Es una de las narraciones más notables del escritor griego Giorgis Viziinos (1848-1894), publicada en 1874. Una mujer, agotada de cansancio después de una fiesta, asfixia involuntariamente al hijito en pañales al que había sacado de la cuna y puesto junto a sí en su cama. Algunos años más tarde tiene una niña que a su vez muere tísica. Esta nueva muerte prueba a la mujer que su involuntario pecado no le ha sido perdonado.
Entonces, para expiarlo, educa a dos hijos adoptivos, prefiriéndolos a los suyos propios. Cuando, al final de su vida, obtiene la absolución del Patriarca de Constantinopla, con quien al fin ha podido confesarse, se siente por un momento consolada, pero es un breve consuelo: «El Patriarca es un hombre santo— dice al hijo que le ha procurado este encuentro —, pero es un monje. ¿Cómo puede saber lo que significa para una madre el haber matado a su propio hijo?»
Las palabras que revelan el drama secreto, y que terminan la novela, están, como todas las pronunciadas por la mujer, escritas en lengua vulgar, mientras que el autor, que imagina ser el hijo de la desgraciada madre, se expresa siempre en lengua literaria.
El contraste resultante perjudica la unidad de la narración, que, a pesar de todo, es uno de los mejores documentos del realismo psicológico introducido por Viziinos en la literatura neogriega.
M. Gallone