Tratado Sobre la Naturaleza y Sobre la Gracia, Nicolás Malebranche

[Traité de la Nature et de la Grace]. Obra del filósofo francés Nicolás Malebranche (1638-1715). Fue es­crita en 1680 como consecuencia de las dis­cusiones con el Padre Arnauld, que creía ver en Malebranche un partidario de Port- Royal contra los jesuitas.

Malebranche, sin embargo, quería diferenciar su posición de la del jansenismo y, aunque cartesiano, tra­taba de obrar como si el cartesianismo no afectase en nada las verdades de la fe. A la publicación de esta obra siguió una guerra declarada contra Arnauld; el^ autor fue atacado también por Bossuet y Fénelon. El Tratado fue incluido rápidamente en el índice, pues había intentado resolver, teme­rariamente, problemas insolubles. El plan de la obra se basa en la tentativa de estu­diar armónicamente y encuadrar en un solo orden de ideas, necesariamente coordinadas, los conceptos de creación y de encarnación, la gracia divina y la libertad humana, el orden de la naturaleza y el de la gracia. La ley fundamental de la libertad de Dios es la inmutable justicia a la cual todo se somete: cada decreto divino gobierna el mundo de acuerdo con la eterna ley de la justicia. Con sus decretos Dios obra de la manera más sencilla, fecunda, general y constante, y aunque los resultados puedan ser diversos, los decretos de Dios son siem­pre los mismos, derivando todos ellos de un único plan divino que ha conformado las almas con los cuerpos, las relaciones de las almas entre sí, las relaciones con Dios, y sobre todo ha armonizado lo natural con lo sobrenatural: lo que respecta al mundo y lo que respecta a la Iglesia.

Una misma inteligencia ha regulado el reino de la na­turaleza y el de la gracia y ésta se expresa en ambos reinos de la misma manera, es decir, por las vías más simples y generales. Se establece de esta manera un riguroso paralelismo entre la inmutabilidad de las leyes de la naturaleza y las de la gracia. Dios quiere salvar a todos los hombres y derramar sobre todos ellos el don de la gra­cia de la misma manera que ha regulado todo el Universo con su sabiduría. En este caso Dios es Padre, como creador del Uni­verso, y al mismo tiempo es Hijo, es decir, Salvador. Pero considerado como Hijo, no es la causa eficiente de todo lo que sucede, sino solamente la causa ocasional en cuanto que es el mediador entre el hombre caído en el pecado y el Padre: Él restablece la unión perfecta del cuerpo y del alma, per­dida con el pecado, unión que corresponde a la de Cristo con su Iglesia. En cuanto es causa ocasional, Cristo puede obrar median­te actos particulares de voluntad, con arre­glo a los casos y a las personas, mientras que, como Dios, sigue siempre la misma ley.

De esta manera cree Malebranche poder conciliar la gracia con los decretos inmu­tables de la Providencia y con la libertad humana, la estabilidad de la ley divina con los casos particulares: llega incluso a admi­tir que los pensamientos de Jesús, como ac­tos de gracia, pueden aportar modificacio­nes a las leyes de la Naturaleza, de la mis­ma manera que los pensamientos de la ma­dre pueden influir en su futuro hijo. Las modificaciones de la gracia, sin embargo, se encontrarían siempre en plena armonía con el plan general establecido por la Providencia.

E. Pací