[Un gran tournant de la politique Européenne, 1904-1906]. Diario, publicado en 1934, del diplomático francés Maurice Paléologue (1859-1941), escrito en los años en que la oposición franco alemana por la posesión de Marruecos llegó a su punto crítico, amenazando con hacer estallar la guerra entre ambos países, mientras las grandes potencias europeas se alineaban en dos grupos antagónicos: Francia, Inglaterra y Rusia, por una parte; alemania y Austria-Hungría, por otra.
El autor participó en la historia de aquellos años, como alto funcionario del ministerio del Exterior de Francia, y como colaborador de confianza del ministro Teófilo Delcassé, que fué el más tenaz adversario de alemania en la cuestión marroquí y el artífice principal de la inteligencia franco británica. En febrero de 1904 estalló la guerra entre Rusia y el Japón en el Extremo Oriente: Rusia, aliada de Francia, quedó así apartada de los asuntos europeos. Se ultimaba, en cambio, en aquellos años el acuerdo entre Francia e Inglaterra, que, en tanto que reconocía la preeminencia inglesa en Egipto, dejaba las manos libres a Francia para Marruecos. Amistosas relaciones se habían establecido desde hacía algunos años entre Francia e Italia: de una parte se reconocían los intereses franceses en Marruecos, de otra, las aspiraciones italianas sobre Libia. Pero a las miras de Francia sobre Marruecos se oponía alemania, que no quería dejar caer toda aquella parte de África septentrional en posesión exclusiva de otra potencia, o por lo menos trataba de obtener compensaciones adecuadas.
Fue una larga competición diplomática entre Berlín y París, interrumpida por algún golpe teatral, como el imprevisto desembarco del emperador Guillermo II en Tánger (marzo, 1905), y la dimisión del ministro Delcassé bajo la amenaza de la guerra (junio, 1905), a las que puso término la conferencia internacional de Algeciras (enero-abril, 1906), en la que, gracias a los buenos oficios de otras potencias, se llevó a término por lo menos un compromiso provisional. Tal es el tema dominante del diario: a él se mezclan, como motivos secundarios, muchos de los acontecimientos más significativos de la historia internacional de aquellos años, en tanto que desfilan, retratados con trazos rápidos y vivos, los personajes que intervinieron en esta historia, como protagonistas o como figuras secundarias: Guillermo II con sus discursos belicosos, y Eduardo VII con sus prudentes conversaciones; el débil zar Nicolás y el joven rey Alfonso de España; los hábiles y emprendedores diplomáticos franceses, Paul y Jules Cambon, Camile Barrére, y los francófilos ministros de Inglaterra, Lansdowne y Grey; el canciller alemán Bülow y su eminencia gris Holstein.
No falta la nota mundana de los salones parisinos, en los que se mezcla la sociedad elegante y la alta cultura, los grandes negocios y la política secreta. De vez en cuando se perfila la amenaza de la guerra, especialmente en la tempestuosa primavera de 1905. El autor mismo, ascendido paso a paso a director de los asuntos políticos del Quai d’Orsay y enviado a San Petersburgo como embajador de Francia, se hallará, al estallar la guerra mundial, entre los personajes de la tragedia. Son, por tanto, sus páginas las de un hombre de acción y de batalla; y, sin embargo, el diario, escrito durante la batalla, se ha convertido, a través de la selección, la coordinación y los retoques hechos treinta años después, en una obra de historia; con visión y representación de los hechos un tanto partidista, pero siempre neta y coherente. Les da relieve el arte del escritor, que posee renombre no sólo entre los políticos, sino también entre los literatos.
G. Mira