[La vie de Liszt]. Obra de Guy de Pourtalés (1886-1941), publicada en 1925. Forma parte de una serie de biografías de músicos en las que el autor ilustra particularmente aquella atmósfera romántica de genialidad y de pasiones tempestuosas o heroicas en que desembocó el arte de Chopin, de Liszt y de Wagner.
Franz Liszt, nacido en Raiding el año 1811, ya consagrado a la gloria, cuando era niño, con el beso de Beethoven, conquistó Europa con sus maravillosas ejecuciones, improvisaciones, y halló un complemento para su educación artística en el ejemplo del virtuosismo de Paganini y en la penetrante música de Chopin. Pero su espíritu sensible a todas las impresiones, quedó ante todo vencido por la potente personalidad de Wagner, de quien puso en escena y dirigió las primeras grandes óperas y quien lo absorbió con una amistad apasionada y exigente. Su arte refleja de modo inmediato los grandes acontecimientos contemporáneos, o se impregna del espíritu de todos los poetas y héroes, o vibra con las melodías de su tierra húngara. Tal arte no podía florecer sino en el amor, y el amor jugó un papel esencial en la vida de Liszt, comenzando por el infantil y desafortunado sueño de casarse con Carolina de Saint-Cricq, hasta la pasión turbulenta que le ató a la condesa d’Agoult, a la que sucedió en su corazón la princesa Carolina de Sayn.
Ésta, separada de su esposo, después de haber secuestrado al artista en sus posesiones de Podolia, le sigue por Alemania y se convierte en su fiel compañera durante quince años. Son los años de Weimar, los más fecundos y plenos de su vida artística original, los años de los Poemas sinfónicos (v.) y de los Lieder. Pero sus relaciones quedan rotas en Roma, ante la imposibilidad de legitimarlas y a causa de la muerte de los dos hijos de Liszt. Los amantes se encierran entonces en un aislamiento semirreligioso, aunque se visitan y escriben, y Franz, que desde su infancia mostró inclinación hacia el misticismo, tomó las órdenes menores y escribió la Misa solemne para la consagración de la basílica de Gran. Ello no impidió que llevase a cabo nuevos viajes y emprendiera nuevos amores, mientras la amistad con Wagner sufre una sacudida cuando su hija, Cósima, para unirse a este último, abandona a su marido, el músico Von Bülow, amigo del propio Wagnér.
Pero no tardamos en ver de nuevo a Liszt al lado de Wagner en el triunfal momento de Bayreuth, y en este mismo lugar muere a los 75 años, después de una representación del Tristán. El libro, documentado con un rico epistolario inédito, se lee con verdadero interés y consigue, como el autor se propuso, sacudir los espíritus agotados del siglo XX, acercándolos a una de aquellas naturalezas generosas que prefirieron el extravío a la mediocridad, siguiendo los impulsos de un corazón fervoroso y siempre sincero.
P. Onnis