Ulrike Woytich, Jakob Wassermann

Última novela del austríaco Jakob Wassermann (1873 – 1933), publicada en edición póstuma en Suiza, en 1941. Del mismo modo que las obras pre­cedentes del autor, El caso Maurizius (v.) y Etzel Andergast (v.), esta novela es un retablo de costumbres que se extiende en ideas generales cuyo relieve proporciona a la obra una singular autoridad.

La acción se sitúa en Viena, en 1881. Una joven intri­gante, Ulrike Woytich, logra introducirse en la familia del gran anticuario Mylius, el cual, a pesar de su inmensa fortuna, deja ignorar a los suyos su verdadera posición y les impone una vida austera, rayana en la pobreza. Ulrike descubre su secreto e in­cita a la familia a rebelarse, esforzándose a su vez astutamente en sacar provecho de los antagonismos. Concierta varios matrimo­nios y hace llevar a los Mylius un tren de vida fastuoso, no sin sacar de ello sustan­ciosos provechos. Treinta y cinco años des­pués hallamos a una de las hijas del di­funto Mylius, Joséphe, cuyo matrimonio con el barón de Melander había concer­tado Ulrike. Joséphe está viuda: su vida de matrimonio no ha sido sino un largo cal­vario; desde su viudez la mujer lleva una existencia retirada en compañía de una nie­ta abandonada por sus padres y que ella ha recogido. El azar hace de Joséphe y la pe­queña Fanny las vecinas de Ulrike, que inmediatamente decide emprender la con­quista de la pequeña, de la que piensa ser­virse para nuevas intrigas.

Un accidente de montaña pone a ambas mujeres frente a frente: Ulrike y Joséphe se encuentran cada día a la cabecera de la pequeña Fanny, a la que el amor por su abuela acabará por arrancarla del poder de Ulrike. Esta última, arruinada, debilitada, consciente de su de­rrota, marcha entonces, solitaria, a la mon­taña, al encuentro de la muerte. De toda una sociedad, viva, rica y apasionada, sólo queda una mujer anciana abrazando a una niña. Ulrike Woytich es una novela ator­mentada y generosa, que en ciertos aspec­tos recuerda las creaciones de Balzac y de Dostoievski, a quienes Wassermann tomó por modelo. Además, es también la evoca­ción de un mundo conmovido por sucesos que trascienden al marco individual: reta­blo fascinador de la vida alemana durante el período comprendido entre 1870 y 1920.

Todo cuanto contenía de prosperidad y de ruina, de arrogancia y de humillación, se concentra en torno a la inolvidable figura de Ulrike Woytich. Con arte consumado, el autor mantiene al lector en vilo, aguzando su curiosidad, suscitando un conjunto de emociones y de angustias, de pensamientos y de ternuras, que animan el vivo aspecto de este destino común de una mujer y de una nación.