[Vĕtry od polü]. Tercer volumen de las poesías del poeta checo Otokar Březina (1868-1929), publicado en 1897. Las alusiones a una hermandad universal, que en las dos colecciones anteriores Lontananzas misteriosas (v.) y Alba a occidente (v.) todavía eran vagas e imprecisas, encuentran aquí una expresión unitaria.
En el alma del poeta se manifiesta un radical cambio que se refleja en la concepción de la poesía; las distintas manifestaciones de la vida cósmica, cuya ley el poeta ha comprendido, alcanzan ahora una armonía superior, vientos que de todos los polos del universo traen los gérmenes de las vidas futuras. La concepción dualista, que estaba en la base de los cantos anteriores, se expresa aquí decididamente: tiniebla y luz, mal y bien, Dios y Enemigo son los dos extremos, dentro de los cuales se desenvuelve la poesía; es una lucha que claramente indica de quién será la victoria. El Supremo, el Eterno, lo Desconocido, el Dominador, es Dios. El encuentro de la propia alma con la mirada suprema de Dios lo celebra el alma misma del poeta en una confesión («La reina de las esperanzas») en que, de las tinieblas del pasado, la luz del futuro resurge más viva y resplandeciente.
Ahora el poeta está en condiciones para comprender los sufrimientos humanos («Los mártires»); la concepción de la unidad cósmica en el amor va haciéndose cada vez más precisa («¡Noches!»), y el poeta canta la comunidad espiritual de todos los que se embriagan contemplando los misterios del cosmos y de la muerte («Hermandad de los creyentes»). El valor simbólico de las cosas se hace cada vez más dominante («Madurezmeridiana»; «El canto del sol, de la tierra, de las aguas y del misterio del fuego»); a veces siguen haciéndose sentir motivos anteriores, como el de la culpa de los antepasados como causa de la maldición que pesa sobre los seres humanos («La ciudad»), aunque sirven de vínculo para los nuevos («La naturaleza») que predominan en: el libro. El encuentro del amor y del dolor en la visión del poeta lo da la comprensión que, a través del amor, persuade a los hombres a sentir en el propio dolor la pena del creador, quien lleva consigo el sueño de la perfección cósmica, además de la imperfección del mundo, el mal, la muerte («Cuando de tu amor…»). El pleno desarrollo de esta nueva concepción lo tendremos, de todos modos, en los Constructores del templo (v.) y en Manos (v.).
E. Lo Gatto