[Vocabolario degli accademici della Crusca]. Promovido por la famosa Academia con el intento de dar a Italia el vocabulario de su lengua, fue comenzado en 1591, y vio la luz por primera vez en Venecia, en 1612. Este vocabulario, que constituye el primer léxico italiano moderno, registra todos los vocablos de la lengua toscana haciéndolos seguir de su traducción latina y griega y de la explicación que ilustra los varios significados de las palabras con citas tomadas de Dante, Petrarca, Boccaccio y otros «trecentistas». Aun dando predominio a la lengua literaria, los académicos acogieron ampliamente los términos en uso, especialmente para las artes y oficios. Tres índices de las voces, locuciones y proverbios latinos y griegos registrados, concluyen esta obra, que durante mucho tiempo fue modelo de la lexicografía moderna. La ejemplificación «trecentista» no exclusiva en la primera edición, se fue volviendo cada vez más predominante en las sucesivas (la 3.a impresa en Florencia en tres volúmenes; la 4.a, allí también, en 1729- 1738, en seis volúmenes; la 5.a comenzada en 1863 y no terminada todavía) hasta hacer de este vocabulario el exponente del más riguroso purismo.
* Entre estas ediciones tiene particular importancia la que lleva el nombre de Antonio Cesari (1760-1828), editada en colaboración con Clementino Vannetti: Vocabolario degli accademia della Crusca, oltre le giunte faite ci finora, cresciuto di assai migliaia di voci e modi de’ classici piü provati dai Veronesi (Verona, 1806-9, 7 vols.). Las adiciones de Cesari, llamadas «Giunte Veronesi» (adiciones veronesas), ofrecen algunos millares de vocablos olvidados por los antiguos compiladores. La empresa de Cesari, que hubiera podido ser útil en materia filológica, pero que fue llevada a cabo con demasiada unción «trecentista», provocó una áspera polémica en lo referente al problema de la lengua; intervino Monti, intérprete y artista mucho más diestro que Cesari, con ciertos diálogos suyos publicados en el «Polígrafo» de Milán (1813), en los cuales se entregó a las más impertinentes y sabrosas fantasías polémicas, y con la Propuesta de algunas correcciones y adiciones al vocabulario de la Crusca.
D. Mattalía