Tras la Sombra de las Nubes, Pĕju Jàvorov

[Podir sĕnkata na oblacitĕ]. Con este título fue reunida en 1934 la obra poética del máximo representante del simbolismo búl­garo, Pĕju Jàvorov (Pĕju Kràčolov, 1877-1914), dividida en cuatro partes: Antología [Antologija], Insomnio [Bezsánici], Cosas entrevistas [Prozrenija], Reinas de la noche [Carici na nošt’ta].

El simbolismo de Jàvorov, afirmándose tras su contacto directo con la literatura francesa, se manifiesta en su obra poética, a través de graduales fases sucesivas. Su bautismo simbolista resalta en la colección Insomnio que vio la luz en 1907. La poesía anterior de Jávorov, su pri­mera colección Versos [Stihotvorenija], es de 1901, aunque no faltan rasgos que anun­cian su desenvolvimiento ulterior (nota sen­timental prevaleciendo sobre la realista, idealismo, imágenes simbólicas, sensaciones de cansancio, de sueño, de destierro de la vida, de muerte), muestra algún contacto más directo con la vida, y está transida de un idealismo entre politicosocial y politiconacional, que recuerda en varios aspec­tos a Botev. Lo recuerda, sobre todo, en el espíritu que anima a sus Cantos Hagduski [Hajduški pšsni], una de las más logradas y vigorosas expresiones de fervor patriótico, apoyado en el ideal macedónico, y en otra más original y nueva incluso en la forma, en el canto «Prófugos» [«bežanci»] y en los dos únicos volúmenes de prosa narrativa de toda su producción literaria.

En otros cantos del mismo período — en «Exilados» [«Zatočenici»] y especialmente en «Hoja suelta» [«List otbrulen»] y en «Armenios» [«Armen- ci»] —, la nota patriótica se ensancha hasta ser nota social. Pero los motivos espirituales que pronto serán dominantes, tanto en su poesía como en su existencia, comienzan a notarse aquí como se notan en «La noche», pieza transida de un alto sentido de misterio y de muerte, que cada vez anuncia mejor al poeta simbolista del segundo período; so­bre todo en la sensación vaga de cansancio y misterio, propia de «Hoja suelta» y en el significado simbólico que adquieren los «Ar­menios», que llegan a ser exponentes del género humano errante y perdido en busca de su meta. Esta y otras poesías líricas ins­piradas en la naturaleza, son las mejores manifestaciones de su talento creador del primer período, reunidas en la primera par­te (Antología) de la colección. Los siete años que transcurren desde la publicación de Insomnios hasta su muerte, son los más trá­gicos de su vida infeliz y los más impor­tantes para su arte.

Superados los problemas politicosociales y patrioticonacionales de su juventud, el poeta afronta el misterio de la vida y de la muerte, intenta los caminos del universo, lucha, sufre, se rebela, y se afana en el esfuerzo estéril de llegar a la luz. Resultado: soledad, noche, como siem­pre. En la minúscula pieza «Muro de hielo» [«Ledna stĕnà»] de los Insomnios, el poeta siente una sensación como de hallarse entre muros de hielo vitreo que, aunque le con­sienten ver el mundo que anhela, le separan inexorablemente del mismo, sin posibilidad alguna de alcanzarlo. El propio amor se re­suelve en dolor, acentúa sus tinieblas, su soledad, su decaimiento, elevando la infran­queable barrera gélida entre su alma y su corazón. El afecto materno, a veces, parece todavía la única y suprema tabla de salva­ción del naufragio de todo ideal. Pero en el fondo de todo, la muerte, temida y deseada, se le ofrece como el verdadero y único re­fugio. Este sentimiento predomina en la ter­cera parte de la colección: «Cosas entrevis­tas» y más especialmente en las poesías «La muerte», «Nirvana», «Yo sufro» y «La más­cara».

De estas tres partes se destacan, con distinta fisonomía, tres cantos epicolíricos, que le inspiraron a Jàvorov la antigüedad clásica y algunos célebres motivos eróticos de la antigüedad misma: «Mesalina», «Cleopatra» y «Safo», agrupados en la colección con el título «Reinas de la noche», reinas de la noche que el poeta lleva consigo al mundo de las tinieblas y que nos hacen en cierto modo pensar, en el cuadro general de la inspiración de Jàvorov, en la Friné de Penčo Slavèjkov. Trads. italianas parcia­les de E. Damiani en Poeti bulgari (Roma, 1925); de R. Poggioli en la «Rivista di Letterature Slave» (III, 1928); de Luigi Salvini en la revista «Bulgaria» (I, 1939).

E. Damiani