Con este título es conocida la obra principal del geómetra escocés Colin Maclaurin (1689- 1746), A Complete System of Fluxions; with their Application to the most Considerable Problems in Geometry and Natural Philosophy, publicada en Edimburgo, en dos volúmenes, en 1742.
En la época en que fue impresa esta obra los nuevos procedimientos del cálculo infinitesimal habían recibido un gran desarrollo, debido especialmente a la obra de B. Cavalieri, de Newton, de Leibniz y de sus inmediatos sucesores, los cuales, sin embargo, se habían preocupado más de extender los confines del nuevo dominio matemático que de consolidar sus principios y de reforzar su consistencia lógica. El libro de Maclaurin quiere superar la laguna que resultaba de ello, fortaleciendo la nueva doctrina con rigurosas demostraciones; aporta a esta obra la solución de muchos nuevos problemas de geometría, de mecánica, de astronomía, y especialmente una investigación sobre la atracción ejercida por un elipsoide sobre un punto situado en su superficie o en su interior, cuestión de la que ya se había ocupado con anterioridad en una Memoria acerca del flujo y reflujo del mar. Lagrange juzga esta parte de la obra como «una obra maestra de geometría, sólo comparable a lo más bello e ingenioso que el propio Arquímedes ha dejado».
Maclaurin parte de un nuevo teorema relativo a las cuerdas de dos elipses concéntricas y, mediante tal proposición, logra demostrar el teorema fundamental que Newton había admitido sin una verdadera comprobación: «una masa fluida homogénea, girando alrededor de un eje que pase por su centro de gravedad, debe adoptar la figura de un elipsoide de revolución, supuesto que todas sus moléculas se atraigan en razón directa a sus masas, o en razón inversa al cuadrado de sus distancias». El nuevo método de Maclaurin pareció tan interesante a Clairaut que le indujo a abandonar el método puramente analítico que había seguido hasta entonces para demostrar la forma de la Tierra. En cuanto al caso de un punto «exterior» al elipsoide, el problema era mucho más difícil. El célebre geómetra escocés apenas lo abordó; habían de tratarlo más tarde con mayor amplitud Legendre e Ivory.
U. Forti