A veces cometemos el error de buscar un nombre anglosajón a la hora de elegir una novela de espionaje, y resulta que algunas de las mejores novelas que se pueden leer e este género corresponden a autores tan absolutamente hispánicos como el de Carlos Díaz. Este viejo prejuicio, sustituido en el los últimos tiempos por la atracción de lo nórdico, tiene que ser desterrado de inmediato para dejar sitio a una verdad indiscutible: que en todas partes hay autores buenos y autores malos, y que lso españoles escriben tan buenas o mejores novelas de espías como cualquiera.
Lágrimas sobre Gibraltar es una obra magníficamente documentada sobre el deseo español, en los últimos años del franquismo, de recuperar Gibraltar, justo después de que los británicos se pasaran por el arco de triunfo la resolución de la ONU que les obligaba a abandonar la colonia.
Tanto la resolución de la ONU como el deseo del régimen de recuperar Gibraltar son hechos rigurosamente históricos, aunque no así los planes de invasión que el autor detalla a lo largo del libro. Las intrigas políticas, la situación social, y el entramado de espionaje se construyen alrededor de la sensación de que España no tiene posibilidad alguna de resarcirse de los incumplimientos británicos pero conserva, de todos modos, la voluntad de actuar dentro de sus medios.
Los británicos, con un servicio de inteligencia antiguo y experimentado, casi no pueden creerse que a los españoles se les haya ocurrido infiltrar espías propios en la roca, y a medida que se convencen de que esto no es sólo posible, sino casi indiscutible, deciden esperar el golpe para causar una matanza en la represalia. Carrero Blanco, Vicepresidente del Gobierno español, no quiere dudar de Franco, pero sus dudas se acrecientan cada día en un ambiente político abocado claramente al fin del régimen y a una sucesión que aún es incierta.
La mejor virtud de la novela, además de su documentación, es la casi inaudita honradez con que el autor trata la época, sin tópicos ni histrionismos, sin fascistas malísimos, ni opositores sindicales que acaben apareciendo con una acción política en cualquier momento (como siempre me temí). En esta novela, las personas son las personas y los hechos son los hechos, tanto los reales como los ficticios, tratando todos de desenvolverse en la verosimilitud, la realidad de una conciencia humana que es antes humana que política, y la desproporción de fuerzas entre dos países que, al fin, no pueden evitar que en sus filas se alineen simples seres humanos.
Muy recomendable. Por desintoxicarse de tantas tonterías como se han escrito ty dicho sobre la época, más que nada.