Con este título el P. Pedro de Rivadeneira (1527-1611) tiende a dar un modelo del príncipe no sólo político, sino cristiano, es decir, con propia virtud, virtud verdadera — insiste — y no fingida. El P. Rivadeneira es la gran figura del antimaquiavelismo español.
Polemiza con el florentino, pero también con las demás corrientes concordantes con la de Maquiavelo e igualmente con él luteranismo, al tiempo que hace la apología de la religión católica y del príncipe que obra de acuerdo con ella. La tesis esencial del Tratado de la religión y virtudes es la subordinación de la política a la moral y el condicionamiento de la integridad religiosa, es decir, como resulta típico en todos los autores españoles, la exaltación del aspecto apologético y consiguientemente la proscripción de las nuevas doctrinas por cuanto suenan a herejía, por cuanto impiden la aplicación de los criterios tradicionales. Aquí está el fondo patrístico y escolástico, la base teológica y el fervor religioso constituyendo un valladar que impida la irrupción en España de las doctrinas de Maquiavelo, a quien, como en general a los políticos de la época, se califica por el ateísmo en que actúa En relación con la vida política, interpretando la conveniencia de la religión solamente de manera instrumental, en cuanto puede servir para contener a los pueblos en la disciplina y en la obediencia. Para Rivadeneira no es ésa la función de la religión, enderezada sobre todo al hombre y actuante sobre ese hombre que protagoniza el orden político y que es el príncipe.