[Todos con antifaz]. Comedia lírica de Carlo Pedrotti (1817- 1893), según libreto de Marcelliano Marcello, sacado de la comedia El empresario de Esmirna (v.) de Goldoni, estrenada en Florencia en 1856. El turco Abdalá, riquísimo empresario, de paso por Venecia, quiere llevarse a Damasco a una compañía de músicos del teatro «La Fenice».
Solamente Vittoria, la «prima donna», quiere quedarse con Emilio, su amante. Pero la cantante Dorotea, mujer de don Gregorio, suscita por un equívoco los celos de Vittoria, que, por tanto, decide marcharse con sus compañeros. Emilio descubre una tarjeta con la que el amable Abdalá invita a una desconocida a encontrarse con él en el baile de máscaras de «La Fenice». Sospechando de Vittoria, Emilio va al baile disfrazado de turco como Abdalá, y Vittoria, creyendo hablar con el nuevo empresario, le ruega le devuelva su contrato, ya que por encima de todo ama a Emilio, que injustamente sospechó de ella, y quiere quedarse con él. Los dos amantes hacen las paces y la compañía marcha para Damasco sin Vittoria. La obertura, brillante y animada, comprende algunos de los motivos fundamentales de la ópera. En el primer acto unos buenos efectos cómicos dan entrada a don Gregorio, que anuncia su salida para Damasco, donde su genio será finalmente reconocido y honrado. En el segundo cuadro del mismo acto resaltan algunos fragmentos líricos, como la cavatina de Vittoria y el dúo entre ésta y Emilio.
El final es notable por su derivación del famoso procedimiento empleado por Verdi en su Rigoletto (v.), ya que la escena, partida por un tabique, separa a las dos parejas que desarrollan un cuarteto, donde contrasta lo dramático con lo cómico. El segundo acto empieza con un coro en honor de la generosidad de Abdalá, que comprende las inhábiles galanterías de éste, y termina con un vivaz «concertato». El tercer acto, que representa el baile de máscaras, está realizado con briosos motivos, desde el alegre coro carnavalesco al bufo terceto de Abdalá, don Gregorio y Emilio. Entre las numerosas óperas escritas con fácil vena por Pedrotti, ésta se considera unánimemente la mejor. Durante muchos años le sonrió la fortuna en> todo el mundo: en París, en el Athénée, se representó con éxito durante mucho tiempo, con el título Les masques.
M. Bruñí