Narración histórica de Francesco Domenico Guerrazzi (1804-1873), publicada en 1837 y compuesta según el modelo de la Crónica de las cosas florentinas publicada por Carlo Morbio. En esta historia, que es una de las más espeluznantes y sombrías de Guerrazzi, se narra la venganza de Verónica Cybo, duquesa de San Giuliano, contra una rival suya, una tal Caterina Canacci, a la que su marido Jacopo Salviati amaba apasionadamente.
El hecho ocurre entre el día 1.° de noviembre y el último de diciembre de 1637, reinando en Toscana Fernando II. Caterina, encontrándose en trágicas condiciones económicas, sola con su madre, la cual falleció entonces a causa de los sufrimientos y del hambre, había sido por fin socorrida, recogida y tomada por esposa por el anciano Giustino Canacci. Jacopo Salviati, marido de Verónica Cybo, se había enamorado locamente de ella. En una noche de tempestad, la noche de ánimas, él va a ver a la joven, y su marido, descubriendo la traición, muere perdonando. Pero entre tanto, Verónica prepara su atroz venganza, y, confiando en la fuerza de uno de sus criados, Giomo Pelliccia, llamado Margutte, con la complicidad de Bartolomeo Canacci, hijo de la primera mujer de Giustino e hijastro de Caterina, hombre vicioso y codicioso de dinero, va una noche a la habitación de Caterina. Una criada, al reconocer la voz de Bartolomeo abre la puerta; Verónica entra y mata a su rival.
Jacopo se entera de ello al enviarle Verónica, en una cesta de ropa, la cabeza de Caterina, ya que él, mientras va vistiéndose lo más elegantemente posible para ir a felicitar a su señor por el año nuevo, pone las manos entre los cabellos de su amada. Desde aquel momento Salviati se retira a una vida de desesperada soledad, hasta que llega su hora. Verónica, horrorizada por su crimen, trata de expiarlo con la penitencia, hasta el punto de pasar por santa; lo mismo hace Margutte, que sigue vinculado a ella por el crimen y la penitencia. Bartolomeo, cobarde como Judas, es ahorcado. La obra camina rápidamente hacia la catástrofe, sin las usuales digresiones. Los caracteres están dibujados con fuerza; hay unos cuantos pasajes psicológicamente felices, como la desesperación de Verónica y la ingenua ternura de Caterina.
M. Maggi