Vidas de los Filósofos, Diógenes Laercio

Obra en diez libros de Diógenes Laercio, escritor que vi­vió probablemente a principios del siglo III d. de C. Su título es inseguro: Sopatro lo cita como Vidas de los filósofos, Esteban Bizantino como Historias filosóficas, mientras en el manuscrito de París está titulada: Vi­das y sentencias de los más ilustres filósofos y compendio breve de las opiniones que predominan en cada secta.

La obra está dedicada a una mujer erudita en filosofía platónica, tal vez la emperatriz Julia Do­mina o Arria, la amiga de Galeno, y va pre­cedida de una introducción, en la cual el autor trata del origen y del nombre de la filosofía, de sus diversas partes, de las prin­cipales escuelas filosóficas y de sus funda­dores. En los libros sucesivos están conte­nidas las biografías de los filósofos antiguos con datos más o menos abundantes acerca de sus doctrinas; se distingue en la obra a los filósofos propiamente dichos de los sabios, de los cuales trata el primer libro, y son éstos: Solón, Tales, Quilón, Pitágoras, Biante, Cleóbulo, Periandro, Anacarsis, Mi­sión, Epiménides, Ferecides. El segundo libro trata de los filósofos de la escuela jónica, Anaximandro y Anaximenes; des­pués, de Anaxágoras, Arquelao y Sócrates; el tercer libro está dedicado a Platón; el cuarto a sus discípulos, de Speusipo a Clitímaco; el quinto a Aristóteles y a los peripatéticos; el sexto a Antistenes y a los cínicos; el séptimo, cuyo final se ha per­dido, trata de los estoicos, desde Zenón a Crisipo.

Con el octavo libro se pasa a la escuela itálica, con Pitágoras y los pitagó­ricos, entre los cuales son contados Empédocles, Epicarmo y el matemático Eudoxio; el noveno libro trata de varios filósofos: de Heráclito, de los eleatas, de los escépticos; mientras el décimo está todo dedicado a Epicuro. Este último y Platón son, pues, los filósofos de los cuales se trata más am­pliamente. El valor de la obra de Diógenes es muy diverso, según las fuentes que si­gue; en realidad su cultura no es tan vasta como pudiera parecer a primera vista y como él mismo quisiera hacer suponer, ya que sus citas son a menudo de segunda mano, tomadas de compilaciones precedentes. La cuestión de las fuentes de Diógenes Laercio es muy compleja: toma, en efecto, de auto­res diversos, sin distinción entre los más y menos solventes, mezclando libremente no­ticias derivadas de fuentes diversas, alar­gándolas con otras o abreviando lo que otros habían escrito; se sirvió particular­mente de las listas en las cuales estaban enumerados los filósofos de cada escuela; de compendios de sus doctrinas, de coleccio­nes de anécdotas y dichos célebres; añadió a veces trozos originales de varios escrito­res, preciosos para nosotros.

Por lectura directa Diógenes conoce el compendio de los filósofos de Diocles de Magnesia (100-50 a. de C.) y tal vez los manuales de Sócra­tes de Rodas y de Hipólito, escritores que a su vez se habían servido de las obras más antiguas de Aristóteles, Teofrasto, Apolodoro, Panecio, etc. Diógenes no tuvo doctrina filosófica personal, ni un talento capaz de grandes síntesis; su obra es, por lo tanto, muy desigual y nada segura. Pero tuvo cierta seriedad y no se entregó a aquel amor por lo fantástico y aventurado que caracteriza sus tiempos. Su obra es preciosa por las noticias que proporciona a los es­critores de la filosofía antigua; sus Vidas no tuvieron mucha fama en la Antigüedad, pero en la Edad Media fueron fuente im­portantísima para el conocimiento del pen­samiento antiguo. Muy conocidas en el si­glo XV y en el XVI, fueron varias veces traducidas al latín y, en época relativamen­te antigua, al alemán y al francés. 1.a ed., Basilea, 1533. [Trad. española de José Ortiz y Sanz (Madrid, 1792), reproducida mo­dernamente (Madrid, 1887 y Buenos Aires, 1940)].

C. Schick