Tonio, Guy de Maupassant

[Toine]. Volumen de cuentos de Guy de Maupassant (1840-1893), publicado en 1885. Muy numerosos encontramos aquí los sencillos bosquejos, pequeños hechos cómico-escandalosos, más o menos sabro­sos, que son poco más que «diversiones» («L’ami Patience», «La dot», «Bombard», «Le moyen de Roger»); notables, sin em­bargo, en esta línea, por el brío del estilo y una especial gracia satírica. «La confession de Théodule Sabot», donde el medio campestre suscita en el lenguaje de Maupas­sant los más vivos colores; «Le pére Mongilet» (graciosa historieta de un día en el campo) y «La chambre 11», picante y ex­travagante episodio de los amores de una bella señora provinciana.

En «La mère aux monstres» y en «La Chevelure» volve­mos a encontrar el áspero gusto de Mau­passant sondeando con fría audacia horri­bles perversiones. «Le lit 29» y «L’armoire» son dos historias de prostitutas: más trá­gica la primera, más profundamente huma­na y piadosa la segunda. «La confession» nos hace asistir a la lectura de un docu­mento póstumo en el que M. Badon-Leremincé, anciano burgués, rico, apreciado y honrado, confiesa a sus herederos un atroz crimen de juventud que le envenenó con el remordimiento toda la vida: el hecho de haber provocado la muerte de un hijito suyo, fruto de un amor irregular; cuento que se suele recordar como fuente de un conocido episodio de la novela de D’Annun­zio, El inocente (v.). Dos cuentos sobresalen entre los otros por su perfección: «Tonio» [«Toine»] y «El protector» [«Le protecteur»]. En el primero, el autor alardea del pinto­resco vigor de su estilo para presentarnos la grotesca e imponente figura de un ta­bernero de aldea, Antoine Mácheblé.

Tru­culento y alegre vividor y formidable be­bedor, el tabernero es uno de esos tipos que alegran toda la vecindad con sus gracias y su imperturbable optimismo; un ataque de parálisis, provocado por su excesiva in­temperancia, y la tiranía de su gruñona es-> posa, no consiguen destruir su invencible buen humor: obligado por su mujer a incu­bar huevos, para ser útil de algún modo, llega a enorgullecerse hasta por la feliz con­clusión de este experimento. «El protector» es el simplón Jean Marin, un buen hombre del campo, estudiante en París y más tarde oscuro abogado, que siempre anduvo alter­nando en las tertulias políticas, y que un buen día, gracias a un viejo amigo suyo que llega a ser ministro, es nombrado consejero de Estado. Desde este momento tiene la obsesión de hacer saber a todos su cargo y su influencia, firmando recomendaciones una tras otra, protegiendo a todos los que se le presentan, solicitando y buscando la ocasión para hacer un favor a alguien; por fin su monomanía le juega una mala pasada, ya que ha recomendado a medio mundo a cierto abad Ceinture que es en realidad uno de los peores estafadores, suscitando de este modo un verdadero escándalo.

Una muy sencilla historieta, contada con aquel brío arrollador, con la descarnada precisión y el eficaz vigor satírico que son las dotes más eminentes del arte narrativo de Maupassant.

M. Bonfantini

Guy de Maupassant, con su afilada y mor­daz ironía y su duro y vivo estilo, arranca a la vida los pocos miserables trapos que todavía la cubren, y nos enseña la sucia llaga y la infectada herida. (Wilde)