En la nota preliminar a sus Versos sencillos (v., Nueva York, 1891), el escritor y político cubano José Martí (1853-1895) había escrito: «¿Por qué se publica esta sencillez, escrita como jugando, y no mis encrespados Versos libres, mis endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes miedos, o de grandes esperanzas, o de indómito amor de libertad, o de amor doloroso a la hermosura, como riachuelo de oro natural que va entre arena y aguas turbias y raíces, o como hierro caldeado, que silba y chispea, o como surtidores candentes?».
Así se refirió a estos versos, que había escrito en su mayor parte en 1882, y que quedaron inéditos entre sus papeles, hasta que se dan a conocer por primera vez, con sus otras poesías, en el volumen XI de las Obras ordenadas y publicadas por Gonzalo de Quesada y Aróstegui, su albacea literario, con el título Ismaelillo, Versos sencillos, Versos libres, La Habana, 1913. La lectura de estos versos, apenas aparecida esta primera edición, impresiona vivamente a Miguel de Unamuno, quien publica a la sazón varios artículos sobre Martí, y uno de ellos lo dedica a sus Versos libres. El tono fuerte y áspero de esta poesía, por la que Martí proclamaba su propia preferencia — «van escritos no con tinta de academia, sino con mi propia sangre»—, se conjugaba con la concepción agónica de la vida en el pensador español. Apenas llega él volumen a sus manos, su lectura le emociona fuertemente. Tiempo después escribirá: «Todavía siento resonar en mis entrañas el eco de los Versos libres de José Martí que, gracias a Gonzalo de Quesada, pude leer hace unos meses.
Pensé escribir sobre ellos a raíz de haberlos leído, cuando mi espíritu vibraba por la recia sacudida de aquellos ritmos selváticos, de selva brava. Mas opté por dejar pasar el tiempo y que la primera impresión se sedimentara y se depurase». El juicio de Unamuno será, en adelante, punto de partida en la valoración de los Versos libres, que se incluyen en todas las ediciones de poesías de Martí, por ejemplo, en la reciente Poesías completas, edición preparada y prologada por Rafael Esténger (Madrid, 1953). Según nuestras noticias, sólo existe una edición consagrada exclusivamente a Versos libres en la colección «El ciervo herido», aparecida en La Habana en 1939.
F. Lizaso