[Vita di San Francesco]. Tommaso da Celano (m. aprox. en 1260), que el mismo San Francisco acogió en la Orden, probablemente en 1215, compuso sobre la vida y los milagros del Santo cuatro obras de volumen y valor bastante distintos.
La Vida o Leyenda primera se remonta a 1228-29 y la escribió por encargo de Gregorio IX, el antiguo cardenal Ugolino, después de la canonización de San Francisco (16 de julio de 1228); con notable rapidez, ya que en febrero de 1229 obtenía la aprobación del Papa, como resulta de un precioso códice de París. De esta Vida I se deriva, obra casi ciertamente del mismo Tommaso, una Leyenda para el coro [Legenda chori] que, por su final alusión al traslado del cuerpo del Santo a la catedral de Asís (25 de mayo de 1230), hay que situar en la segunda mitad de 1230. Muchos años después (1246-47) Tommaso da Celano, por encargo del ministro general de la Orden, Crescenzio da Iesi — que en 1244 ordenó a todos los frailes que le enviaran cuantas noticias conocieran acerca de la vida del Santo fundador — redactó la que sin duda es su obra más importante: la Vida o Leyenda II. Por fin, sobre el 1250- 1252, por encargo del nuevo ministro general Giovanni da Parma, Tommaso completó su obra con un Tratado de los milagros [Tractatus de miraculis] en el que, tras una introducción sobre el origen de la Orden, trata de un modo particular de los milagros obtenidos por intercesión del Santo después de su muerte.
Las fuentes de Tommaso — que vivió poco en contacto con San Francisco, porque desde 1221 siguió a Alemania al fraile Cesario da Spira — fueron para la Vida I, además de sus recuerdos personales, noticias recogidas, como él dice, de «muchos testigos fidedignos»; sin embargo, pudo basarse sobre un material mucho más amplio y precioso para su Vida II, a la que confluyen, por admisión del mismo autor, los testimonios de aquella corriente que, por su principal representante, fray León, compañero y confesor del Santo hasta su muerte, podríamos llamar leoniana: corriente que nos dejó como textos fundamentales (cualquiera que sea la génesis del estado en que estos textos han llegado hasta nosotros) unas obras maestras como el Espejo de perfección (v.) y la Leyenda de los tres compa~ ñeros (v.): de aquí el gran valor de la Vida II frente a la Vida I.
Para un juicio objetivo sobre Tommaso da Celano es necesario tener presente la observación principal de que él se propuso escribir como hagiógrafo y no como historiador; deseando dar a la piedad de los fieles una vida del nuevo santo que pudiera compararse con la de los santos más afamados y conocidos (por ejemplo las de San Martín, San Benito, San Bernardo) y por tanto más preocupado por el aspecto taumatúrgico de la santidad que por exactitudes de cronista. Sin embargo el fundamento histórico de las dos Vidas es completamente fidedigno, con excepción de algunos detalles demasiado coloreados por la retórica (por ejemplo la página sombría que hay en la Vida I sobre la juventud de San Francisco).
Por ello se comprende perfectamente por qué más tarde San Buenaventura se basó casi completamente sobre los escritos de Tommaso da Celano para aquella Leyenda de San Francisco (v.) que debía, también por disposición explícita de la Orden (1266), sustituir a todas las vidas anteriores. Por lo que a lengua y estilo se refiere, Tommaso se demuestra literato hábil, experto conocedor de la retórica y todas sus artes. De todos los escritos franciscanos de Tommaso, los padres franciscanos de Quaracchi dirigieron (1926-1928) una edición crítica con segura doctrina y mucho amor.
E. Franceschini