Epos heroicocómico de Karl Lebrecht Immermann (1796-1840), publicado en 1830. La trama es sencilla: a los envejecidos y empobrecidos nobles don Tuliphant y doña Tulpe les nace un heredero, según la predicción del hada Libelle.
Pero este hijo tan deseado que debería restaurar las glorias de la casa, no es de estatura mayor que un dedo. Sin embargo, como «era la época de los pequeños» y «el mundo espera de los hombres pequeños grandes cosas», el pequeño caballero pide a los padres una coraza, se arma con una lanza hecha de un cortaplumas y, con una cáscara de nuez a guisa de yelmo en la cabeza, parte metido en la oreja de su fiel corcel Zuckladoro, en busca de la gloria. La casualidad lo lleva a Micromona, misterioso estado de mujeres en el que reina la Grandiosa, y mata una mosca que amenazaba turbar las tranquilas meditaciones de la reina; después pasa al castillo de Bramleambra para liberar a Balsamina, hija de la reina Grandiosa, a la que mantiene prisionera el gigante Schlagadodro.
A la vez quiere vengar la muerte del caballero Fis von Quinten, tenor, y acabar con los disturbios producidos en el aire por los continuos estornudos del gigante. El hada Libelle muestra a Tuliphäntchen un puntal que, con solo tocarlo, puede destruir el castillo, construido todo él con piezas de hierro. El gigante, que se había apoderado de Balsamina y había tramado matarla para salvaguardar su propia castidad, muere bajo las ruinas del castillo y Tuliphäntchen se casa con Balsamina. Pero el matrimonio no es feliz: Balsamina, que se había enamorado del gigante, no le perdona, y el pequeño héroe logra salvarse de su prisión (una jaula de pájaro que ella colgó delante de su ventana), sólo gracias a la intervención del hada. Incapaz de soportar tanta vergüenza, Tuliphäntchen se .arroja de la ventana y cae en los brazos de un gracioso elfo que el hada había llevado consigo en una nube argéntea, y que por fin le lleva al país de los sueños, Ginnistan. Y desde entonces ya nadie «vio más a Tuliphäntchen sobre la tierra».
El poemita se nos presenta como una sátira contra la desarmonía entre la pequeña estatura del héroe y lo grande de sus designios: Immermann hace en él la parodia de los románticos sueños literarios de Fouqué y de otros sobre la Edad Media y la Caballería; toma como motivo de burla los residuos de feudalismo entre la nobleza, el «diletantismo» de las clases intelectuales y la emancipación de la mujer; lucha contra el industrialismo, en cuyas fuerzas mecánicas ve el fin de la poesía; pero termina amando a sus criaturas, y un soplo poético ánima con vida fantástica a todos sus personajes. Los versos trocaicos son libres e imitan el estilo homérico. El poemita, que mereció los entusiasmos de Heine y que, en conjunto, es gracioso y fino, está lleno no solamente de ironía, sino también de espíritu artificioso.
Los contemporáneos creyeron ver en Tuliphäntchen una sátira contra Platen, el antagonista literario de Immermann; las alusiones que pueden ser interpretadas en este sentido resultan evidentes; y el hecho de que a la composición del poemita siga inmediatamente la del Caballero que avanza a tropezones por el laberíntico jardín de la métrica [Der im Irrgarten der Metrik umhertaumelnde Kavalier, 1829], abiertamente dirigido contra Platen, hace que la suposición no sea improbable.
W. Sznarbachowski