Tratados Polémicos de San Máximo Confesor, San Máximo Confesor

Con su participación fervorosa e inquebrantable en la campaña contra la forma atenuada de monofisismo que en la época del emperador Heraclio, con la com­plicidad del patriarca Sergio, trató de im­ponerse con la proclamación de una única energía y de una única voluntad en Cristo, San Máximo Confesor (580-662), el heroico reivindicador de la doctrina calcedónica, llegó a ocupar una posición de alto relieve en la vida cristiana del mundo mediterráneo en el siglo VII.

Defensor tenaz de una ar­monía entre Bizancio y Roma, que con­tinuara la tradición que tantos laureles ha­bía dado a Calcedonia, Máximo no ceja un solo instante en su impugnación polémica contra el error monotelista. En su abun­dante producción, las obras polémicas ocu­pan el primer lugar. Están dirigidas directa­mente contra el monotelismo, oficialmente’ sancionado por el emperador Heraclio con su Ectesis de 638, los escritos dirigidos al presbítero Marino y las soluciones dadas a los problemas planteados por el monotelista Teodoro de Bizancio. Máximo no fue pole­mista tan sólo en sus escritos, sino también, y de un modo incansable, en su ministe­rio y apostolado. Probablemente el momen­to más dramático de la lucha entre Roma y Bizancio a propósito de la doctrina monote- lista lo señaló precisamente la discusión que tuvo lugar en julio de 645 en Cartago, en presencia del gobernador imperial Gre­gorio y de muchos obispos, entre S. Máximo y el patriarca monotelista de Constantinopla, Pirro.

Los actos oficiales de esta discusión, conservados íntegramente y publicados en la edición completa de las obras de Máximo en el volumen XCI de la Patrología (v.) de Migne, representan probablemente el más importante documento sobre la historia de las polémicas religiosas del siglo VII. Según las actas, S. Máximo obtuvo aquel día un éxito rotundo y clamoroso, obligando a Pirro a pronunciar la palinodia de su ense­ñanza herética.

E. Buonaiuti