Novela de Armando Palacio Valdés (1853-1938), publicada en Madrid en 1906. La obra, la preferida de su autor, es también la más característica de las suyas, ya que traslada el registro de su naturalismo de un plano de detalladas observaciones a una actitud más ideal y constructiva.
Tristán Aldama es una especie de encarnación de la monomanía que todo lo agria a su alrededor; héroe débil condenado a sucumbir ante unos oscuros impulsos interiores, que no sabe dirigir ni dominar. Entrando en la casa de su cuñado don Germán Reinoso, que vive entre el amor de su mujer Elena y la exuberante juventud de su hermana Clara, Tristán la ensombrece con su suspicacia y su orgullo, apagando toda alegría. La primera noche de matrimonio de Tristán y Clara se resuelve en una escena de celos, a causa del joven marqués del Lago en el que ve constantemente un rival. Tristán quiere también infundir a los demás su extremosidad de sentimientos y así empuja a la venganza a Germán, cuya mujer se había dejado seducir por un pintor despreocupado y vicioso. Pero Germán prefiere dejar su propiedad «Sotillo» a su infiel mujer, retirándose a una lejana aldea. La inquietud de Tristán busca una evasión en el arte, y entra en la vida literaria de Madrid. En aquel mundo de intrigas, celos e hipocresías su pesimismo sigue exasperándose cada vez más.
Clara le da un hijo, pero Tristán llega a ser un monomaniaco de la higiene y del afecto maternal, y convierte la alegría familiar en un tormento para sí mismo y una pena para los que le rodean. Los celos, que sus preocupaciones literarias habían provisionalmente adormecido, se despiertan repentinamente en Tristán, que provoca al joven marqués; éste le abofetea y muere en el duelo. Entonces Clara se da cuenta de que ya» no puede seguir viviendo junto a su marido, y con Elena, vuelta en sí de su extravío, se reúne con Germán en su destierro, abandonando a Tristán a su soledad y a su fatal egoísmo. La novela traduce mejor que cualquier otra obra la tendencia hacia el símbolo y la moralidad, que hacen pesada la última producción de Palacio Valdés; Tristán viene a ser un símbolo de la infelicidad que nace del hombre. Pero la fidelidad a la psicología del personaje y la natural aptitud del novelista para el relato convierten la abstracción inicial en concreta oposición de sentimientos.
A. Manganiello