Tono Bungay, Herbert George Wells

Novela del escritor in­glés Herbert George Wells (1866-1947), pu­blicada en 1909. «Tono Bungay» es el nombre de un tónico compuesto por el farmacéutico Eduardo Ponderevo que con él, guiado por cierto instinto de especula­dor, consigue acumular una gran fortuna.

La novela está escrita en forma autobio­gráfica por Jorge Ponderevo, nieto del ma­logrado aventurero. Educado en una casa patricia en la cual su madre hace de insti­tutriz, a los quince años le despiden por su indisciplina. Acogido por su tío, el joven participa de los éxitos económicos de Eduar­do Ponderevo y puede dedicarse a las ciencias, y de un modo particular a la na­ciente aeronáutica; y cuando la fortuna de Eduardo se derrumba con la misma rapidez con la que fue artificialmente creada, Jorge ya tiene asegurada la posibilidad de vivir honradamente. A pesar de que el autor con­sigue a veces hacer que su obra sea con­vincente y llena de vida en la pintura de los caracteres, el argumento es un pretexto para describir, no por cierto sin prejuicios, la sociedad inglesa en sus varias clases.

Dividido en cuatro partes, el libro empieza («Los días antes de inventarse Tono Bungay» [«The days before T. B. was invented»]) con el examen del sistema social, que depende de la aristocracia latifundista con sus tenaces residuos de feudalismo. Pero se trata de la visión de un proletario que no ha logrado superar los antiguos rencores y que, en realidad, conoce muy poco a la aristocracia. En el segundo, «El surgir de Tono Bungay» [«The Rise of Tono Bungay»], hay la descripción de aquella clase que Wells conoce bien: la pequeña burguesía, los intelectuales pobres. Aquí resaltan de una manera particular el extravagante pin­tor Ewart y Mariom, la primera mujer de Jorge. En el tercero, «El triunfo de T. B.» [«The great Days of T. B,»], está el mundo del comercio y el examen de los terribles efectos de la publicidad en las manos de unos comerciantes poco escrupulosos; el di­vorcio de Jorge de la fría y estéril Mariom, sus fugaces aventuras de amor, su encuen­tro, en el gran mundo del que la riqueza le abrió las puertas, con Beatriz, antes huésped del castillo en el que Jorge fue criado y con la que había iniciado un infantil idilio que de repente reaparece con todos los caracteres de una gran pasión.

Por fin sus primeros experimentos de vuelo a vela y una expedición desastrosa en los mares del Sur en busca de una preciosa sustancia radiactiva (el «quap»), que ten­dría que levantar de nuevo la vacilante suerte de los Ponderevo. En el cuarto, «Después del derrumbamiento de T. B.» [«After math of T. B.»], la ruina de Eduar­do Ponderevo, la fuga de tío y sobrino en aeróstato, la muerte del anciano, el regreso de Jorge y el fin, por voluntad de la mujer, de sus relaciones con Beatriz, incapaz de seguir a un hombre pobre, y la conclusión: «Titulé este libro Tono Bungay, pero hu­biera hecho mucho mejor en llamarlo ‘de­rroche’. He hablado de la estéril Mariom, de mi estéril tía» — mujer de Eduardo Ponde­revo, una de las figuritas más pintorescas y simpáticas del libro —, «de Beatriz es­tropeada, derrochadora y fútil. ¿Qué espe­ranzas puede haber para un pueblo cuyas mujeres se vuelven estériles? Es todo un espectáculo de fuerzas que corren hacia la ruina… y ahora yo mismo voy construyendo torpederos… Quizás vea mal. Puede que vea lo podrido a mi alrededor porque de esta podredumbre soy una parte yo mismo… No sé cómo aparecerá nuestra época ante los ojos de la historia… así se reflejó en la mente de un contemporáneo. El río pasa, Londres pasa, Inglaterra pasa…»

Y con esta última profecía (Wells fue considerado por sus admiradores como un «profeta») termi­na el libro, que presenta todas las cualidades y los defectos de la obra de este demasiado fecundo escritor.

L. Krasnik