Tosca, Victorien Sardou

Drama en cinco actos de Victorien Sardou (1831-1908), estrenado en 1887. La acción ocurre en Roma en el momento de la batalla de Marengo.

Floria Tosca, la cantante famosa, amante del pintor Mario Cavaradossi, noble y liberal, es cortejada por el barón Scarpia, ministro de la policía pontificia, quien, sospechando que el pintor hospedó a su amigo Angelotti, revoluciona­rio escapado de Castel Sant’Angelo, excita los celos de Tosca contra la marquesa Attavanti, a la que Cavaradossi está retratando, con esperanza de sacar algún indicio de las palabras que la rabia y la turbación arran­quen a la mujer. En efecto, bastan algunas reticencias de Tosca para que Scarpia se dirija con sus sabuesos a la villa del pintor, deteniéndole y sometiéndole a tortura. Tosca, a la que Scarpia, con refinada cruel­dad, hace escuchar las lamentaciones de Cavaradossi atormentado, revela, para sal­var a su amado, el escondrijo de Angelotti, quien, al verse descubierto, se suicida.

Ca­varadossi, mientras tanto, permanece apresado en Castel Sant’Angelo y es condenado a muerte; si Tosca quiere liberarle, ha de ofrecerse a Scarpia. Ella acepta el horri­ble pacto, y en cuanto tiene el salvaconducto para sí y su amante, apuñala a Scar­pia y corre a Castel Sant’Angelo, donde, según lo prometido por Scarpia, el fusilamiento de Cavaradossi será tan sólo una simulación. Sin embargo, a Cavaradossi lo fusilan de veras, y Tosca, a la que sólo le queda la desesperación, se arroja al Tíber desde los bastiones del castillo. La intriga, complicada y truculenta, es conducida con habilidad sorprendente para alcanzar efectos violentos, prescindiendo de otros valores más esenciales; así el drama tiene una fuer­za sombría y convencional, por lo cual es quizás la obra más representativa del peor Sardou.

M. Ferrigni

Pintura de costumbres, descripción de caracteres, invención de lo patético, todo es artificioso, complicado, «insincero» en sus obras… Toman la actitud de grandes dra­mas, y no se percibe más que un remedador que especula sobre la vulgaridad intelec­tual y moral de su público, sin perseguir otro fin que el de alcanzar dos o trescientos «llenos». (Lanson)