finalmente, tampoco se puede pasar por alta que su trabajo técnico es una pequeña clave que explica determinados aspectos de su obra.

El tercer apartado (Paseos predilectos) recoge tres itinerarios que pretenden dar testimonio de alguno de los largos y hermosos paseos que Kafka acostumbraba a dar por las tardes, solo o en compañía de algún amigo, antes de la cena y de encerrarse en su cuarto a escribir.

El primero de ellos (subida al monte San Lorenzo) prácticamente es el itinerario que recorre el protagonista de Descripción de una lucha y parte de la estatua de Carlos IV en la plaza de los Cruzados hasta lo alto del monte San Lorenzo lo que, además de permitirnos disfrutar de unas hermosas vistas, nos ofrece la posibilidad de contemplar los restos de la muralla del hambre (en la que pudo hallar inspiración para componer La construcción de la muralla china o visitar el emplazamiento de la cantera de Strahov, lugar al que fue conducido Joseph K. para ser ejecutado.

Los otros dos paseos (del Belvedere al parque Chotek y Malá Strana y el Jardín botánico y Troja) son otra oportunidad excepcional de recorrer la Praga de la época de principios de siglo (bastante bien conservada) y de hacerse una idea del concepto de "paseo" que Kafka tenía y ponía en práctica.

Finalmente, el último apartado (Lugares literarios y de esparcimiento) trata de compensar la imagen de escritor solitario y atormentado en favor de un Kafka que frecuentaba cafés literarios, salas de conferencias y conciertos, proyecciones de películas, etc.

Se ubican muchos de los cafés frecuentados por Kafka en su juventud, como el mítico Café Savoy (donde conoció la tradición del teatro yiddish), el Café City, el Louvre, el Corso y el Arco.

También aparecen las bibliotecas y librerías que frecuentaba, así como las dos escuelas de natación, donde practicaba en verano con su bote de remos por el Moldava.

Tampoco olvida Wagenbach la ubicación de las primeras salas de cine de Praga, o el Rudolfinum o la Casa de la Municipalidad, centros culturales de primer orden incluso hoy en día o los lugares en los que Kafka realizó lecturas públicas de sus obras o presentó las de otros (como la sede del Antiguo Ayuntamiento Judío.

Fiel hasta el extremo a su intención de no dejar un cabo suelto, también se nos facilitan indicaciones para visitar el cementerio judío de Straschnitz donde Kafka fue enterrado en junio de 1924.

La Praga de Kafka es un libro para apasionados de la obra de este autor que quieran aproximarse a su escenario vital. Lectura imprescindible por su carácter práctico para quien vaya a visitar Praga con la idea de rendir tributo a su genial escritor o para quienes, conociendo ya la ciudad, quieran evocar los lugares ya visitados.

Wagenbach es un gran experto en Kafka y ha escrito varias libros al respecto, llegando a recopilar todas las fotografías conocidas en las que aparece dicho autor (Franz Kafka. Imágenes de s vida). Tuvo la suerte de trabajar en la editorial S. Fischer en el momento en el que se preparaba la publicación de El proceso, hecho que le marcó de manera definitiva. Tiempo después se independizaría fundando varios sellos editoriales de diverso contenido con un compromiso político muy profundo.

Con La Praga de Kafka, Wagenbach ha logrado combinar información actualizada, ubicaciones precisas (nombre de las calles en alemán y checo numeradas en el mapa correspondiente, números de portal actuales junto al original de la época de Kafka), fotografías en blanco y negro, referencias biográficas y textos originales de una manera convincente y amena, evitando entrar en detalles excesivos que entorpecerían la lectura y dando sentido al subtítulo de la obra "Guía de Viajes y de Lectura".

Confieso que he leído

Juan Sin Letras. Una cruzada literaria.

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Viaje a la historia de la publicidad gráfica. Arte y nostalgia

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El mito de Sísifo (Albert Camus)

El título del ensayo proviene de un atribulado personaje de la mitología griega. En él, Camus discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida, presentando el mito de Sísifo como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre moderno, que consume su vida en fábricas y oficinas sórdidas y deshumanizadas.

De esta forma plantea la filosofía del absurdo, que mantiene que nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos. Siendo el mundo tan fútil, Camus pregunta, ¿qué alternativa hay al suicidio? El ensayo se inicia: No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio.

Sísifo, dentro de la mitología griega, como Prometeo, hizo enfadar a los dioses por su extraordinaria astucia. Como castigo, fue condenado a perder la vista y empujar perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviese a caer rodando hasta el valle, y así indefinidamente.

Camus desarrolla la idea del "hombre absurdo", o con una "sensibilidad absurda". Es aquél que se muestra perpetuamente consciente de la completa inutilidad de su vida. Ésta, afirma, es la única alternativa aceptable al injustificable salto de fe que constituye la base de todas las religiones (e incluso del existencialismo, que por tanto Camus no aceptaba completamente). Aprovechándose de numerosas fuentes filosóficas y literarias, y particularmente de Dostoievski, Camus describe el progreso histórico de la conciencia del absurdo y concluye que Sísifo es el héroe absurdo definitivo.

En su ensayo, Camus afirma que Sísifo experimenta la libertad durante un breve instante, cuando ha terminado de empujar el peñasco y aún no tiene que comenzar de nuevo abajo. En ese punto, Camus sentía que Sísifo, a pesar de ser ciego, sabía que las vistas del paisaje estaban ahí y debía haberlo encontrado edificante: "Uno debe imaginar feliz a Sísifo", declara, por lo que aparentemente lo salva de su destino suicida.

La obra se cierra con un apéndice sobre la obra de Franz Kafka, interpretada finalmente de manera similar, en términos de un esteticismo, a su modo, esperanzador.

de wikipedia

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