[Traité de radioactivité]. Obra de la científica polaca Marie Curie Sklodowska (1867- 1934), publicada en francés en 1910. Es fundamental para la nueva rama de la Física que, bajo el nombre de radiactividad, surgió de las investigaciones y experimentos llevados a cabo por la propia autora.
El tratado muestra la importancia del descubrimiento de los fenómenos radiactivos que han dado lugar a una gran revolución en la historia de la ciencia, demostrando la posibilidad de una desintegración espontánea del núcleo atómico — desintegración que es completamente imposible modificar con acciones físicas o químicas — y la consiguiente transformación de un elemento en otro. El tratado comienza con una reseña sintética, pero completa, de las diferentes propiedades de los electrones y de los rayos Róntgen. Sucesivamente son descritas las curiosas manifestaciones que presentan determinados minerales y que motivaron las primeras investigaciones sobre los cuerpos radiactivos, y se exponen los procedimientos seguidos para aislar los elementos radiactivos, y en particular el radio. Los capítulos siguientes contienen la exposición de las propiedades de dichos elementos, entre los que se encuentran, además del radio, el uranio, el torio, el actinio, el ionio y el polonio.
También se estudian particularmente las emisiones de estos tres tipos de rayos: los rayos a (partículas de helio con doble carga positiva), los rayos (electrones negativos) y los rayos (ra-y yos X mucho más ricos en energía y por lo tanto mucho más penetrantes que los obtenidos artificialmente), que pueden considerarse como los residuos de la destrucción del núcleo de las sustancias radiactivas, y que, por consiguiente, siempre acompañan a las desintegraciones de tales sustancias. La autora enumera las propiedades de estas radiaciones y sus efectos, tales como la impresión de las placas fotográficas, la fluorescencia y la fosforescencia provocada en determinadas sustancias, la ionización del aire, etc. Al final son consideradas las sucesivas transformaciones de los elementos que, desintegrados, dan origen a elementos derivados, los que a su vez generan otros elementos, en una cadena continua que no termina más que con un elemento estable, que no puede desintegrarse más: el plomo. Están estudiadas también en toda su historia las tres familias de elementos radiactivos: el uranio, el actinio y el torio, que terminan todas en un mismo descendiente: el plomo.
Quedan aclaradas en este tratado las consecuencias ya deducidas en parte, y las futuras posibilidades ofrecidas al hombre: que si no es una facultad humana el poder obrar sobre los fenómenos espontáneos producidos por los cuerpos radiactivos, sin embargo es posible obtenerlos artificialmente de otras sustancias, mediante una destrucción provocada por un bombardeo del núcleo atómico. Es, en cierto modo, la realización del sueño de la alquimia. El gran mérito de M. Curie reside en haber sabido entender que la radiactividad es una propiedad atómica, y el haber descubierto el radio, guiada por esta idea y valiéndose de la colaboración de su esposo Pierre Curie.
O. Bertoli