Editada en Toledo en 1547, se disputan su paternidad el bachiller Sebastián Fernández y Luis Hurtado de Toledo (15239-1590); es opinión de Menéndez Pelayo que este último sólo intervino en ella como corrector de las pruebas de imprenta, y que su verdadero autor es Fernández, cuyo nombre figura en el acróstico de los versos preliminares de la obra.
Es una más de las muchas imitaciones de la Celestina (v.), cuyo absurdo desenlace revela además el conocimiento de Ovidio por parte del autor. Trata de los amores de Policiano y Filomena, que ha sido seducida por aquél. Cuando el galán acude a la segunda cita que le dio la doncella, muere destrozado por un león que los criados de Teofilón, el padre de Filomena, dejaron suelto para que durante la noche ahuyentase a los zorros. La infeliz enamorada, presa de la mayor desesperación al descubrir los restos del amado, se da a sí misma muerte con la espada de Policiano. La obra, en conjunto, carece de verdadero interés.