Tríos, Wolfgang Amadeus Mozart

Es quizá en la música de cámara donde Wolfgang Amadeus Mo­zart (1756-1791) ha expresado mejor su ge­nio melódico y armónico. Sus temas tienen una gracia y una elegancia exquisitas; a veces están dotados de una fuerza dramática atemperada por una especie de pudor y de resignación que puede pasar por optimismo.

Pero, sobre todo, Mozart sabe ser simple, permanece fiel a las normas de la arquitec­tura clásica; constantemente, sin embargo, inventa formas nuevas, modulaciones que sorprenden, jamás cae en las fórmulas he­chas de que hacían uso los autores de su tiempo. Sus primeros Tríos los escribió en 1777. No queda de estas obras más que la Sonata para trío de cuerda en si bemol, para dos violines y contrabajo, de la cual se han encontrado dos partes. Los tres ins­trumentos están tratados en contrapunto, con tres voces distintas. Cinco compases de «Adagio» introducen la polonesa que forma el movimiento inicial; sigue un «Minuetto», cuyo canto está confiado al segundo violín. Del mismo período datan cuatro «Adagios» para trío de cuerda, que Mozart destinaba a servir de Preludios a las cuatro fugas del Clave bien temperado (v.) de J. S. Bach, que él había transcrito para esta ins­trumentación.

El Trío en mi bemol para piano, clarinete y contralto (1786), com­prende un «Andante» en el que el piano dialoga con el clarinete, un «Minuetto» que atacan los tres instrumentos al unísono, y un «Allegretto» cuyo tema, expuesto por el clarinete, es desarrollado por el contralto. El Trío en si bemol, para piano, violín y violonchelo es contemporáneo del preceden­te. Es notable el «Allegro» por su audacia armónica; un solo tema es tratado en con­trapunto por los tres instrumentos. El «Larghetto» se caracteriza por el importante papel que en él desempeña el piano. Final­mente, el «Allegretto» es una gavota cons­truida sobre una idea minúscula, pero que permite a Mozart hacer gala de su inimitable arte y encanto en el fraseo. Los cuatro Tríos siguientes nacieron en el mismo año 1788. El Divertimento en re bemol reúne un vio­lín, un contralto y un violonchelo. Está dividido en seis partes, de las cuales debe destacarse el «Adagio», cuya religiosa gra­vedad es extraordinariamente emotiva; el «Andante», cuyo tema está tomado del folk­lore, y el «Finale», que es una «caza» rá­pida y alegre.

El Trío en sol, como los dos siguientes, está escrito para piano, violín y violonchelo. Mozart no se contenta ya, de ahora en adelante, con hacer dialogar a los tres instrumentos; funde sus sonidos en un mismo molde. Después de un «Alle­gro» muy animado, viene un «Andante» cuyo tema sufre seis metamorfosis, seis va­riaciones: cada instrumento tiene sucesiva­mente su papel principal. Finalmente, el «Allegretto» introduce un ritmo de siciliana. El Trío en do mayor es notable sobre todo por su último movimiento, que es un «Rondó» de aliento campestre. El Trío en mi mayor sorprende por su gravedad y estilo muy propios de Beethoven: el «Alle­gro» inicial expone un tema enérgico y muy tenso; el «Andante» resulta más bien fúnebre; el «Allegro» es una verdadera obra maestra de realización armónica por sus transiciones admirablemente conducidas y sus modulaciones inesperadas.