Tratado de los Escándalos, Juan Calvino

[Traité des scandales]. Obra de Juan Calvino (Jean Calvin, 1509-1564), publicada en Gi­nebra, en latín, en 1550 y en francés al año siguiente (y en 1939 por A. M. Schmidt).

En la época en que fue redactado este tra­tado, Calvino y su movimiento se encon­traban en lucha con diversos peligros, tanto en el interior como en el exterior de Gine­bra: reacción de los humanistas y de los «libertinos», primeros efectos de la Contra­rreforma católica, Concilio de Trento, éxitos de Carlos V en alemania, que amenazaban desunir a los protestantes. Se trataba pues, por su parte, de combatir por la unidad amenazada de la fe reformada. Exaltar su Iglesia, reavivar la fe, ese es su deseo. Esta es la razón por la que la palabra «escándalo» está tomada aquí en un sentido muy amplio, que es, por otra parte, el mis­mo del Evangelio (v.): escándalo es todo aquello que amenaza a la fe, todo aquello que puede desmoralizar a los tibios, dar a los adversarios de su Iglesia nuevos pretex­tos para combatirla o ridiculizarla. Escán­dalo es, en una palabra, todo aquello que en­torpece al creyente en su camino hacia Dios.

Calvino repasa el número de todos ellos, y, para exponerlos, los divide en tres catego­rías: se cuentan en primer lugar las dificul­tades nacidas de la fe misma, de la lectura de las Sagradas Escrituras, del encuentro de la Razón con la Revelación. La Palabra di­vina está llena de oscuridades que nos repugnan, de obligaciones que molestan a nuestra pereza. Es esto «la locura del Evan­gelio». Vienen a continuación las objecio­nes referentes a la vida exterior de la fe, a la Iglesia; querellas de los teólogos, debi­lidades de los ministros del culto, tiranía de los papas, errores, supersticiones, absurdos que uno trata a veces de hacer creer en nombre de Cristo. Finalmente, existen los enemigos de fuera, los riesgos a los que se exponen los cristianos mientras afirman su fe en el Gran Día. Esta parte de la obra era naturalmente la más actual en el siglo XVI, cuando los reformistas debían hacer frente al doble ataque de los humanistas y de los católicos.

Con ardor de apóstol, Calvino se emplea sin cesar, tras haber señalado los peligros, en hacer ver en ellos nuevas oca­siones para superar las dificultades, para rendir un apostolado más ardiente. El Tra­tado de los escándalos era, pues, en prin­cipio, un escrito para sus hermanos de reli­gión, animado de una intención puramente pastoral. Sin embargo, es también, pero se­cundariamente y de un modo mucho más discreto, un libro de polémica, dirigido con­tra los humanistas, cuyas actividades, en esta época, ocasionaban graves disgustos al reformador.