Triunfo de las Donas, Juan Rodríguez del Padrón

Libro en de­fensa y loor de las mujeres, obra del no­velista y poeta Juan Rodríguez del Padrón o de la Cámara (que vivió en el siglo XV), y del cual, como en el caso de su coterráneo Macías, se apoderó la leyenda, convirtiéndole en un personaje símbolo del sufri­miento amoroso.

Esta obra se enlaza direc­tamente con la Cadira del honor (v.). Si en ésta alaba a la nobleza hereditaria, en Triunfo de las donas, como indica su mismo título, hace un elogio de las damas, derivado del De las mujeres ilustres (v.) de Boccaccio. Dejando aparte esta obra del autor italiano, el género era abundante en los tiempos en que escribió Rodríguez del Padrón. Menéndez Pelayo, dentro de la serie, enumera las siguientes, ya en loor, ya en vituperio de las mujeres: Libro de las vir­tuosas et claras mujeres, del condestable don Álvaro de Luna; Defensa de virtuosas mujeres, de mosén Diego de Valera; Carro de les dones, de Eiximenis; Diálogo de las condiciones de las mujeres, de Cristóbal de Castillejo; Gynoecepenus, de Juan de Espinosa; Tratado en laude de mujeres, de Cristóbal de Acosta, y Spill, de Jaume Roig. La obra está dedicada a la reina doña Ma­ría, de quien dice que es «la más digna, virtuosa y noble de las vivientes, la muy enseñada et perfecta soberana de las rei­nas de España».

La obra tiene además una intención literaria: la de ir contra Boccac­cio, de quien afirma que había perdido su fama por sus novelas deshonestas. Ahora bien, el Triunfo es una exageración. Es­crito en forma escolástica, el autor intenta probar con cincuenta razones la excelencia de la mujer sobre el varón. Estas razones son arbitrarias y gratuitas. He aquí algunas de ellas: las mujeres son más excelentes por haber sido formadas de carne purificada y no del barro de la tierra, como el hombre; es más excelente porque el Anticristo será hombre y no mujer. Los elogios están pues­tos en boca de la ninfa Cordiana, conver­tida en fuente por amor de Aliro, que ha sido transformado en arbusto y cuyos pies baña la fuente.

Sin ningún género de gra­dación este pasaje nos lleva hasta las Metamorfosis (v.) de Ovidio y los ambien­tes bucólicos de la novela italiana. Los críticos, y especialmente Menéndez Pelayo, han llamado la atención sobre el fragmento en que se describen las modas afeminadas de los «galancetes» del siglo XV.